Por Victoriano Martínez
Tan mal anda el gobierno que quienes hoy dicen gobernar tienen que despilfarrar el erario en una ridícula propaganda que pretende convencer de que “gobiernan bien” y son los mejores.
Si efectivamente lo fueran, no tendrían necesidad de cazar encuestas para tomar los datos que los favorecen, difundirlos a través de gacetillas y ocultar o hacer como que aquellos rubros en los que no les va bien para la imagen que quieren proyectar no existen.
Tampoco dejarían abierta la fundada sospecha de que hay casos de encuestas por ellos mismos patrocinadas, aunque difícilmente lo reconocerán y mucho menos informarán del desvío de recursos públicos al que tuvieron que recurrir.
En ambos casos, de las encuestas cazadas y de las patrocinadas, el desvío del erario no termina ahí, porque es obvio que no las consideran un mero espejo matinal frente al cual cantar el “Qué lindo soy, que bonito soy, ¡cómo me quiero!” del desaparecido Paco Stanley.
Si patrocinan encuestas cuyos resultados que los halagan de manera ficticia, no es para leerlas en la soledad de su despacho, sonreír y guardarlas en un cajón… porque ahí ni ellos mismos se las creen.
Si ponen a su equipo a cazarlas, depurarlas y maquillarlas no es para que les entreguen un reporte en el que, como Lord Farquaad de la película de Shrek, se ven posando sobre una armadura que los hace ver gigantes, aunque sepan en el fondo que son unos viles enanos.
Si las cazan y las encargan es para cacarearlas, lo que implica una inversión adicional con el envilecido objetivo de inflar su ego con costo a los contribuyentes: se emiten comunicados y se pagan gacetillas (propaganda disfrazada de noticia) en innumerables medios de comunicación.
Y no es que se les haya ocurrido ahora. Lo copiaron de sus antecesores y lo han llevado a extremos agresivos para los contribuyentes, al grado de convertir en más importante promocionarse con eventos masivos innecesarios, propaganda abierta y y también disfrazada de noticia, que es un atentado que vuelve a la libertad de expresión en libertad de negocio, y nulifica el derecho a saber.
“La realidad es otra, ellos están tratando de buscar su lana y es correcto y se vale, el gobierno pasado les daba dinero y yo todavía no pienso darles”, dijo el gobernador Ricardo Gallardo Cardona cuando la encuestadora Mitofski lo puso en último lugar.
Tras aquella declaración, es evidente que Gallardo Cardona pensó en darle dinero no sólo a Mitofski, en cuyas encuestas comenzó a subir como cohete que va a la luna, sino a otras encuestadoras que lo llevaron hasta la cima. Y no sólo lo pensó para su propia promoción, sino para la de su esposa, quien ya aparece como la segunda mejor presidenta de un DIF estatal.
Un cambio de pensamiento que fue más allá de entregarles “su lana” a las encuestadores y reforzar sus gacetillas, y en los últimos días estrenó una nueva vía de utilizar esa información construida a modo a través de sus redes sociales y por mensajes directos a teléfonos celulares.
¿Cuánto costo ese servicio de envío de mensajes? ¿De qué manera obtuvieron los números de celulares y cómo le hicieron para contar con autorización de sus titulares para darles ese uso? Por la opacidad que lo caracteriza, no sólo no se conocerá el costo, sino que hasta rechazarán que lo hicieron ellos o que se hizo con recursos públicos.
En cuanto a mostrar la autorización sobre el uso de un dato personal como el número de celular para sus fines, difícilmente contarán con la firma de cada usuario al que le llegó el mensaje en un aviso de privacidad, pero eso es lo de menos.
Una exhibición de lo vulnerable del derecho a la protección de datos personales ante la que la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información Pública se hará de la vista gorda, y lo saben. Por eso pueden violar ese derecho humano y se abrogan sin consentimiento el derecho de invadir el espacio personal de quien posee un teléfono celular.
Pero, ¿qué le pueden importar los derechos humanos a un gobierno que anda tan mal que tiene que despilfarrar los recursos de los potosinos en inflar su ego y en promover su imagen para tratar de convencer de que “gobierna bien” y asegurar que está entre los mejores? Halago en propaganda propia es vituperio.