Historias paralelas: Buitres de mal agüero

Octavio César Mendoza 

De niño llegué a ver novelas en la TV. Mi madre seguía con atenta y sincera ternura a las víctimas de “El derecho de nacer” y “cuna de lobos”, y yo miraba su rostro conmovido hasta las lágrimas por el aparente irreparable daño causado por las villanas en las heroínas. Entonces, cuando estaba a punto de terminar el culebrón, la verdad salía a la luz, y las heroínas se casaban con el hombre bueno, guapo y adinerado, los chicos malos pagaban caro por sus felonías, y las malas mujeres se quedaban solas, tuertas y jorobadas del puritito coraje. La catástrofe aparente que sobrevenía por encima de los personajes a los que Sófocles adoraría, era el hilo tensor que conducía el largo tramo del culebrón. Las telenovelas nos gustan porque se parecen un poco a la realidad, pero están hechas de pura fantasía. Todo puede pasar en ellas. Si yo le diese nombre a una telenovela, esta se llamaría “Buitres de mal agüero”. Y ahí va la sinopsis, el guión y la adaptación para Netflix.

Dentro de los escenarios catastróficos de cualquier campaña electoral en curso, hay que tomar en cuenta factores no controlados y de los cuales es importante hablar no por ser ave de mal agüero, sino porque dentro del trabajo de consultoría política no se puede dejar una sola hebra de la madeja suelta, porque ahí se va el carrete: que si ocurrió una tragedia en la cual salieron a relucir las deficiencias institucionales que exhiben al partido en el gobierno, que si el candidato no supo negociar con sus sponsors y estos lo sacaron de la jugada, que si a alguien le incomodaba su discurso y terminó mordiendo el polvo, que si descubrieron cientos de millones de pesos de origen ilícito en la campaña de fulanito, etcétera. Todo esto es, ciertamente y como me dijo mi amada Abigail, a quien olvidé festejar en su aniversario por andar en todo esto, una telenovela.

Es entonces cuando comienzan los juegos de descarte, donde cada tema coyuntural y cada factor no controlado cambia el escenario electoral: se trasladan votos de una opción a otra, se generan nuevos pactos entre viejos enemigos, se observan ruedas de buitres de mal agüero danzando en el cielo a las que algunos suelen llamar “desbandadas”, se hacen apuestas de cien a uno a que este o aquella ya no se levantan de la lona y te lo firmo ante notario, se convierten en certezas jurídicas sus más íntimos deseos de ver perder al adversario, se burlan de aquél que no los invitó a jugar con su equipo, o de aquella que les causa envidia porque nadie puede llegar tan lejos teniendo ese carácter tan duro (pregúntenle a Margaret Tatcher).

Pero existen candidatos y candidaturas que, a pesar de eso, tienen una resistencia a la tragedia que sorprende a muchos, y a otros ya no tanto. Entre los muchos se encuentran los electores, que comienzan a sentir empatía por las víctimas del golpeteo; en tanto que entre los pocos nos encontramos los que hemos visto caer hasta nuestro propio cadáver, y levantarse al día siguiente con una leve resaca. Esos candidatos y esas candidaturas se vuelven heroicas cuando están bajo fuego enemigo, atrincheradas en los tribunales, alicaídas en las encuestas Duck & Company, y surgen de pronto de la nada para devolver al enemigo la metralla, a la villana la cachetada, y al chico malo la felonía. Nadie se lo espera; al menos no aquellos que invirtieron mucho tiempo en hundir a sus adversarios sin atender las fisuras en la quilla de su propio bote, y que creen que reclamando hasta una coma jurídicamente cosquilleante van a ganar en la mesa lo que no pueden ganar en las urnas. No se dan cuenta de que son parte secundaria del guión.

