Incendio acabó con todo… menos con sus ganas de vivir

Por Eduardo Delgado

Después de que el fuego, provocado por un globo de cantoya, consumió lo poco que tenían, menos sus “ganas de vivir”, María Esteban Morales Guerrero, sus dos hijas y su nieto deben desocupar la vivienda que rentan, pero no tienen a donde mudarse y temen ser desalojadas.

María Esteban admite que su condición es muy adversa. “Difícil pero no imposible. ¿Por qué?… porque tenemos vida”, pregunta y se responde así misma.

Tiene 56 años de edad, es madre soltera. Se dedica a la pepena. Los domingos vende “chácharas” en un tianguis que se instala en la colonia Julián Carrillo.

Hace años trabajó como costurera y sabe hacer bastillas, poner cierres, remendar y ajustar ropa. De tener una máquina de coser propia ofrecería sus servicios para obtener otro ingreso.

Pero lo que más “disfruto es andar pepenando, porque aparte me sirve de ejercicio”, pues diario recorre la colonia en triciclo en la que vive, recogiendo “cositas” que le regalan o material reciclable.

Tras la quemazón, sus hijas “están un poco ´apagadonas´; yo no debo… menos enfrente de ellas, porque si me ven así se decaen”.  

La mayor, Yesenia Amador Morales, tiene 25 años de edad y es madre soltera de un niño de cuatro años, Esteban Leonardo Ayala Morales.

Trabaja en una empresa proveedora de una armadora de automóviles y es quien pagaba la renta de mil 200 pesos mensuales.

Para Yesenia su mamá “es la persona más maravillosa del mundo y muy luchona, a la que tengo tanto que agradecerle que no me alcanzaría la vida entera”.

Antes del nacimiento de María San Juana Ayala Morales, dice, “estuve mucho tiempo sola y cuando la tuve a ella fue lo máximo…había pasado doce años sola”, recordó Yesenia.

San Juana “complementó la familia; tenemos nuestros altibajos, pero aun así la quiero mucho y sé que es una gran persona. A pesar de que es muy chica sabe cómo hacer las cosas”.

San Juana tiene 13 años y el año anterior terminó el primer año de secundaria en la escuela “Álvaro Obregón”, pero no pudo seguir por falta de dinero.

No obstante, por las tardes estudia en casas de amigas u amigos. Ella quiere ser cirujana general.

GLOBO DE CANTOYA

Corrían las primeras horas de este año, entre dos y tres de la madrugada, cuando alguien encendió un globo de cantoya. Se elevó y cayó en el patio con piso de tierra de la casa número 135 de la calle 5 de febrero en la colonia Julián Carrillo.

El día último de diciembre María Esteban, San Juana y Esteban Leonardo cenaron tamales en el hogar de María Anastasia -hermana de María Esteban- en el fraccionamiento María Cecilia. Yesenia festejó aquel día con amigas.

Luego de la festiva convivencia regresaron a casa en un taxi. Bajaron de la unidad de alquiler en Carlos Diez Gutiérrez esquina con 5 de febrero y enseguida se percataron del siniestro y de la presencia de las pipas de los bomberos.

“Le dije a mi sobrino: `Hay hijo, ahí están los bomberos…ojalá y no sea en nuestra casa`. Y… sí, sí era. Venía muy feliz… se siente muy feo…”, contó María Esteban con un nudo en la garganta.

Pasados los días todavía le cuesta asimilarlo, “pero ya voy de gane”, se anima.

Las llamas incineraron libros, ropa y zapatos usados, cartón, juguetes viejos y trastes de cocina usados, que María Esteban ofrece en el tianguis.

La vivienda que ocupan está semidestruida. Cuando llueve los techos de las dos únicas recámaras gotean y quedaron en riesgo de desplomarse tras el incendio, como sucedió con el del zaguán.

El baño quedó fuera de servicio. Refrigerador, estufa, lavadora, microondas, camas y escasos muebles que tenían quedaron inservibles.

El fuego acabo con todo, excepto con las ganas de vivir de la familia, las cuales quedaron intactas.

El día de la entrevista María Esteban separa el fierro, “para venderlo y sacar para algo que comer”. Por la mañana se desayunó “un cuerito preparado”.

Al regreso de su hija mayor del trabajo “a ver qué comemos”, dice María Esteban, una mujer bajita. Les basta, dice, comprar unos dos aguacates, un pedazo de queso y bolillos.

El “Gruñón” es el perro guardián de la casa. Mascota en la que hace unos nueve años “invirtió” diez pesos, pagados a unos “viciosos” que a su vez se lo quitaron a una perra recién parida.

María e hijas han “dado la vuelta a toda la ciudad” en casas alquiladas, en el barrio de San Sebastián, la colonia San Luis y en más de una en la Julián Carrillo.

AUNQUE EL CAMINO SEA ESPINOSO…

A Juana le gustaría ser cirujana. Es una niña que se expresa con seguridad, de manera clara y sencilla. Su hermana la considera extrovertida.

El año pasado desertó de la secundaria “porque no teníamos dinero”, pero “por mientras voy a la biblioteca para prepararme para el siguiente año”.  

Yesenia le recomendó pedirles a sus amigas y amigos que le enseñen lo que están estudiando.

  • ¿Tus amigos supieron del incendio?-, se le interroga en entrevista.
  • Tenía muchos pero solo unos diez me apoyan; los demás me dieron la espalda. Eso es muy malo. Ahorita no quiero que me hablen, porque eso no es amistad.
  • ¿De qué manera te ayudan tus amigos?
  • Les digo: “Me enseñas matemáticas, español…todo lo que estas estudiando y me dicen: ´sí´”. Me citan en su casa y yo voy con gusto, como a las cuatro o cinco de la tarde.
  • ¿Otros?
  • De plano me dijeron: “No, estoy muy ocupado”.

