Antonio González Vázquez
Eran unos cuantos. Podrían haber sido 200, 300 o incluso 500. Unos cuantos que salieron a machar para, según ellos, corregir el error del 1 de julio”. La población de San Luis Potosí es de dos millones 845 mil 959 personas.
De cierto que entonces eran unos cuantos, puesto que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales en San Luis Potosí con 526 mil 33 votos; el 41.86 por ciento de la votación presidencial en el estado. Ganó en seis de los siete distritos electorales federales.
Eran unos cuantos los que salieron a marchar bajo el supuesto de corregir el error cometido el 1 de julio de hace un año. Eran tan pocos que en una parada de cinco minutos se vio pasar el contingente.
Salieron del jardín de Tequis y caminaron como si se tratase de un paseo sobre la avenida Carranza para llegar al Centro Histórico de la ciudad. Eran tan pocos que si los llevasen a votar sus votos cabrían holgadamente en una sola urna.
El 1 de diciembre de 2018, cuando López Obrador asumía la presidencia, también hubo una marcha “contra el dictador”; la de ayer fue la marcha “anti-amlo”. A no dudar, marchas envenenadas por cierto odio de clase.
Les disgusta que el presidente no luzca trajes de finura ni corbatas de seda ni zapatos de diseño; les molesta que el presidente hable como tabasqueño y no como egresado del ITAM con posgrado en Harvard.
También les molesta que el presidente prefiera recorrer los municipios de México en vez de darle la vuelta al mundo. Les molesta todo: como habla, como camina, como sonríe, como sueña, como come. Les molesta por ser tal cual es.
Detrás de eso hay más emociones que razón, más odio que análisis. Pero hace un año tuvieron su chance y en las urnas perdieron. Perdieron todos los que hoy se quejan y se duelen de todo. Quisieran tener de nuevo a un presidente que se postra ante el Papa para besarle la mano.
Desde la comentrocracia de los medios de comunicación, los opinadores llevan al presidente a la hoguera todos los días. El chayote se acabó y eso duele hasta el alma.
Los de la marcha de ayer en la capital eran unos cuantos y como se vive en un país libre pudieron marchar sin que les sucediera nada. La prensa publicó la noticia y no hubo represión como se esperaría de un gobierno al que se acusa de dictador.
Los que marcharon negaron ser conservadores, fifís o de la derecha, tampoco ultra fundamentalistas ni nada por el estilo. Y tienen razón, son antiamlo porque para ese segmento de mexicanos 34 millones de votos no significan nada.
Quieren llevar a juicio político al presidente de la república y probablemente ignoren del todo qué es eso. Ven como una amenaza para la nación al presidente como si Salinas, Peña, Calderón o Fox hubiesen sido modelo de rectitud.
Esa es la visión de los vencidos del 1 de julio de 2018 y es la que se expresó en las calles de la capital potosina. Fue un absurdo puesto que es un sistema democrático quien gana las elecciones pasa a representar a todos. A los que marcharon ayer no, decían que López Obrador no los representa.
Odio y desprecio es lo que destiló la marcha de ayer: dos hombres, uno con máscara de Donald Trump, jalaba con una soga a otro con la careta de López Obrador. Eso les hacía felices y puede ser que hasta sintieran aires de revolucionarios.
Mientras marchaban iban en la cháchara y otros paseando al perro y otros de facha dominguera con cartulina en mano con una que otra leyenda de desaprobación a un presidente que apenas que apenas va por el tercer trimestre de gobierno, pero que a decir de esos, que eran unos cuantos, es el responsable de todos los males de la nación.
Resentimiento a flor de piel de quienes como los de la marcha de ayer quisieran que el gobierno federal se desbarranque, que truene la economía, que se devalúe la moneda, que huyan los capitales, que la violencia se potencie con cientos de miles de muertos más, que estallen disturbios en las calles, que se amotinen lo reos, que estallen huelgas y cierren las empresas, que los comercios sean saqueados y que las familias se dividan y se jodan.
La marcha de ayer fue un reflejo de la polarización social y política que todos los días se alimenta de nuevos enconos.
Sería prudente que de los que marcharon ayer y votaron por Xavier Nava echen un vistazo a Palacio Municipal y se pregunten si es que no cometieron un error el 1 de julio. O quienes en 2015 votaron por Carreras, deberían revisar lo hecho en cuatro años de gobierno y tal vez confirmen que sí, que cometieron un error al darle el voto.
Pero en San Luis y en México hay libertad de manifestación y en ese contexto, como ocurrió ayer, aunque sean unos cuantos pueden salir a la calle a decir lo que les plazca, pues no les va a pasar nada.