Marcela Del Muro
Las alrededor de 40 mujeres que quedan en el ala femenil del Centro de Reinserción Social (Cereso) de La Pila llevan diez días maldurmiendo. En las noches, unas hacen guardia mientras las demás intentan descansar. Así van pasando los días, turnándose el sueño entre el miedo, la angustia y la esperanza —que parece perdida— de seguir en contacto constante con sus familias y viviendo en condiciones un poco más dignas.
Me reuní con hermanas y madres que forman el Colectivo de familiares de mujeres privadas de la libertad en los Centros Penitenciarios de La Pila y Xolol. En estos últimos meses han visto el deterioro de la salud física y mental de sus mujeres queridas encarceladas en la capital del estado y en la Huasteca.
A las mujeres en La Pila se les han disparado los episodios de ansiedad y depresión desde el último traslado, la madrugada del 7 de enero, de aproximadamente 25 compañeras al Cereso de Xolol, en el municipio de Tancanhuitz, a cinco horas de la capital.
“Nosotras también estamos desesperadas, estamos muy preocupadas por ellas. Allá [en Xolol], las tienen en condiciones inhumanas”, dice la hermana de una mujer privada de la libertad.
Las familiares denuncian violaciones graves a los derechos humanos de las mujeres que han sido trasladadas:
“Allá no hay luz y el agua está contaminada, la poca que llega”. “Hay infecciones y no tienen posibilidad de atención médica”. “No tienen toallas sanitarias, le dan un sobre de champú para los días”. “Las golpean y las tienen amenazadas, tienen que decir que todo está bien”. “Viven entre animales, ranas y cucarachas”. “No las traen a sus audiencias y eso hace que el proceso sea más largo”, entre muchas otras violaciones.
El año pasado, el Xolol reprobó la evaluación del Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria, elaborado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH); las autoridades estatales desmintieron que existieran deficiencias en el penal femenil, incluso se mencionó que las buenas condiciones eran conocidas por los familiares. Sin embargo, las mujeres entrevistadas mencionan que se mantuvieron en silencio por el miedo a represalias contras sus familiares encarceladas.
Se sabe que el traslado al Xolol es inevitable. “La idea es llevárselas a todas”, dice una mamá, porque el ala femenil del penal en la capital será cerrada próximamente. Las familias reclaman que se las llevan sin avisar, a un lugar tan lejano; rompiendo los lazos familiares de decenas de mujeres: hijas e hijos que dejarán de visitar a sus madres con frecuencia, mamás, papás y hermanas que no podrán ver y ayudar a sus presas cuando lo necesiten, esposos que se quedan en La Pila.
Los traslados a la Huasteca iniciaron en septiembre de 2023, cuando se anunció que agruparían a las mujeres en un solo recinto por recomendación de la Asociación de Correccionales de América. Desde entonces, los familiares de las primeras mujeres trasladadas se quejaron de la lejanía del Cereso y denunciaron la violación de los derechos de sus personas privadas de la libertad a estar lo más cerca posible de su familia.
El secretario de Gobierno, J. Guadalupe Torres Sanchez, mencionó que “al final del día no las estás trasladando a otra entidad, se trata de la propia entidad donde están ellas. Y sí es una distancia importante, pero bueno, así son las condiciones”.
Para el colectivo de familias estos traslados son arbitrarios e injustificados, son un ejemplo claro de violencia institucional que da un mensaje de discriminación y punitivismo por el simple hecho de ser mujeres. Es el propio Estado que deshumaniza, violenta y vulnera a las mujeres encarceladas, alejándolas de sus familias y desterrándolas a un lugar sin condiciones dignas de vida.
“Nadie merece vivir en esas condiciones, además, no olvidemos que muchas no son culpables. ¿Por qué se las están llevando a ellas? Si son las que no dan problemas, son la más productivas”, reclaman.
El último traslado
“Cuando prenden las luces [durante la madrugada, como a las tres de la mañana] es porque ya está un policía esperando. Y, les gritan: ‘Órale, rápido, muévanse’ y se las llevan en las perreras, que son unas camionetas. En siete minutos hacen todo”, relata una de las hermanas y agrega que las mujeres en La Pila duermen con ropa y tenis porque se las llevan tan rápido que no alcanzan a tomar nada.
Una mamá se queja que el último traslado, el del 7 de enero, fue muy violento; entraron hombres por ellas, violando sus derechos, las esposaron de manos y pies y las golpearon. Las familias se enteraron hasta que les tocó visita y no las dejaron entrar. “Se las llevan a escondidas y prácticamente están desaparecidas”, señalan.
Las mantienen en calidad de desaparecidas, dicen las familias, porque no les permiten comunicarse con ellas, las autoridades tampoco informan que se las llevaron.
“No nos dicen si llegaron bien, es un camino largo, peligroso y además se las llevan de madrugada. Y está la gente con la angustia, no se sabe si llegaron y si están allá”.
Ya en Xolol las mantienen aisladas, cumpliendo una cuarentena para “desintoxicarlas”, se han justificado los traslados argumentando que las mujeres tienen problemas de adicciones, pero las familias lo niegan.
“Ya se las están llevando a todas, por ejemplo, en el último traslado se llevaron a las más productivas”, comentan.
Vivir en el Cereso de Xolol
El municipio de Tancanhuitz se localiza en pleno corazón de la zona Teenek, en la Huasteca potosina. Es un lugar rico en cultura y vegetación. Su clima es tropical, lo opuesto al semidesértico de la capital del estado. Podemos decir que el clima huasteco es extremo para las personas que no están acostumbradas a él, el calor es sofocante a finales de la primavera y principios del verano, y el frío húmedo se clava en los huesos durante el invierno.
