Humo y Espejos: La bestia, el cazador y el transfuguismo al PVEM

Abelardo Medellín Pérez

La existencia de partidos en una democracia es una necesidad técnica y estratégica que a veces incómoda a los muchos detractores de esa leyenda vieja llamada “partidocracia”; sí, los partidos son necesarios, pero de vez en cuando la displicencia que tienen algunos partidos hacía la ciudadanía que los sostiene, nos enseña que, si bien requerimos de los partidos, podríamos comenzar a prescindir de algunos.

La tarde de este miércoles 19 de abril, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) difundió un boletín a los medios de comunicación potosinos en el cual se jactaba de controlar 29 de las 58 alcaldías del estado potosino; es decir, el PVEM (partido que llevó al actual gobernador a su cargo) presume con la afiliación de Arnulfo Urbiola Román de Rioverde e Ismael Vázquez Rodríguez de Villa Hidalgo, el controlar ahora la mitad de los ayuntamientos de San Luis Potosí.

El dato es revelador y al mismo tiempo preocupante.

La historia de cómo el PVEM en San Luis Potosí se ha convertido en una máquina de reclutamiento y alineación al gobierno estatal, comenzó en diciembre del 2021; tres meses después de que el gobernador del Verde, Ricardo Gallardo Cardona, tomara protesta como jefe del ejecutivo estatal, 11 alcaldes de diferentes partidos (ninguno panista hasta entonces) anunciaron su migración al partido del tucán.

La pregunta entonces era simple: ¿lo hacían por coacción o por interés? La respuesta a ella fue dada por el alcalde de Aquismón, Cuauhtémoc Balderas, durante la rueda de prensa del 13 de diciembre en que se anunciaron todos los nuevos alcaldes verdes:

“Estamos con todo el ánimo de unirnos con el señor gobernador y con las posibilidades que, a mi bello municipio, Aquismón, le vaya bien […] estoy convencido que la única manera es ir de la mano de quienes, en un grupo, han logrado esto en San Luis Potosí”, dijo el alcalde de Aquismón quien confirmaba que no lo hacían solo por coacción, miedo o interés… lo hacían por las tres.

Imagina que eres un alcalde, recién llegado a un contexto estatal renovado políticamente y en plena transición a un gobierno de izquierda conservadora (como no se había visto antes) cuya única intención es derribar la figura de todo lo que fueron los gobiernos anteriores y con la clara intención de destinar los recursos que sean necesarios para legitimar el ejercicio de gobierno con muchas y diversas obras de infraestructura.

Si escuchas que el gobierno grita “proyectos gratis”, claro que querrás estar en la fila de los “amigos del gobernador” a la espera de que te caiga un proyecto y si ves que el gobernador en turno solo le sonríe a los ediles que comparten el mismo color de chamarra, pues con poca lógica llegarás a la conclusión de que debes ponerte esa misma chamarra.

El cuento del transfuguismo siempre es el mismo: “no me alineo a este o aquel partido porque mi ideología se haya modificado, me alineo porque mis intereses florecen mejor del lado de quien paga o asegura mi supervivencia política”.

Ningún entendido en política tildará de descarado o deleznable lo que han hecho los alcaldes al pasarse al partido verde; todo aquel que entienda una pizca de gobernanza práctica, entenderá que este es un movimiento para asegurar la supervivencia de un proyecto personal político.

Pese a que cambiarse al partido en el poder es una acción normal en las democracias competitivas (y también en las que no lo son) y podemos entender que quizá lo hicieron para conseguir más recursos para sus municipios, esto no justifica que esos alcaldes que se han cambiado al verde traicionan un principio democrático que está asentado en la Constitución mexicana.

El artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, expone que es voluntad de la ciudadanía constituirse “en una república, de democracia representativa y participativa”. Ojo: representativa. Esto quiere decir que las personas que elegimos cada tres o seis años, reciben (prestada) la potestad de tomar las decisiones más convenientes para el estado que todos ocupamos, con apego al proyecto político que representan y que fue lo que (en papel) hizo que votaran por ellos.

La representatividad, requiere que los candidatos sean votados, no por la persona que sonríe en el espectacular, sino por los valores partidistas y proyectos apegados a un programa de gobierno que se dan a conocer durante la campaña. Este principio es fundamental, sobre todo, a la hora de rendir cuentas; es cierto, una persona cualquiera puede cambiar de opinión, descubrir algo nuevo o planear su carrera política diferente, pero nosotros no deberíamos votar por personas, sino por sus proyectos, y llamar a cuentas significa ir con esos mismos sujetos que conocemos como servidores públicos y exigirles que, sin importar el color de su chaleco, se apeguen a los proyectos que comprometieron y se guíen por los principios que colectivamente elegimos como los deseables para nuestra comunidad.

Esa es la verdadera representatividad que los alcaldes violentaron. En teoría, la ciudadanía votó por un proyecto político íntegro que incluye dentro de sí el origen partidista de cada candidato electo, si después de un tiempo este servidor público decide renunciar al origen partidista que le dio el triunfo, de alguna manera mutila una parte importante de aquello que le daba legitimidad a su gobierno, por tanto, su gobierno es menos sólido ante la gente y esta misma está en su derecho de exigir congruencia o el cargo.

No se trata de obligarlos a que se queden en las filas del partido que les ayudó a conseguir el cargo, tampoco se trata de violentar su derecho a cambiar de opinión, se trata de reconocer que, en un mundo ideal, la gente votó por todo el paquete, no solo por la persona.

El otro actor que inocentemente permite esta flagrante violación a los principios del Estado es el propio Partido Verde. Este instituto político no tiene mucho que hacer: como partido, permite la migración de estos alcaldes al partido del gobierno con la flagrante intención de operar a favor del proyecto del gobernador. No importa si los alcaldes se mudan de partido por la promesa de más recursos, de un puesto en el futuro o de la posibilidad de reelección, para el Verde, esto es abrirle la puerta a los artificios electorales que ya ensayaron en 2021 y que ahora desplegarán en 2024 para afianzar el gallardismo en tantos lugares como haga falta.

Sin embargo, la forma en que el partido se jacta de dominar el 50 por ciento de las alcaldías, es un engaño retórico que ignora los verdadero alcances de su instituto político.

Sí, domina el 50 por ciento de los ayuntamientos, pero en 2021, como partido, solo recibió el 25 por ciento de los sufragios emitidos. En el mapa que colorean de verde al hablar de estas migraciones políticas, pintan el territorio como si dominarán la mitad de todo, pero allá afuera, solo uno de cada cuatro votantes se identifica con este partido de acuerdo a la tendencia de la última elección.

Tanto los alcaldes como la aspiradora de perfiles que es el PVEM se han encargado de desfigurar el principio de representatividad sobre el que descansa la forma de hacer gobierno en San Luis Potosí.

Como ciudadanos, de Rioverde, Villa Hidalgo o cualquier municipio que haya cambiado su color de piel partidista, la situación nos urge a poner atención sobre nuestrasautoridades y revisar con atención qué fue lo que compraron cuando se afiliaron al Verde: ¿más tiempo en el cargo, un cargo nuevo, una nueva obra para el municipio, más apoyos sociales, impunidad ante la autoridad estatal, amiguismo con quienes gobiernan de forma punitiva cuando algo no les gusta?

No podemos impedir que el animal político mude de piel cuando se siente amenazado, ni podemos evitar que los cazadores de bestias avasallen los ejemplares que creen valiosos, pero sí podemos domesticar a la bestia y al cazador a punta votos. Quien no respeta los principios del juego democrático, no tiene derecho a participar, aplica para traidores y acaparadores.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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