Estado de ánimo y elecciones

Octavio César Mendoza

El proceso electoral que estamos viviendo, tanto en lo local como en lo federal, es atípico por muchas razones; y por ello mismo, cualquier apuesta por el resultado final puede no ser lo que se anticipaba hace tres meses, cuando iniciaban las campañas; al menos, en lo que se refiere al ámbito de las municipalidades potosinas. Abrochen sus cinturones.

Hay una certidumbre, una sola: será un ejercicio donde por más llamados que se hayan realizado a votar de forma homogénea por un solo partido, una gran masa de electores practicarán el voto diferenciado. Aquí prevalece la idea del equilibrio de poderes y el acuerdo racional; excepto entre los votantes duros de cada signo partidista, que van a cinco de cinco por los suyos, más no en las alianzas, donde se dividen en dos segmentos: los decepcionados y los convencidos. Ahí se van fifty-fity, como las mentas.

Por ello, presumir una ventaja en una encuesta no asegura el triunfo para nadie. La naturaleza cambiante del estado de ánimo social es un factor que no se midió en los estudios demoscópicos en esta ocasión. La pregunta era fácil, pero no se hizo porque eso le quita el misterio a las casas encuestadoras: ¿Quién es el o la menos peor? Todo depende del Estado de ánimo. Con el calor que hace, puede ganar el que ofrezca aires acondicionados o “mini-split” junto a la despensa, pero si llueve y refresca ya no se le va a creer un ápice de promesa. Todo estado electoral, Kalimán, es emocional y no mental. Ahí va.

Durante tres semanas continuas, quien esto escribe llevó a cabo (junto con amigos sociólogos, antropólogos y psicólogos, entre otros) un ejercicio de medición del ánimo social en tres municipios cuyo nombre omito para no causar alarma. La pregunta esencial no era por quién piensa votar Usted, sino por quién no votaría, y cuál es el motivo. La estadística arrojó números muy interesantes respecto a las diversas razones de esa decisión: no hizo bien su trabajo, no me cae bien, es una persona mentirosa, hay personas malas detrás, no creo en lo que dice, ya estamos hartos, sólo le interesa el poder y la corrupción, etcétera. La respuesta era libre, no opcional. Las personas entrevistadas decían lo que les nacía del corazón. Al voltear de cabeza los resultados y las gráficas, aparecen las aproximaciones al resultado más probable, en coincidencia con varios estudios demoscópicos serios. Ok?

Al paso de los días, los datos de esa consulta generaron una realidad alterna que puede romper corazones: no hay eternos vencedores o perdedores, erróneamente se piensa que todo depende de qué aparato mueva más voluntades (hasta yo lo creía) y el margen diferencial entre punteros es tan variable como interesante en relación al margen de error, en función del número de votantes que acudan a las casillas: de 5 a 8 puntos porcentuales, si votan 6.8 de cada 10. Aviso: se cierran los espacios de negociación conforme avanzan los días hacia el 2 de junio. Ahora sí que el que traiga más canicas puede sentarse con el que traiga menos. Aritmética, chico -diría el gallo Claudio.

¿Pero por qué enfocarse en las emociones?, preguntará el sabio lector elector. Existen datos de encuestas que resultan ser ejercicios de promoción del voto, donde la gente rechaza de entrada al entrevistador o asiente al mismo por mera complacencia, casi por compasivo fastidio, y dice que sí le dará el voto al color de la gorra o la playera del promotor. Todo por salir del momentáneo y bochornoso compromiso, y tener otra bolsa para el mandado y otra gorra para taparse el sol. Ahí sucede lo peor: quienes levantan este tipo de encuestas de identificación llevan cuentas alegres a quienes las ordenan. Lo importante es quedar bien con el jefe, y no decirle la verdad. Así, se distorsiona una realidad que es mucho más compleja que pedir credenciales de elector y números telefónicos: las emociones del elector cuentan, y mucho. Son decisivas a la hora de ejercer el derecho a elegir a sus gobernantes. La gente, o más bien el individuo, ya no entrega su emoción tan fácilmente como antes. Sí le está dando atención a su intuición natural.

Esto sucede porque de algunos años a la fecha, la sociedad ha cambiado su forma de observar el valor y la trascendencia de su voto. Lo ve como un instrumento, más que una herramienta, con el cual puede causar un efecto emocional benéfico en su propia psique, y maléfico en la de los demás. Es una especie de magia oscura.