Las familias comentan que el Cereso de Xolol se encuentra en una zona pantanosa en medio de la selva. Las presas viven entre insectos y animales, sobre todo entre ranas y cucarachas.
“Han llegado a decir que les caminan cucarachas cuando duermen”, comenta una hermana, mientras simula patitas con sus dedos y los pasa por su rostro.
Las condiciones sanitarias son deplorables y la escasez de agua las acrecenta. Las mujeres no pueden bañarse, aunque el calor sea extremo; los baños están constantemente sucios y tampoco cuentan con productos de higiene personal. Pero, lo que más preocupa a las familias es que el agua está contaminada, provocando todo tipo de infecciones.
“El tema de salud también es importante. Hay mujeres embarazadas y mujeres con niños. El agua no es apta para el consumo, sus pieles están muy maltratadas, algunas han tenido infecciones”, las familias del colectivo también hablan de enfermedades urinarias, estomacales e, incluso, vaginales.
Acá en La Pila no tienen agua siempre, pero tampoco les falta, las mujeres la guardan en tinas, donde la calientan para bañarse. En la Huasteca esto no es posible y tampoco pueden calentar el agua porque no tienen electricidad para conectar las resistencias.
En Xolol tampoco hay trabajo, muchas presas viven y apoyan a sus familias trabajando en las fábricas, el taller de costura o haciendo manualidades de fomi.
“Allá no tienen quién les compre lo que realizan, no tienen nada que hacer. Tienen que ser mujeres activas, productivas, sino decaen”, comentan y agregan que recientemente entró una empresa al Xolol, pero sólo dieron 15 trabajos.
La mayoría de las mujeres que han sido trasladadas al Cereso en Tancanhuitz tienen sus audiencias en la capital del estado, esto ha complicado que los procesos sigan los tiempos dictados. La falta de electricidad impide que las mujeres lleven sus audiencias en línea, también les han negado traerlas a los juzgados por falta de gasolina. Esto ha provocado que se difieran y se atrasen los procesos.
“Lo que nos preocupa es que las condiciones no son adecuadas. Desafortunadamente, nos hemos dado cuenta que es un tema muy personal contra las mujeres. No entiendo por qué actuar así con ellas, no son muchas y no dan problemas”, señala una de las hermanas, mientras el resto de las mujeres asienten.
El abandono de las mujeres presas es provocado por el Estado
“Yo pensaba que ya no existía la discriminación, pero la vida me demostró lo contrario”, comenta una de las hermanas y reflexiona sobre la lejanía entre la capital del estado y Tancanhuitz.
“La mayoría de las mujeres que están o estaban en La Pila son de aquí [de la capital] o de municipios cercanos”.
Las visitas en La Pila son los martes y sábados, regularmente las y los niños van a visitar a sus mamás los fines de semana, algunos viajan desde municipios cercanos en la zona Centro o Altiplano, junto a sus abuelos o tías.
Para ir al Cereso de Xolol las familias tienen que viajar más de 300 kilómetros desde la capital. Existe la súper carretera de cuota donde, según la página de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, gastas más de mil pesos por viaje entre casetas y gasolina de un carro pequeño, y te permite llegar en cuatro horas y media; también está la libre, una complicada y angosta carretera con bastantes curvas en medio de la selva, donde gastas más o menos 500 pesos de gasolina de un carro pequeño y llegas en cinco horas, dependiendo del tráfico.
“La distancia complica, no es fácil llegar. Mujeres que antes tenían sus visitas cada martes y sábado, ahora sus familias van cada dos o tres meses. Es muy difícil porque no todos tenemos los recursos para visitarlas hasta allá, están violando los derechos de ellas y de los niños”, menciona una hermana del colectivo.
En Xolol las visitas son los jueves y domingos. “A mí se me hace más complicado porque tienes que regresar el lunes al trabajo y a la escuela”, comenta una hermana. “Están violentado también nuestros derechos como familias porque no podemos verlas, estar con ellas un rato”, menciona una de las mamás.
Las visitas familiares es lo que les da vida a las mujeres privadas de la libertad. Las familias mencionan que hay muchas mujeres que son olvidadas al entrar a la cárcel, pero con la lejanía del Xolol ha aumentado el abandono, lo preocupante es pensar en los trastornos de salud mental que pueda generar la soledad en las mujeres presas.
El Colectivo de familiares de mujeres privadas de la libertad en los Centros Penitenciarios de La Pila y Xolol invitan a las mujeres potosinas y a la sociedad en general a voltear a ver las condiciones en que tienen a las mujeres presas en la Huasteca y llaman a no ser cómplices de esta injusticia.
“Las prisiones no pueden seguir siendo espacios de tortura, violencia y deshumanización para las mujeres. Al contrario, deben transformarse en lugares que posibiliten la verdadera reinserción social, basada en la justicia, la dignidad y el respeto a los derechos humanos”, señalan las familias.
El Colectivo exige que se garanticen condiciones dignas de vida para las mujeres privadas de la libertad: acceso a agua potable y servicio de electricidad, una dieta suficiente y nutritiva, atención médica, espacios limpios y libres de plagas y animales; exigen se respete el derecho de proximidad familiar de las mujeres presas y parar con los traslados que solo han fragmentado familias.