Por Victoriano Martínez
Cuando un funcionario se asume como el centro de la acción de toda la función pública y sus colaboradores se convierten en séquito que antepone el culto a la personalidad por encima del servicio público, el riesgo de perder derechos ciudadanos que están obligados a garantizar, porque para eso fueron electos, crece.
El esfuerzo propagandístico que realiza una autoridad para convencer a la población de su efectividad como servidor público es directamente proporcional a la negligencia con la que se conducen en los asuntos verdaderamente relevantes… y un ofensivo culto a su egolatría con efectos perjudiciales para la población.
El alcalde Enrique Galindo Ceballos ha hecho de su confinamiento por haber salido positivo a COVID no sólo un acto de promoción como figura muy responsable con las medidas sanitarias, cuando en diciembre también promovió las aglomeraciones con su festival navideño, sino que lo ha llevado a mostrar lo poco que le importa la seguridad de la población, a pesar de su formación como policía.
La urgente puesta en operación de patrullas en la ciudad, tras la irresponsable medida de su antecesor de hacer depender la vigilancia en el municipio a un esquema de arrendamiento de los vehículos sin prever mecanismos para no dejar desprotegido ese aspecto con el cambio de administración, hoy además queda supeditada a un protagonismo ególatra.
Antes de salir positivo a COVID, Galindo Ceballos había anunciado para este lunes la puesta en operación de 100 patrullas para reforzar la vigilancia. Ahora, a través del área de Comunicación de la Dirección de Seguridad Pública Municipal se informó que la entrega fue aplazada para el 24 de enero debido a la situación de salud de los funcionarios.
De por sí, 108 días para corregir esa deficiencia en un tema tan delicado como la seguridad son demasiados, anteponer el culto a la personalidad con un banderazo para la fotografía y la propaganda vía gacetillas en medios de comunicación al postergar una semana el proporcionar una mejor protección a la ciudadanía, constituye un exceso de irresponsabilidad.
Si se considera que la presencia de una patrulla y la proximidad de los cuerpos de seguridad es un elemento que inhibe la comisión de delitos, ¿de cuántos delitos se podrá considerar como responsable a un alcalde que, su ego por delante, prefirió mantener siete días fuera de circulación 100 patrullas simplemente porque él tiene que ser el protagonista del banderazo?
En su caso, y por su lema de campaña, debería tener claro que se eligió un alcalde para servir y proteger, pero con el aparato propagandístico a su servicio para promocionar su imagen al grado de supeditar a ese objetivo la urgente protección de la ciudadanía, es claro que –contrario a lo que se esperaba– llegó para servirse, así desproteja una semana más a la población.