Por Victoriano Martínez
“Una pregunta, ¿es un delito?”. Esa fue la respuesta que dio el gobernador Ricardo Gallardo Cardona a la pregunta “¿Usted sabía que había 16 trabajadores cercanos a Héctor Serrano en la Oficialía Mayor?”.
Evasiva y a la defensiva, la respuesta de Gallardo Cardona marcó la ruta de la muy breve entrevista que concluiría con su huida al ser retirado del lugar por su equipo, subir a su camioneta y dejar el Centro de Convenciones.
Una huida muy parecida a la que emprendió su padre, el exalcalde Ricardo Gallardo Juárez, el 31 de marzo de 2016 cuando se le preguntó sobre la proveedora de medicamentos para personal de confianza del ayuntamiento por más de 34 millones de pesos.
– ¿Usted sabe quién es Sandra Sánchez Ruiz?
– Sí.
– ¿Quién es Sandra Sánchez Ruiz?
– Pues ya les comenté, chéquenlo allí, allí este…–, respondió titubeante.
– ¿La pregunta es si usted sabe y nos puede decir quién es?
Tras una secuencia de evasivas, Gallardo Juárez fue rescatado por su equipo y llevado a presidir una sesión de Cabildo.
Una táctica de la gallardía para cuando tienen que enfrentar cuestionamientos que les resultan incómodos y ante los que –ante la falta de argumentos y al percatarse de que incurren en contradicciones– la salida es poner distancia ante los preguntones.
“Son gente con experiencia”, dijo sobre los 16 allegados al hoy dirigente del PT en el Estado, Héctor Serrano Cortés, que ocupan cargos en la Oficialía Mayor apenas unos segundos después de haber asegurado que no sabía sobre esas contrataciones y remitir al reportero a preguntar a la dependencia.
“N’hombre para nada, él no está en el Gobierno”, dijo Gallardo Cardona sobre Serrano Cortés para negar que pudiera existir conflicto de interés en sus contrataciones, como si la influencia del dirigente petista y su asesor no pudiera afectar el desempeño imparcial y objetivo de las funciones de sus recomendados hacia intereses ajenos a la administración estatal.
Los antecedentes de Serrano Cortés en ese sentido son muchos y ya habían sido advertidos en Astrolabio Diario Digital desde el 8 de octubre, cuando ya era notoria la incorporación de sus allegados a lugares estratégicos de la administración pública, incluso con la cita sobre los graves riesgos señalados por Juan José Rodríguez, columnista del periódico Pulso.
El nivel de ambición de Serrano Cortés ha quedado descrito en diversos trabajos periodísticos desde el tiempo en que ocupó el cargo de secretario de gobierno con Miguel Ángel Mancera Espinosa como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, y prácticamente se consideraba el sucesor.
Habría que ver si hoy que Serrano Cortés tiene tanta influencia con Gallardo Cardona, como para que éste adopte una actitud defensiva en cuanto aquel resulta cuestionado, llega a desplantes similares a los que tuvo con Mancera Espinosa, cuando ante su círculo cercano afirmaba “¡El Jefe de Gobierno soy yo!”.
Tampoco se debe dejar de lado su faceta como operador de un ilegal sistema de espionaje del que no dudaba en presumir contar con información de los actores políticos del momento, incluidos Andrés Manuel López Obrador y sus compañeros funcionarios.
Serrano Cortés intentó el año pasado colarse como diputado plurinominal por el PT en una clara señal de una pretendida carrera política en el Estado cuya meta –conforme a sus antecedentes– podría estar en los más altos cargos, gubernatura incluida.
En el entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, dejó huella de las maniobras a las que es capaz de recurrir para buscar sus metas. De ahí la relevancia de que coloque a sus allegados en cargos públicos clave, no sólo en la Oficialía Mayor sino en otras áreas que hoy no se sepan, o como el caso de su hermano en la Oficialía Mayor del Ayuntamiento de Soledad de Graciano Sánchez.
¿Replicará con mayor discreción las acciones al margen de la ley le fueron descubiertas en el entonces Distrito Federal? ¿Se abrirá en San Luis Potosí una lista de actores políticos sometidos a espionaje? ¿Cuánto faltará para que en su círculo cercano llegue a decir “el gobernador soy yo”?