Ciudad de México (29 de noviembre de 2015).- Esculturas grandes y coloridas creadas con balas de todos los tamaños y figuras han llegado a salas reconocidas de Boston en Adelson Galleries y ahora en Bogotá, en Barcú, exponiendo diferentes animales y paisajes del mundo salvaje. Las balas, que generalmente nos remiten a un lugar oscuro y destructivo, en este caso construyen el pelaje, los dientes y las plumas de leones, zorros, conejos y aves que adornan las paredes blancas de una sala de exposición.
La antítesis simbólica que se presenta en estas obras es de cierto modo problemática. Sin embargo, ese objeto de muerte sirvió de inspiración para el artista Federico Uribe, egresado de Arte de la Universidad de los Andes de Bogotá en 1988, y posteriormente de una maestría en Bellas Artes en Nueva York.
Su trabajo artístico, que en este caso saca belleza de la destrucción, se ha enfocado generalmente en utilizar elementos de la vida cotidiana para crear objetos que pierdan su identidad principal y se conviertan en herramientas que crean algo mucho más grande: torsos de mujeres desde el cuello hasta las piernas hechos con dominós, pedazos de fruta o monedas; flores de todos los tamaños con figuras de metal y cuerpos de mujeres, hombres y niños con pedazos de colores en un lienzo, son algunas de las series que Uribe se ha propuesto crear. Con la utilización de objetos cotidianos, el artista se ha enfocado en crear esculturas que tengan un nuevo significado.
Esta última serie, Quedemos en paz, hecha a base de balas de armas recicladas que compra por peso, construye un mundo salvaje donde sus protagonistas son los animales que hacen parte de nuestra fauna. En este caso, su idea era despertar belleza a partir del símbolo de violencia, pues el reto es demostrar que la vida siempre se renueva y la belleza siempre está presente, así provenga de lo que normalmente no es bello.
A pesar de encontrarse en un país donde la violencia ha sido protagonista por muchos años, esta obra no trata de sumarse a aquellas que la usan como símbolo por sí mismo. Uribe, con sus paisajes del mundo salvaje, tiene un fin puramente estético en el que logra volver a definir las balas en un origen de belleza.
Con su trabajo, Federico se ha propuesto entender el peso simbólico de cada material que utiliza en sus series. Lo importante, pues, es crear sus imágenes con coherencia: que el material de construcción aporte un nuevo elemento al objeto deseado. Se redefinen los objetos con la utilización de más objetos. “Ya una bala no representa lo mismo cuando es expuesta de una manera distinta”, afirma.
Para crear cada escultura de Quedemos en paz, se requiere de un proceso largo y dispendioso entre el artista y sus dos asistentes para realizar planos acerca de lo que van a construir y cómo van a hacerlo. Cuando ya finalmente tienen un esquema a seguir, empieza la construcción. Cada escultura se demora de tres a cuatro semanas en ser construida, según Federico, en las que hay una planeación del animal y de su postura. Después se juntan las piezas con otros materiales que no quiso revelar por los imitadores.
Por eso sus obras, más que recalcar formas de violencia, se enfocan en demostrar que la vida siempre está presente, sea por medio de balas y armas de destrucción.
Fuente: Sin Embargo.