Óscar G. Chávez
La inseguridad no disminuye, la noticia de esta semana a ese respecto fue el ataque al centro de readaptación de La Pila, una respuesta tardía de la Guardia Civil y un gobernador más preocupado por organizar una feria de pueblo y dar a conocer que J. Balvin actuará en ella, que por los asuntos de fondo y verdadero interés para el estado.
Con toda seguridad en las esferas de gobierno se dirá que el secretario de Gobernación señaló que la situación en San Luis Potosí no es tan crítica ni ha rebasado la media nacional, pero para los promedios que estábamos acostumbrados a vivir hace algunos años, y para las promesas de Ricardo Gallardo de pacificar el estado una vez que su Guardia Civil entrara en función, pues como que no encajan esos dichos.
Lo cierto es que ni Adán Augusto López, ni Ricardo Gallardo Cardona viven en San Luis Potosí, aquel vive en Ciudad de México y éste vive en el mundo que ha construido para sí, un mundo de fantasías donde imperan sus alardes y megalomanías, en el que goza de total aceptación y no ocurre nada que perturbe el orden por él establecido.
La ola de violencia no es cosa nueva, comenzó durante el gobierno de Marcelo de los Santos, y continuó durante los de Fernando Toranzo y Juan Manuel Carreras; el silencio y la actitud disimulada de gobierno tampoco es cosa nueva. Dentro de la propia ciudadanía nadie dice algo aunque todos lo suframos, pero así son las cosas por acá, y a ello nos hemos acostumbrado.
La normalización de la violencia ha alcanzado tal nivel que a nadie sorprende que el gobernador prefiera hacer anuncios parroquiales de todo tipo a pronunciarse sobre el problema de fondo, hoy es la feria, después salones de belleza colectivos, y quizá al rato cabello para el padre Priego; es aquí donde habría que preguntar por qué no se enfrenta a la delincuencia de una forma frontal y directa.
Si la inseguridad forma parte de lo que le dio por llamar “herencia maldita” es conveniente señalar que los propios cuerpos policiacos que ha conservado en funcionamiento, forman parte de la misma herencia. Sin embargo, el problema de fondo todos lo conocemos: no existe una estrategia real para enfrentar a la delincuencia y a la inseguridad, como tampoco existen una estrategia real ni acciones para nada. Éstas acaban más pronto de lo que acabaron las despensas que se repartían en Sedesore al inicio de su gobierno.
Gobernar a partir de ocurrencias pudo resultar en un inicio prometedor para Gallardo, y atractivo para el electorado; el uso recurrente de fanfarronerías parecía darle resultado, pero ya la ciudadanía ha comenzado a darse cuenta que esto no va más allá de los cinco minutos momentáneos de notoriedad y las páginas periodísticas del día siguiente.
De qué ha servido, por ejemplo, la demolición del arco de acceso a Ciudad Valles, o la pesada entrada al parque Tangamanga, ¿qué beneficios reales ha aportado a la sociedad?, el único será posiblemente en unos años, ya cuando Gallardo haya dejado la gubernatura, y todo esto acabe siendo vendido como fierro por kilo, de ahí en fuera no veo ningún otro.
Eso es lo de Gallardo, desviar la atención de lo real para lograr concentrar la atención de la ciudadanía en sucesos sin trascendencia que no tienen mayor beneficio ni peso social más allá de la forma en que los presenta. Menos mal que las pipas de agua ya abastecen a los hermanos de Nuevo León.
Todos seguimos esperando que licencias y placas gratuitas acaben con la corrupción, o que se actúe sobre aquellos que desfalcaron el erario en el pasado, o incluso en el presente, nada ha dicho por ejemplo sobre Sergio Desfassiux, destituido del Instituto de Capacitación del Trabajo, por resultar una auténtico pillo, o del ex director del Archivo Histórico a quien se le sigue una investigación por la desaparición de material allí resguardado.
Esos son los males menores, de los mayores es mejor no preguntar, porque no habrá respuesta, antes saldrá un secretario de Gobierno que señalará que este gobierno no es igual a los anteriores, que el avión no despegó, que aquí todo es transparente, que no son cortinas de humo, que las cosas se mencionan conforme se le ocurren al gobernador y no de acuerdo a la importancia que merecen.
Hay quienes –hombres de buena voluntad– siguen pensando que el gobernador tiene un interés real en que los potosinos no sufran el embate de la quinta ola de coronavirus, pero, diciendo las cosas como son, su único propósito es evitar que la Feria Nacional Potosina sea suspendida; es la primera de él, y evidentemente no va a permitir que se le escape la oportunidad de que se dirijan a él todos los reflectores ya que la proyección de su imagen personal va a la baja.
“Adelantar las vacaciones escolares para frenar la quinta ola de covid y tener Feria”, no lo pudo decir de una manera más clara; el que se cumplan a cabalidad los planes de estudio no tiene mayor importancia, él sabe bien que la escuela y la formación académica no importan para nada. Lo único que interesa es el espectáculo en un gobierno que pretende ser más espectacular que los quince años de Rubí, pero cada vez se asemeja más a un el pastel de seis pisos en caída.
Por cierto, el Covid y el aislamiento resultaron perfectos para Enrique Galindo, después de brillar en la madre patria, casi tanto como su escoba de plata, no pudo articular una mejor estrategia para evitar ser vapuleado verbalmente por el Pollo.