Así sucedió con el más reciente episodio de “¡Adiós, Mónica, adiós!” una telenovela que ha sacudido a los espectadores del proceso electoral de San Luis Potosí por tener como protagonista principal a la candidata de MORENA al Gobierno del Estado, Mónica Liliana Rangel, y a sus misóginos enemigos de distinto color. Incluso hay una conmovedora escena donde el que se cree el bueno le pega al malo, y donde ella aparece más segura de sí misma que el propio entrevistador, de nombre Carlos Loret, cuando detrás de una maceta aparece Mario Delgado, presidente de MORENA, con un tuit cargado de franca mala leche: “¡No puedo creer que mañana nos vayan a quitar otra Candidatura! ¡Dejen a Mónica Rangel en paz!”, mientras que su patrocinador, Green Chicken Farms, manda recoger sus cinco mil despensas sin que nadie (excepto los cientos de miles televidentevotantes) se dé cuenta; mucho menos el INE.   

Ahí comenzaron a escucharse los gritos de gol en las casas donde le van al Cruza Azul y al León. Y no es que me guste el fútbol (o no tanto) sino que, al cambiarle de canal, ya estaban dos comentaristas tipo Faitelson y Martinoli diciendo quién ganaría la final: ¿el refresco de la pésima publicidad o el pollo echado a perder? Y pues dale que fueron día y medio medio aciagos, con notas periodísticas en código rojo elevando a candidatos sustitutos a Juniors y Juanitas, con llamadas telefónicas para incorporar de inmediato a los huerfanitos de Mónica, y con un guion que se estaba escribiendo entre el palacio municipal de Soledad y la Plaza de Armas de la Capital, según los más sesudos pseudo analistas convertidos en porristas mientras contemplaban la pelea estelar de ese día anticlimático para Mónica Liliana: “¡Ahora sí ya nada más somos tú y yo!” dijo el malote malogrado, y agarró de la solapa al venerable coalicionado. Y que se arman los catorrazos en el feisbuc. 

Entonces, en Palacio Nacional, un presidente en pantuflas prendió la TV y se enteró que Mario, el amigo de Marcelo, estaba gritando a los cuatro vientos “¡Fuego en MORENA!” mientras agitaba una pira, y ¡zaz!, que se escucha un estruendo. Y Claudia le llamó al presidente y le preguntó si también estaba entre la telenovela potosina por el canal UIF, el juego del León contra el Cruza Azul, y la tragedia de “La Línea Dorada” de Marcelo Ebrard. El presidente no supo de qué le hablaba, pues él ya había dicho que la UIF no metiera a ningún candidato a la cárcel hasta que terminara el proceso electoral, para que se pusiera más entretenida la programación televisiva, y que no tiene equipo favorito en esta elección. De Marcelo no dijo nada pero de nuevo un ¡zaz! estremeció los altos muros del Palacio Nacional, y el presidente miró hacia la de bulbos y entre el polvo del cinescopio alcanzó a distinguir un Rolex conocido. 

Sí: a Marcelo, su carnal, lo aplastó la tragedia del Metro Los Olivos, lo hizo polvo en sus aspiraciones presidenciales, lo deslegitimó cuando este asomó entre los escombros de su eterna sombra de corrupción e impunidad que lo llevó a refugiarse a París con su entrañable amigo Enrique Márquez, hoy funcionario de la Cancillería, y cuyas glorias de poeta nunca llegó a conocer. Extrañamente, la repercusión de dicha tragedia llegó hasta San Luis Potosí, donde se descarrilaron los vagones verdes y azules en los cuales los filisteos celebraban la muerte de la heroína de MORENA. Con un poquillo de pena, de pronto la verdad caminó desnuda entre quienes se reían de ella cuando les decía que el pleito por los amores de la tunera, era entre Marcelo y Claudia. Y pues como Claudia dijo “Ahorita vengo, por una Presidencia al 2024” y dejó a Marcelo extrañar sus paseos por Les Champs-Elysées, este le dijo a Mario “Mejor cállate” y de pronto apareció el sol y Mónica Liliana Rangel mostró su rostro seriesísimo, pero sonrió: era la hora de preparar el escenario del Debate, aún no regresaba a escena, pero ya había vuelto a la contienda sin haberse ido.

Continuará… 

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