A la par de las cuentas alegres ya mencionadas, por otra parte, están las estimaciones sin sustento científico de cómo se va a repartir el voto oculto. Sí: ese temido 16 por ciento de la lista nominal, según los expertos. Aquí, el ánimo que impera en quienes dicen que aun no deciden, es el desprecio: ninguno vale la pena; pero se lo darán a quien les caiga menos mal, porque simpático no se les hace ninguno. Estos votantes no creen en carismas instantáneos.

Otro de los resultados obtenidos en torno al ánimo social en esta nueva era electoral, es el referente a la idea de acudir a la casilla: existen distritos electorales donde la participación de los ciudadanos puede alcanzar hasta un 68 por ciento. En esos distritos, el ánimo social está determinado por el rechazo a algo o a alguien. Los electores se definen como contrarios (“antis”) a movimientos sociales, partidos políticos, o individuos. Sienten que sus liderazgos han perdido su esencia, o los ha trastornado el poder. Por eso van a atiborrar las urnas, para que se les quite lo soberbios. La emoción posterior será un sentimiento de liberación. Cierto: como quitarse un peso de encima, o corregir un pecaminoso error. Mea culpa.

Sin embargo, si lo analizamos a fondo, la emoción que provocan esos sentimientos es la venganza. Habrá voto de castigo para todos, y el voto duro se reafirmará como una emoción, más que una convicción ideológica o sensación de pertenencia a determinada identidad político-partidista, para frenar al opositor o al gobernante que representan una amenaza a una forma de pensar que se percibe como correcta. El ejército va a la guerra. Así, los vuelcos electorales se pueden presentar en los municipios estudiados, siempre y cuando la movilización territorial de cada una de las maquinarias cumpla sus objetivos; pero como siempre hay un pero, entre las bases y las urnas, recordemos, están los operadores, muchos de los cuales reportan otra emoción que puede modificar o inhibir su funcionalidad cuando se les entrevista: el maltrato. Existen liderazgos que se han convertido en tiranos para los operadores, y éstos últimos están tentados por un secreto afán de venganza qué duerme al cobijo de la traición “fundamentada”, cuales Judas, pero con causa.

Para concluir este análisis, no arriesgo números proyectados de resultados finales, porque eso sería contrario al ánimo con mayor registro: la emoción de acudir a las urnas, y creer que el voto es el único mecanismo para transformar las realidades. En los municipios estudiados, hay emoción por ir a votar. Es una apuesta lúdica. No la quiero hacer de Monhy Vidente pero habrá cambios porque votarán muchos, como en 2018.

Que sea una elección copiosa, también significa que puede ser, además de cardíaca, una elección no asumida en sus términos de cierre de cifras definitivas por no pocos de los aspirantes a los puestos de elección popular primarios en disputa: alcaldes o alcaldesas, para que no me regañen.

En la medición del ánimo de los personajes, asoma la desconfianza en el resultado, la idea de que sus aspiraciones serán objeto de fraude, y su determinación de llevar la pelea de las mesas de las casillas donde se contarán los votos, a las mesas de los tribunales. ¡Hay tiro!

Así que también hay que calmar los ánimos, damas y caballeros. Cada quien ha hecho su mayor esfuerzo, y el espíritu democrático debe sujetarse a dos realidades imbatibles: en democracia, se gana o se pierde, aunque no todos ganan como el América, sin honor, o pierden como las Chivas: sin pelear.

Y también, hay que comprender que estudiar las emociones y los sentimientos de los electores desde una óptica sin prejuicios, sin filias ni fobias, lleva a la mejor toma de decisiones desde la mismísima elección de los perfiles a subir a la tarima, haciendo del ejercicio del intelecto una de las áreas fundamentales para quienes aspiran a retener o acceder al poder. Sin inteligencia, guiados por el ego, y con los latidos desbordados, se diluyen aquellos liderazgos que no son capaces de entender la realidad para, a la siguiente, modificarla en su favor. No todo es parafernalia, managers.

Votemos todos, para que ganemos todos. El futuro comienza el 2 de junio. En lo personal, voy a darle mis cinco votos al Verde. Desde niño es mi color favorito. Sí: también soy un elector sensible y emocional.

¡Felices elecciones!

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.

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