¡Estaba pensando en ti! ¿Casualidad?

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Al conocer a alguien o realizar ciertas actividades que nos llevan a otras decisiones, afortunadas o desafortunadas, siempre hay un dejo de duda que deriva en la siguiente pregunta: ¿Es por casualidad o hay algo detrás que ha hecho que se de esa coincidencia? ¿Las cosas suceden porque uno las guía o porque hay algo que las hila a nuestras espaldas?

Sin duda, el tema es interesante y tiene un nombre: sincronicidad.

Este fue un concepto acuñado por Carl Gustav Jung para explicar esos sucesos relacionados en algún sentido por una manera acasual, es decir, coincidencias que nos suceden diariamente y que no tendrían precisamente un origen explicado por el simple azar.

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La magia de las coincidencias.

De seguro, más de una vez te has sorprendido ante hechos tan comunes, como el estar pensando en una persona y de pronto, recibir una llamada de la misma, o en alguna palabra y escucharla de pronto en la televisión o la radio… Es algo común, pero para coincidencias (o sincronicidades) existe una que suele contarse muy a menudo y que le ocurrió al genial Anthony Hopkins…

Le habían propuesto rodar una película llamada “La chica Petrovka”, historia basada en una novela de éxito que se deseaba llevar a la pantalla. Como buen artista, Hopkins deseaba leer el libro para preparar correctamente el personaje, pero desgraciadamente, el libro llevaba fuera del mercado casi 20 años y era imposible encontrarlo en librerías.

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Molesto, se tuvo que limitar a inspirarse en las líneas del propio guión… O eso era al menos lo que pensaba, porque un día, al subir al metro, se encontró con un libro que alguien había dejado olvidado. ¡Sí! Precisamente era “La chica Petrovka”. El destino parecía decirle que debía formar parte de esa película. ¿Casualidad? Tal vez.

Jung concluyó en sus estudios que existe una imperceptible unión entre la persona y el entorno que la envuelve: cuanto más significativas son nuestras emociones, cuanto más simbólicas e intensas, más atraemos determinados actos hacia nosotros mismos. ¿Será magia?

En cierto modo para los discípulos de Jung, no sería tan positivo como parece, porque la mayoría de “coincidencias”, suelen darse en momentos con alta carga emocional negativa, como cuando atravesamos instantes de ansiedad o nerviosismo, instantes en que de algún modo, empezamos a cuestionar toda nuestra realidad.

 

Sincronicidad y Física Cuántica.

Ya que el concepto introducido por Jung, nunca ha tenido un sustrato aceptado por la comunidad científica, a la hora de hablar de la unión entre consciencia y el medio que nos envuelve, se entra más bien en el campo de lo parapsicológico, aspectos no muy aceptados porque escapan a nuestro conocimiento tangible y objetivo.

¿Se puede entonces explicar de manera lógica cómo explicar esta serie de singularidades que son tan habituales en nuestra vida?

Fue un premio Nobel, Wolfgang Pauli quien ahondó en este tema atraído por ese concepto y porque en su vida de científico, no dejaban de sucederse una casualidad tras otra, hasta el pinto de que sus colegas llamaron (casi de modo maligno y burlesco), a estas curiosas coincidencias “efecto Pauli”.

Para él, existían dos tipos de casualidades, las debidas verdaderamente al azar: si A causa B, entonces para que se dé B, primero debe ocurrir A. Es decir, una cosa determina a la otra.

Pero luego estarían las sincronizadas en sentido propio, es decir, dos hechos suspendidos separadamente en el espacio, se encuentran de pronto en un mismo instante temporal, sin que uno determine al otro.

La Física Cuántica también ha intentado dar una explicación a estos fenómenos a través de la resonancia mórfica y la interconectividad… la sincronicidad ocurre porque todos nosotros formamos parte de un campo unificado, un mismo escenario donde esas pequeñísimas partículas que componen la física cuántica, nos une en el espacio y en el tiempo, uniéndonos a través de una especie de tridimensionalidad… Algo complejo para un concepto tan atractivo, de eso no hay duda.

¿Y tú qué crees?

 

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