Una amiga, Esther, le ha regalado ropa, trastes y otras cosas, que su mamá vende luego los domingos.

También, dice, “tengo algo que me hace despertar todos los días y seguir adelante… es un grupo musical de Corea, que se llama “Bts”.

La letra de una de sus canciones dice: “Aunque el camino sea espinoso sigue corriendo…porque es lo único que hay”.

“Los empecé a escuchar por YouTube. Como cantan en coreano busqué las traducciones y en todas las letras hay frases que me gustaron”, añade.

Luego de la quemazón Juana batalla para conciliar el sueño. “Aún tengo trauma con las pipas de agua, porque justo cuando llegamos los bomberos estaban apagando el incendio”.

“Es muy feo encontrar tu casa en llamas. Piensas que vas a llegar a descansar…pero llegas y no tienes donde acostarte porque todo se quemó”.

Desde ese día no duerme bien y pasados las semanas “sigo batallando”. Hay días en que se levanta al mediodía porque no puede dormir.

TODO ES POSIBLE MIENTRAS HAYA VIDA: YESENIA

Para Yesenia el siniestro resultó una experiencia “bastante desagradable”. Aquel día su primo le llamó a su teléfono móvil y le preguntó si ya venía de regreso a su casa.

“¿Por qué?”, le inquirió ella. “Porque tu casa se está quemando”, le informó.

“Así, me lo dijo de golpe, pero creo que no hay mejor manera de decir las cosas que directamente”, juzgó.

La noticia le impactó y se consternó, porque al volver al hogar “encuentras todo destruido”.

“No es por las cosas, pues lo material va y viene; al final de cuentas es el lugar”, refiere con cierto rastro de melancolía.

Esteban Leonardo, le pregunta porque ya no duermen en su casa. “¿Cómo le explicas a un niño de cuatro años que no tenemos a dónde llegar?”, plantea.

A su parecer su vástago “no extraña tanto la casa…porque con que nos vea a nosotras juntas está feliz, aunque no tiene su propio espacio”.

Lo más doloroso para ella fue encontrar su vivienda en ruinas, “por todos los momentos que pasamos aquí, como el embarazo y cuando nació mi hijo, aquí lo traje del hospital. Mi hijo aquí dio sus primeros pasos y empezó a ir al kínder… recuerdos de un lugar… cosas únicas”, enuncia con añoranza.

En su trabajo pocas compañeras y pocos compañeros saben del incendio, “porque tiendo a ser algo reservada en mi vida personal”, asegura.

A sus allegados les pidió discreción, “porque lo que menos puede uno esperar en estos casos es que las personas sientan lástima por uno y que digan: ´hay mira pobrecita…”.

Sin pedirlo y de manera incondicional muchos la han apoyado. “Así me he dado cuenta de realmente con quien puedo contar”, dice.  Unos le han dicho: ´no tengo cosas pero te doy dinero, que para algo te ha de servir´.

“Esos pequeños detalles se aprecian bastante porque te hacen sentir que no estás sola, te animas y dices: ´Esto es pasajero y puedo salir adelante`”.

A Yesenia le dolió que su hermana no haya seguido en la secundaria, porque “a ella la veo también como una hija y deseo que sea mejor que yo. No quiero que siga mis pasos…que avance más…”, anhela.

Explica: “Me refiero a que si tiene la oportunidad de seguir estudiando aproveche. A su edad yo quería ser veterinaria”, recuerda.

“El estudio le va ayudar muchísimo; le va a abrir puertas en muchos lados y no quiero que desaproveche su vida”, añadió. “Igual que para mi hijo, quiero lo mejor para ella”, abundó.

Expone que Esteban Leonardo ha asimilado “muy bien” lo sucedió en su humilde vivienda. Descarta que tras la mudanza la vaya extrañar, porque “con que nos vea a nosotras juntas está feliz, aunque no tiene su propio espacio”.

MOLESTOS, LOS RENTEROS

La dueña de la casona, refiere María Esteban, “me pidieron que les desocupemos la casa y por eso buscamos otra… de preferencia por esta zona”. Le fijaron este jueves como fecha límite.

Les argumentaron que temen los responsabilicen en caso de que se derrumbe el techo de una de las recámaras y resulte dañado cualquiera de los inquilinos.

Además “se enfadaron porque no les avisé (del incendio)…pero como querían…tenía apuntado su número de teléfono en un papel pegado en un muro, pero se quemó”.

María Esteban, sus hijas y su nieto no pernoctan en esa casa. A diario pagan 54 pesos en pasajes para trasladarse a la vivienda de María Anastasia.

A juicio de Yesenia la postura de la dueña es comprensible, por habitarla en las condiciones en que quedó la casa luego del incendio “es un riesgo”.

“Pero en el pedir está el dar y hay maneras de tratar con la gente”, advierte. Toda vez, refiere, que notó “un poco de agresividad” en la propietaria.

“Esa no es la forma, porque nosotros estamos haciendo lo posible para levantarnos desde el piso y empezar de cero, y en esa situación lo que uno necesita es ánimo, no que vengan y te corran”, completó.

En su caso, dice, de buena manera les habría explicado a sus inquilinos el riesgo que corren en las condiciones en que quedó la casona y, de buena manera, les habría preguntado cuánto tiempo necesita para deshabitarla.

Pero eso no fue así y este jueves esperan a la dueña, con el temor de que las desalojen.

 

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