Óscar G. Chávez
Ahora parece que el gobierno estatal se convertirá en proveedor y comercializador de servicios; nuestro gobernador ofreció internet gratis en todos los hogares, escuelas, hospitales e iglesias. No pasará de una hablada más, seguramente (al igual que yo) no tiene ni idea de cómo se interconecta y distribuye la red informática descentralizada de alcance global.
La cosa no acaba ahí, ya con toda la autoridad que le confiere su gerencia mercadotecnia y comercialización y la experiencia adquirida ofreciendo internet y pornografía en las escuelas, invitó a la iniciativa privada a contratar el servicio con gobierno del estado, porque será 50% más barato de lo que pagan en este momento. Ojalá en breve se convierta también en proveedor de seguridad y servicios de limpieza.
Pero mientras con unos se muestra generoso, a otros les pichicatea hasta lo mínimo indispensable para laborar de manera digna; ya es más que evidente. La creación de nuevas dependencias que generen un mayor trabajo y no necesariamente desaciertos para el aparato burocrático no se puede llamar efectividad, según el secretario general de Gobierno debe entenderse como burocracia. Habrá quienes piensen que, dadas las dimensiones de las dependencias que integran la administración pública, esto pueda ser cierto, pero hay algo que haría suponer que la preocupación en realidad surge de los recursos económicos que sean necesarios destinar para integrar y poner en funcionamiento nuevas dependencias: la voracidad con la que se conduce esta administración.
Dentro de este esquema de lógica se encuentra también la fusión o desaparición de otras secretarías (para qué gastar en tantos secretarios), de tal suerte que la creación de una fiscalía especializada en atender feminicidios costaría bastante en lo que a logística material y humana se refiere, los feminicidios bien pueden continuar siendo atendidos por una dependencia entorpecida y cargada de vicios como es la Fiscalía, en tanto que la idea no es optimizar atención y resultados sino adelgazar la nómina y los gastos operativos para embolsarse o desviar los recursos a obras de relumbrón.
La idea de transformar la desaparecida Procuraduría de Justicia del Estado y crear un ente autónomo e independiente como debía serlo la Fiscalía, sólo se encuentra contenido en papel y en ilusoria teoría; letra muerta apegada a la máxima del derecho novohispano: obedézcase pero no se cumpla. La dependencia es una extensión del ejecutivo y el fiscal un empleado que seguramente recibe una compensación como vocero adjunto.
En el mismo sitio se encuentra el coordinador de la bancada Verde en el Congreso, José Luis Fernández Martínez, quien ante cualquier declaración del gobernador, por desafortunada que sea, servil y oficioso se adhiere y apoya el dicho.
La utópica oposición legislativa, inoperante y temerosa desde un inicio, se muestra más que precavida silente, de ahí que causa cierta sorpresa (y merece reconocimiento) el diputado Juan Francisco Aguilar, quien no sólo dijo que el fiscal no debe depender del gobernador, sino también que insistirá en la creación de la mencionada fiscalía. Llamarada de petate, con ese arrojo deberían manifestarse frente a cualquier exceso; por cierto, quien anda medio perdido es el diputado Rubén Guajardo, pareciera que se esfumó su espíritu contestatario y combativo.
Parece que todos los se han convertido en empleados del gobernador, o al menos él paga los salarios de su bolsillo, situación que está para pensarse después de ver el trato que da a sus subordinados; el ejemplo más reciente son el cesado director del Inpode y el condicionado del Inpojuve, quien se mantiene en el cargo (por ahora) porque su graciosa majestad generosamente le concede una segunda oportunidad.
Alguien con más dignidad y menos necesidad de inmediato le aventaba el arpa. El mensaje de indulto que el gobernador le dirige es una joya del despotismo gubernamental en nuestros días: “se le va a dar un voto de confianza, va a terminar el año, pero deberá hacer los cambios que tenga que hacer dentro de su equipo de trabajo, a lo mejor su error es que no ha depurado la maldita herencia que nos dejaron”. La magnanimidad ante todo, pero luego, al referirse a la herencia, pareciera que lo hace pensando en lo económico, luego caeremos en cuenta que él es único especialista en depurar; pero si por herencia maldita se refiere al personal, sus señalamientos infames, aunque no es de extrañar, pensará que los burócratas son de su propiedad y puede tratarlos como a sus caballerangos y mozos de cuadra.
A veces se olvida que la única herencia maldita que nos dejó el abúlico y cobarde Juan Manuel Carreras fue a su sucesor y su corte de rufianes.
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