Por Victoriano Martínez
Aunque cada tres años el llamado a las urnas va acompañado por promesas de cambio por prácticamente todos los aspirantes a un cargo de elección popular, al grado de proclamar gobiernos del cambio, desde hace décadas los hechos muestran que no hay cambio, sólo una degradación y decadencia que exhiben con tal orgullo, que sin duda hoy prevalece un cinismo sin límite.
En pocos casos quedó tan exhibida la vocación delincuencial de servidores públicos como en el caso que se conoció como la ecuación corrupta, revelado el 12 de junio de 2017 por el entonces diputado panista Enrique Flores Flores.
La impactante descripción sobre la forma en que al menos cuatro diputados operaban un esquema para limpiar cuentas públicas municipales a cambio de un moche de entre el 10 y el 20 por ciento del monto de las irregularidades eliminadas equivalía a sorprender al ladrón con el botín en las manos.
Hace siete años, cualquiera pensaría que personajes tan desacreditados difícilmente podrían mantenerse como figuras públicas y quizá ante la revelación tan descarnada se imaginaría que para estas fechas todavía podrían estar presos.
Pues no, de los cuatro diputados abiertamente señalados, sólo Flores Flores, quien protagonizó el video con la vergonzosa descripción de su acto delincuencial recibió una sentencia a ocho meses de cárcel… en libertad.
Uno más, Manuel Barrera Guillén, desapareció de la escena local como dirigente del PVEM y lo último que se supo es que ocupó alguna cartera en la dirigencia nacional de ese partido.
Los otros dos, José Guadalupe Torres Sánchez y Oscar Bautista Villegas, son elementos destacados del grupo que hoy ostenta el poder. El primero como secretario General de Gobierno y el segundo como candidato a diputado federal por el III Distrito con sede en Rioverde, la zona de sus negocios turbios.
En la danza de chapulineos, obvios acuerdos impresentables, tómbolas mágicas y hasta nepotismos a los más altos niveles en la selección de candidatos de los partidos, es tal el estercolero electorero que seguro confían en que la ciudadanía ha perdido la capacidad de asombro y tienen campo abierto para su cinismo.
Si tras la revelación de la ecuación corrupta, Bautista Villegas se convirtió en el prototipo del político que marcado por la corrupción se apresura a asumirse reivindicado y, como buen limpiador de cuestiones irregulares, pronto pretendió sepultar su pasado en un “ya es historia”, hoy esa carga se la auto endosa el movimiento gallardista.
Resulta alarmante la justificación que dio el gobernador sobre la postulación de Bautista Villegas, al decir que “mientras que sean menos las críticas y mayores los adeptos, vamos a seguir apoyando gente que pueda incursionar en candidaturas”. Una lógica que abre la puerta a la posibilidad de que hasta líderes del crimen organizado puedan aspirar a cargos de elección.
Pero no parece que al actual grupo en el poder le interese tomar distancia de acontecimientos que causaron una indignación generalizada entre la población, sino todo lo contrario.
Hoy dos de los cuatro diputados protagonistas de la ecuación corrupta destacan con posiciones relevantes en la estructura de la gallardía, pero no parece ser la única presencia de personalidades de ese entorno.
Mayra Edith Velázquez Loera aparece como secretaria técnica del Consejo Estatal de Población en la actual administración estatal. Quizá tenga la trayectoria y los méritos requeridos para el cargo. No obstante, en la Contraloría General del Estado tienen el registro de un dato que les parece relevante: es la esposa de Enrique Flores Flores, protagonista principal de la ecuación corrupta.
Es como si la política la hubieran transformado de una actividad con vocación de servicio público a una en la que cada vez tratan de demostrar de qué manera se pueden burlar cada vez más de la ciudadanía sin que ésta reaccione. Cada voto que obtenga Bautista Villegas el 2 de junio representará un grado más de cinismo con el que se puedan presentar ante la población. Así de degradante.