Óscar G. Chavez
Según el diputado verde Eloy Franklin, los funcionarios del actual gabinete estatal que en distintas etapas han sido removidos de su cargo no se adaptaron al frenético ritmo de trabajo del gobernador. Lo más probable es que, al igual que el propio gobernador cuando habla mucho más rápido de lo que piensa, no haya alcanzado a darse cuenta de lo que dijo o quizá ni lo supo.
Días después de esos dichos el propio gobernador declaró que no dejaría de hacer cambios hasta el último día de su mandato y hasta el último cuarto de hora. ¿Qué necesidad y qué necedad?, ¿no es mejor hacer una selección de perfiles idóneos desde un inicio?
La cosa quizá no iba mal hasta ahí, los cambios en cualquier gabinete en ocasiones son necesarios y deseables, sin embargo decidió darle el toque de folclor que le enseñaron las catequistas de Alvarado y, al margen de exhibir su característica vulgaridad, se lanzó contra los funcionarios de la herencia maldita, de esos que “no servían, pero ahí los dejaban que hicieran sus chingaderas, robaban, saqueaban, les valía madre, eran huevones y no pasaba nada, no los cambiaban.”
No tengo el dato a la mano y no viene al caso hacer un recuento de aquellos personajes que en la administración anterior tuvieron esos agradables distintivos, pero tampoco es necesario ir tan lejos ahí están su secretario de Turismo, Juan Carlos Machinena y su general de Gobierno, J. Guadalupe Torres, si bien el primero es huevón y no sirve ni para decorar, el segundo como diputado sí hizo –y con creces– sus chingaderas, robó, saqueó y le valió madre. Y todavía negoció con Cándido.
Si tomáramos como rasero los adjetivos empleados por el gobernador, nos daríamos cuenta que no habría diferencia alguna, entre este gabinete y el anterior; éstos los cultivan y dobletean en nivel superlativo, con la única diferencia que lo que allá se lo robaron en seis años, aquí lo hicieron en uno.
Tampoco debe olvidarse que con todo y las echadas del gobernador de perseguir, encarcelar y obligar a devolver lo robado, hasta el día de hoy fuera de la extitular de Salud y del de Desarrollo Urbano, no se ha sancionado a ningún otro funcionario de ese nivel. Entonces o no hubo la voluntad o no hubo los recursos; de ser lo primero fue por no contar con pruebas sólidas y, de ser lo segundo, es porque no existe la capacidad técnica y operativa para lograrlo. Así, al igual que la administración anterior, estamos en manos de unos incapaces.
No, no lo son, se exagera, una de las grandes capacidades del gobernador es hablar de más y al mismo tiempo que exhibiendo sus carencias, incapacidades y vulgares ambiciones. Así que no será de extrañar que aunque los cambios sigan ocurriendo hasta último momento, este continuará siendo un gobierno de incapaces hasta el último momento.
El origen de esto parte de los muchos compromisos con los que llegó Ricardo Gallardo a la gubernatura, de tal suerte que sus colaboradores no sólo salieron de los cuartos de intendencia y archivos muertos de la alcaldía soledense, sino que muchos otros le fueron impuestos por grupos con los que tenía intereses contraídos. Fueron estos últimos los que aportaron el peor y ensalitrado cascajo a la administración estatal; daban lo mismo patibularios que tinterillos, edecanes que cantantes, golpeadores que delincuentes prófugos. Lo peor de diversas administraciones del partido Verde acabó en San Luis Potosí.
Esto lleva a pensar que Ricardo Gallardo no es el hombre fuerte, o dueño absoluto, de la política potosina que quiere aparentar o dice ser. El empuje que le permitió llegar a la gubernatura radica en el apuntalamiento que de él hizo ese partido; ya casi dos años han transcurrido y todavía no ha podido nombrar libremente a sus colaboradores. Esto también podría explicar que el misterioso incremento de la deuda pública y de los haberes gubernamentales desaparecidos no deriva de lo que él se embolsa, sino de lo que tiene qué reponer. ¿Será el verdadero motivo de su frenético mal humor?
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor no necesariamente representan la postura de Astrolabio.