Hasta Siempre Señora Conchita Calvillo

“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón": Fito Páez.

Portada: Conchita Calvillo clausurando la Minera San Xavier en Cerro de San Pedro/Fotografía: Martha Rivera

Enrique Rivera Sierra

“Conchita, ya me voy” le dijo mi madre a la Señora Conchita Calvillo a unos días de su partida, en el marco de una rápida visita en su domicilio. “Yo también Martita”.

Se despedían así dos amigas, que a la postre se hicieron comadres y a las que unirían por mas de 60 años –además de los principios éticos que marcaron sus vidas– infinidad de luchas y derroteros que tuvieron como tronco común el siempre poner en alto la Dignidad de la persona humana.

Ese carácter humanista que significó la Señora Conchita Calvillo es lo que hoy nos convoca, en tiempos en que todos contra todos –como cantaría el clásico– la Señora Conchita Calvillo supo contener, educar, asimilar y dar la pauta. Si el momento lo ameritaba entonces se plantaba en la puerta de un palacio gubernamental para impedirle el paso a los usurpadores, si la hora llegaba entonces no había que demorar en conseguir un candado y una cadena. Presurosa se apostaba frente a las puertas de una trasnacional minera para clausurarla, con el permiso que le daba la Constitución, y nada más.

Cuenta mi madre que allá por los años cincuentas, cuando por defender los derechos electorales de las y los habitantes de San Luis Potosí y evitar que les arrebataran el triunfo de la primera candidatura independiente a la presidencia municipal, el Doctor Salvador Nava encabezó la primera insurrección civil contra el naciente estado mexicano, en esa “rebelión de las provincias” la Señora Conchita Calvillo, su compañera, jugó un papel fundamental: organizar la resistencia con las redes que de barrio en barrio, colonia por colonia, fracción por fracción se entretejieron: las mujeres potosinas eran quienes suplían a los hombres en asambleas, reuniones clandestinas, mítines fugaces. Lo mismo de día que de noche, en ocasiones esas Señoras –que veían en el ejemplo de la Señora Conchita Calvillo la esperanza de terminar con años de un cacicazgo terrible– salían organizadas con comida para las y los detenidos de aquel mitin, o se organizaban también fuera de clínicas u hospitales para dar consuelo y apoyo a familiares de algún mal herido por las “fuerzas del orden”.

Nada las detenía, mi madre lo recuerda. Ya sus padres o esposos mejor no decían nada, sabían que “la cosa iba en serio y había que entrarle”, y si no entonces al menos no estorbar era lo debido. “Detrás de la raya, que estamos trabajando”, les decían. Y la Señora Conchita Calvillo en medio de todo aquello nunca perdía la cordura ni la calma, su voz y su gesto siempre amable invitaban a tener fe y como “la fe mueve montañas”, entonces la batalla sería larga. Nada estaba escrito y el estado mexicano se dio cuenta. El Ayuntamiento en manos del pueblo se convierte en una realidad. De 1959 a 1960 la ciudad comenzó una transformación nunca vista, nacen las Juntas de Mejoras, la iluminación en las colonias es compromiso cumplido, la rendición de cuentas. El gusto duró poco, los dueños de todo no iban a permitir que el ejemplo navista cundiera.

En 1961 el Doctor Salvador Nava se postula a la gubernatura, nuevamente de manera independiente. Triunfa nuevamente. El estado mexicano responde con el fraude. Llega la represión y con ella la cárcel.  La organización popular diseñada por la Señora Conchita Calvillo y sus compañeras, miles ya, dan de nuevo lecciones de Dignidad. Al ser detenidos los líderes del movimiento, el estado mexicano cree haber aplastado al navismo. No fue así. Los vasos comunicantes que el poder femenino inyectó por medio de la Señora Conchita Calvillo consiguieron apoyos nacionales, recursos y abogados de primer nivel nacional para que llevaran la representación jurídica de cientos de detenidos, entre ellos el Doctor Salvador Nava.

¿Qué se hace en estos casos, en 1961, con 6 hijos (5 varones y una niña), el esposo preso en el Palacio Negro de Lecumberri, acusado de Sedición, Motín y “otras linduras”, a horas de distancia del terruño, con un pueblo herido y reprimido? La Señora Conchita Calvillo resuelve resistir, no perder la calma, ponerle todo el empeño a la causa, no perder la fe: “Me voy a la Ciudad de México a ver a Chavo. Les encargo a los niños, les encargo la lucha. Les mando noticias, no se desanimen, esto va a pasar, Chavo está bien, no decaigan”.

Las compañeras iban a consolarla en Arista 1080, pero ellas salían consoladas. Era la Señora Conchita Calvillo quien dictaba la pauta: “Esto va a pasar, todo va a estar bien. Solo no dejemos de luchar, no estén tristes, no tengan miedo”. Así sucedieron las cosas en aquellos años, vinieron mas represiones, más encarcelamientos, ahora en la ex penitenciaria del estado, hoy convertida en centro cultural; sus muros transpiran injusticias que cuentan de torturas a inocentes.

Es 1963. En la línea de fuego, la Señora Conchita Calvillo, con el corazón por delante. “Todo va a pasar, solo no tengan miedo”. Pero la represión logra su objetivo dando lugar al repliegue social.

