Golpe de timón

Óscar G. Chávez

Casi como madruguete setentero y con la obligada secrecía, ocurrió anoche lo inesperado, Elías Pesina presentó la solicitud para separarse del cargo como dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional en el estado. No es que fuera impensable, simplemente no se veía venir, menos en un momento de aparente tranquilidad al interior de ese partido.

La salida, seguramente solicitada con todas las cortesías, del apático personaje que permitió que el entonces partido oficial en el estado se derrumbara estrepitosamente, por un lado presenta (y confirma) a Enrique Galindo Ceballos como el hombre fuerte del partido y dirigente de facto, pero por otro abre una serie de interrogantes que posiblemente en la semana se comiencen a responder.

Una cosa sí es segura y comienza a ser evidente, el inicio de una fuerte confrontación ya anunciada entre el gobernador y el alcalde. Una guerra política se avecina y para ello será necesaria una dirigencia fuerte, con experiencia y presencia institucional, capaz de respaldar en cualquiera acción y en todo momento al hasta ahora apacible alcalde.

Este hecho, con todo y que el priísmo como oposición se encuentra prácticamente desarticulado, si fue operado con la precisión que parece podría ser el inicio de una estrategia encaminada a convertirse en un verdadero parapeto contra el gallardismo y sus seguidores, de cara no sólo al proceso electoral local de 2024, sino también en lo que resta del sexenio.

Seamos realistas, de continuar el Partido Acción Nacional en el estado en manos de la actual dirigencia (no la institucional sino la verdadera) nuca será oposición real, antes bien siempre estará presente la sospecha de un pacto con el gobernador. De tal suerte que si la remoción de Pesina fue razonada como una verdadera estrategia, los pocos priístas que no han claudicado ni están maniatados, pueden ser si no los opositores por lo menos el freno o la horma al gallardismo.

Tampoco debemos pasar por alto que lo que podría ser la restructura del tricolor se da en un momento en que también podría comenzar a reconfigurarse la geografía electoral (y económica) de San Luis Potosí. Consideremos que Ricardo Gallardo es el principal promotor de la municipalización de Villa de Pozos; no es gratuito que en esta semana que concluye aparezca en las fotografía junto a la documentación entregada al Congreso.

Dentro de estos marcos y tomando como referente el futuro proceso electoral, es perfectamente perceptible que el violento constructo discursivo del gobernador sobre el asunto del agua e incluso el de la maldita herencia, tiene como único trasfondo disminuir a Enrique Galindo y por ende los escasos haberes políticos del PRI. No hay más, ni el agua ni los potosinos (como no sean en materia de votos) son de su interés; de serlo en realidad, el asunto se hubiera comenzado a solucionar hace ya algunos meses.

El quién sea el sucesor de Elías Pesina al frente del partido podrá comenzar no sólo a darnos una idea de lo que viene, sino también comenzará a delinear un panorama previo a la organización; lo cierto es que al margen de los grupos e intereses que represente deberá ser un dirigente de unidad, que logre tender un puente (sin tirantes) entre la ortodoxia y el pragmatismo, pero sobre todo deberá ser poseedor de una muy sólida visión del partido tanto en lo general como en lo particular.

No es de dudarse que Enrique Galindo ya sepa quién será el nuevo dirigente priísta, de otra forma no se explicaría el movimiento, los tiempos no están para experimentos ni apuestas del cuarto para la hora. Ya se verá qué viene y qué resulta, sin lugar a duda será más interesante que los boletos para el concierto de Luis Miguel.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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