María Ruiz
Los barrios históricos de San Luis Potosí alguna vez fueron el corazón palpitante de una ciudad que crecía de la mano de sus comunidades. Hoy, esos mismos espacios son escenario de un fenómeno que avanza sin freno: la gentrificación. Detrás de fachadas restauradas y nuevas propuestas comerciales, se esconde una realidad que desplaza, excluye y fragmenta el tejido social.
Daniela Melgarejo López, especialista en urbanismo sostenible, reflexiona sobre este fenómeno que transforma la ciudad bajo una lógica que rara vez considera a quienes han habitado estos espacios durante generaciones.
“La gentrificación inicia de manera sutil, con la llegada de comercios y servicios que no están pensados para los residentes locales, sino para atraer a personas de otras zonas o turistas. Esto marca un quiebre porque el barrio deja de responder a las necesidades de su propia gente”, explica Daniela.
La pérdida de identidad no se manifiesta únicamente en la transformación de los espacios públicos, sino también en el deterioro del patrimonio arquitectónico. Paradójicamente, son esos mismos edificios históricos los que, en muchas ocasiones, funcionan como anzuelo para inversionistas. Sin embargo, una vez apropiados, pierden su vínculo con el entorno y dejan de ser símbolos vivos de la historia de la ciudad.
“El patrimonio deja de ser algo con lo que la gente se identifica. Las construcciones pierden sentido porque no pertenecen ya a la comunidad que les daba vida”, señala.
El desarrollo económico, como lo plantea Daniela, es otro de los espejismos que trae consigo la gentrificación. Aunque se presume un crecimiento basado en la inversión y la apertura de nuevos negocios, estos rara vez tienen un impacto positivo en las comunidades locales.
“El verdadero desarrollo económico debería pensarse desde otra perspectiva, con economías alternativas y sociales. Es necesario que se generen incentivos para que las personas puedan emprender y permanecer en sus barrios, fortaleciendo así su propia economía y creando empleo local”, enfatiza.
Pero esta transformación no es solo económica; afecta también la dinámica urbana. Los barrios pierden su carácter caminable porque las nuevas dinámicas de consumo y movilidad imponen el uso del automóvil. Calles que antes eran puntos de encuentro ahora son estacionamientos improvisados.
“La gentrificación transforma la movilidad, la accesibilidad y los usos del espacio público. Todo se adapta a los nuevos residentes o visitantes, y los locales terminan sintiéndose ajenos en sus propios barrios”, añade Daniela.
En San Luis Potosí, la falta de políticas públicas para enfrentar este fenómeno es evidente. Mientras en otras ciudades ya existen regulaciones para controlar los alquileres, fomentar la vivienda social y limitar las construcciones que no respetan el entorno, aquí estos temas apenas comienzan a entrar en el debate público.
“No hay una estrategia clara para enfrentar la gentrificación. Se necesitan políticas urbanas con una visión a largo plazo, que integren la economía local, la movilidad sostenible y el acceso a la vivienda digna”, señala.
Las soluciones no son imposibles, pero requieren una planificación seria y estratégica. Un proyecto integral de rehabilitación de barrios, por ejemplo, podría ser un primer paso, siempre y cuando no se limite a intervenciones superficiales como bacheo o alumbrado.
“Cada espacio tiene necesidades particulares, y es necesario trabajar con las comunidades para definirlas. Los diagnósticos deben ser claros y las acciones, precisas”, sostiene Daniela.
La gentrificación no es solo un fenómeno urbano, es una problemática social que deja cicatrices profundas en el tejido comunitario. El barrio, con su historia, sus habitantes y su identidad, no puede ser visto como una moneda de cambio para el desarrollo económico mal entendido.
En las palabras de Daniela Melgarejo López resuena una verdad incómoda pero necesaria: “No se trata de evitar el cambio, sino de gestionarlo con justicia. Los barrios no deben ser espacios de exclusión, sino lugares donde el desarrollo beneficie a quienes han construido su historia con cada paso, cada comercio y cada hogar”.
La gentrificación no es inevitable, pero frenarla requiere voluntad política, planificación urbana consciente y, sobre todo, el reconocimiento de que detrás de cada barrio hay personas, historias y una identidad que merece ser preservada.