Pasaron los años y el papel de la Señora Conchita Calvillo nunca encontró otros derroteros, jamás perdió contacto con aquellas compañeras de lucha de los primeros años. Llegó el 1982 junto con el hartazgo ante el nuevo cacicazgo. Nace el FCP y se recupera el Ayuntamiento libre con el apoyo del pueblo. Al igual que en 1959 la Señora Conchita Calvillo trabajó de la mano de miles de familias en toda la ciudad y las comunidades que la conforman, delegaciones, fracciones, rancherías. Caminaba y trazaba su destino, en ese momento al lado de su compañero de vida.

En 1991 el despertar de la ciudadanía no se dejó esperar, el Dr. Salvador Nava gana la gubernatura contra el priísmo de estado representado por el salinista Fausto Zapata Loredo, el flamante candidato oficialista que intentó burlarse de la voluntad popular. Grave error, tuvo que salir por la puerta de atrás para nunca más volver. El primer gran revés del entonces todopoderoso Carlos Salinas sucede en tierras potosinas.

No fue fácil, de nueva cuenta la resistencia ciudadana se puso de manifiesto, con los viejos y nuevos actores, y, claro está, el poder moral y de organización representado por el Doctor Salvador Nava, y la Señora Conchita Calvillo que venían de darle tres vueltas al estado en una extenuante campaña política donde los viejos anhelos de libertad y justicia se refrendaron. Vino después la Marcha de la Dignidad hacia el entonces Distrito Federal. La Señora Conchita Calvillo, otra vez se convierte en columna vertebral de la resistencia. En la ciudad capital del estado las mujeres navistas tomaron la plaza de Armas, impidieron el paso al usurpador Zapata a palacio de gobierno y la señora Conchita Calvillo con ellas. En primera fila.

Solo una vez el usurpador Zapata logró entrar a palacio, aprovechando que la señora Conchita Calvillo había salido a alcanzar la Marcha de la Dignidad para “hablar con Chavo”.  Error garrafal del usurpador que permite que una mezcla de guaruras, taxistas, burócratas priístas y pistoleros pisotearan a las compañeras, pasando por encima de ellas para que el guiñapo de “gobernador” pudiera conocer el palacio en donde –según ellos– él debía gobernar. Comienza así la caída del usurpador.

Catorce días después de iniciada la Marcha de la Dignidad el estado mexicano se rindió, el usurpador renuncia, el navismo exige nuevas elecciones, nada de “concertasesiones”. Se tenía que limpiar todo el cochinero. El Doctor Salvador Nava y la Señora Conchita Calvillo, ante una plaza de los Fundadores a reventar dan las gracias al pueblo por resistir: “en especial a las mujeres potosinas que cuidaron el palacio”.

Otra vez, sin aspavientos y con el gesto del deber cumplido, la señora Conchita Calvillo había logrado el objetivo: resistir sin violencia, con valor, sin perder el ánimo, sin miedo, sin odio. “Esto va a pasar, solo no tengan miedo, todo va a estar bien”.

El 18 de mayo de 1992 al morir el Doctor Salvador Nava la Señora Conchita Calvillo no imaginaba que le sobreviviría 31 años, y que con todo lo vivido en esas insuperables páginas de la historia patria continuaría tejiendo un destino implacable: emprende una marcha hacia el Distrito Federal en contra de la pretendida reelección de Salinas por medio del gobernador interino de SLP, logrando que el oficialismo diera marcha atrás a su intentona, posteriormente es postulada por las fuerzas progresistas del estado a la gubernatura de San Luis Potosí. La primera mujer en lograrlo.

En 1994 es convocada junto a un grupo importante de luchadores sociales, académicos y de la sociedad civil a conformar la Comisión Nacional de Intermediación en la zona del conflicto zapatista en Chiapas, acompaña al obispo Samuel Ruiz García en la tarea de dignificar los pueblos indígenas,  defensora del voto en los procesos electorales del 2006 y 2012, activista comprometida en contra de la instalación de la trasnacional minera en Cerro de San Pedro, S.L.P., al igual que en la defensa de la Sierra de San Miguelito en la ciudad capital potosina.

Cuando se le otorgó el Premio Nacional Carlos Montemayor en el 2011, al enterarse, se negaba a aceptarlo “pero si yo no he hecho nada, todo lo han hecho ustedes” decía, refiriéndose a la gente, a la ciudadanía. Humilde y sencilla demostraba así la congruencia de una vida luminosa.

Al repasar con mi madre, Martha Sierra, pasajes de la vida de la Señora Conchita Calvillo, le preguntaba sobre lo más valioso del legado que nos deja la ausencia-presencia de la Señora Conchita Calvillo: “Enrique, el cariño sincero y la honestidad en sus palabras, su ejemplo, eso es lo más valioso, eso es lo que yo más valoro de mi querida comadre, la Señora Conchita Calvillo”.

No cabe duda que el ejemplo de la Señora Conchita Calvillo seguirá inspirando a quienes venimos detrás, sobre todo ahora que en San Luis Potosí el fantasma de un nuevo cacicazgo sienta sus reales. Porque mientras existan las condiciones de injusticia y corrupción que dieron origen al movimiento navista, este seguirá existiendo.

Al tiempo.

07 de mayo de 2023

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