Abelardo Medellín Pérez
Desde hace un semana el gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, se ha paseado y dejado ver públicamente con la misma ampulosidad populachera de siempre, pero con un muy notorio detalle: el gobernador tiene mucho miedo a algo.
En la misma semana que el gobernador rindió su informe, tuvo media docena de eventos públicos y entregas de programas sociales a los cuales la administración no citó prensa, no convocó medios, todo se llevó en sincretismo y lejanía.
En estos eventos, además de la discreción, la norma fue la misma: el gobernador se dejó ver como un animal político acorralado, con señalamientos y acusaciones subidas de tono, más de lo normal.
Qué tan venenosos habrían sido los reproches que en dos eventos distintos de la semana pasada, el gobierno censuró, así, censuró, una parte de los discursos de Gallardo Cardona.
Al día de hoy no se puede saber qué dijo el Gobernador en esas intervenciones, pero por los comentarios que esgrimió en el resto del material que se puede revisar aún, queda claro que no podía ser algo ni positivo alusivo al gobierno.
Gallardo Cardona, tras su tercer informe de gobierno, ha comenzado una gira de preparación para el 2027.
En sus eventos recientes habla (de nuevo) de la maldita herencia; en su delirio de político obradorista, el gobernador ha vuelto retomar su ya desgastada perorata de culpar el pasado y no señalar ningun culpable específico.
No solo eso. De manera directa y sin ocultarlo, el gobernador ha comenzado a preguntarle a los acarreados asistentes de sus eventos: ¿Verdad que no vamos a dejar que vuelva la maldita herencia en el 2027? Prácticamente, el jefe del ejecutivo estatal ya no lo oculta, pasea por las colonias con sus preocupaciones de fuera… Y su preocupación es asegurar la sucesión.
El 27′ se convirtió en el nuevo tema de sus eventos; se ve otra vez a Gallardo como lo que siempre ha sido: un eterno candidato preocupado más por la siguiente elección y menos por hacer su trabajo.
Al gobernador se le aprecia entonces en estado de alerta. Sus baños de pueblo se han convertido en espectáculos de odio donde además de enojado, se le nota temeroso.
La silla del gobierno está maldita no solo porque corrompe hasta al gobernador más joven y popular, sino porque convence a su ocupante de que la silla debe quedarse en casa.
Ahí reside el obscuro secreto que infunde miedo a Gallardo Cardona.
Desde hace varias semanas, mientras Gallardo debe gobernar y su esposa finge que disfruta el Senado, en la Huasteca se gesta un potencial competidor por la gubernatura en la figura de Gerardo Sánchez Zumaya, y es obvio que este perfil le apura a la Gallardía.
Aunque lo nieguen, hay una evidente señal de que Sánchez Zumaya es la piedra en el zapato de Gallardo.
Verán, el Pollo como el Ganso, es un animal político muy territorial con la agenda pública y el discurso.
Para saberse pleno, el Pollo como animal político debe sentir que su figura y opinión permean en todos los aspectos de la vida pública; por eso el gobernador habla por igual de inversiones extranjeras, casos de homicidio, reformas judiciales y hasta de la navidad.
Pese a ello, un hombre (porque no es más que un hombre) no puede abarcarlo todo y un aspecto que el gobernador no siempre ha podido manejar, es su dimensión religiosa como católico.
Aunque se presenta como un devoto, esa no es la imagen que los ciudadanos tienen del gobernador y lo que es peor, a la gente no le interesa conocer ese aspecto de él.
Mientras tanto, Sánchez Zumaya explota su simpatía religiosa y la usa incluso cuando se queja amargamente del gobernador al decir: “es más grande el que vive en mí, que el que vive en ti”.
Estas expresiones han alertado a Gallardo Cardona y, como consecuencia, durante los eventos pseudo públicos que ha realizado el gobierno se ha escuchado al gobernador hablar de “falsos profetas políticos”, y presumir insipidamente que ya ha leído siete veces la Biblia.
Dichos comentarios no son más que una expresión de su territorialidad y miedo. Para Gallardo, nadie debe hablar de lo público mas que él, nadie tiene la potestad del sufrimiento más que él, nadie sabe quién es el pueblo más que él y, ahora, nadie habla de Dios más que él.
El gobernador se asume, en vísperas del final de sus tiempos, en mandatarios, en su propio operador político rumbo a la sucesión, en patrocinador de Villa de Pozos, en diputado y ahora también en el pastor del séquito de sus acarreados.
De cara al 27′ veremos muchas otras facetas de este gobernador camaleónico que mucho abarca y poco trabaja; sin embargo, no debemos perder de vista que su ánimo por cambiar de piel, no es una ofensiva contra la maldita herencia, sino un intento de disimular el miedo que tiene a una sucesión de mandato que, sabe hoy, no podrá controlar.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.