Juego Nuevo

Octavio César Mendoza

Tras un par de meses de observar en silencio el histórico proceso electoral que llevó a Claudia Sheinbaum Pardo a la Presidencia de la República, y después de analizar tanto su discurso como sus primeras acciones de Gobierno, me parece oportuno reiniciar la publicación semanal de esta su columna de confianza, con el único interés de compartir apreciaciones y figuraciones mías en torno al siempre enigmático ejercicio del poder.

Inicio por la tan cuestionada Reforma del Poder Judicial, cuya inmaculada concepción protectora del poder económico de las oligarquías fue allanada por la aplanadora de la 4T y uno solo de los muchos traidores del Partido Acción Nacional, para dar paso al eventual ascenso de figuras populares a las más altas magistraturas de dicho pilar de la República, lo que presupone un reto inmenso para los rebasados integrantes de un INE que, de paso, pronto pasará a mejor vida, junto con otras “instituciones” que han dado cobijo a cabilderos disfrazados de servidores públicos.

He ahí la verdad que no peca pero sí da picazón, pues en un país donde la injusticia es el pan de muerto de cada día, lo menos grave es que los juzgadores no tengan carrera judicial, delictiva, o burocrática. Será un desmadre, cierto, pero de lo que se trata (en el fondo) es de quebrar un paradigma ontológico: ¿la ley y su sistema ha sido creada para favorecer los intereses de los poderosos y separar al pueblo de la aristocracia, a costa de la justicia?

Segundo galimatías, ese de la legitimidad democrática electoral puesta en duda por aspectos de género: la especulación en torno a la mucha, poca o nula capacidad de gobernar por sí misma que tantas y tantos opinólogos de la derecha le conceden a la nueva jefa de la nación. A doña Claudia le están cuestionando si es capaz de entenderle a esto de nadar si necesidad de guajes, y para ello exigen que haya parricidio político o persecución política para que les quede claro, a los fachos, quién manda. Parece que no han caído en la cuenta de que el presidencialismo es, en México, un mandato absoluto de quien lo ostenta. No hay duda de que ni la amenaza de la revocación de mandato, o un supuesto control remoto desde Palenque del Congreso federal y las gubernaturas, le quitan el sueño a la dueña de la Hacienda, las Armas y la Fiscalía del Estado Mexicano. Así, con mayúsculas iniciales. En México, un presidente (y en este caso, una presidenta) puede aplastar a cualquiera que resulte una amenaza o se le ponga en frente. Punto.

Bajo dicha lupa es importante leer el pragmático mensaje emitido entre líneas por parte de la portadora de la banda presidencial, cuya semántica va más allá de la gramática: es tiempo de mujeres, pero de esas mujeres que son mis aliadas en el gobierno y en mi partido; aquí nomás mis chicharrones truenan, o me trueno al que quiera sentirse chicharronero; y vamos viendo cómo decoramos la casa toda de guinda, porque ya tenemos el control total, hegemónico, sin oposición alguna.

Veamos: las candidaturas a las gubernaturas del periodo que corresponde gobernar a Claudia, serán decididas por ella, y antes de negociar buscará imponer. Lo mismo pasará con el Congreso federal en su etapa intermedia. ¿Andy 2030? A ningún ex presidente le puede salir esa jugada porque, de hecho, los hijos (o los hermanos) suelen ser los personajes más vulnerables dentro de ese espectro de sombras del poder tras el poder, y no es lo mismo Juana que Chana, o El imperio contraataca que La guerra de las galaxias.

En lo local, a nuestro popular gobernador pueden ser de utilidad tres previsiones para el dicho escenario: no exponer a quien se ama, enviar a quien obedece y defiende desde la más fundamental de las trincheras de su Gobierno, y armar al ejército verde para mantenerse aliado o luchar contra los chalecos guindas, porque todo puede pasar, y para todo hay que estar preparado, incluso para la paz.

Lo que sea que venga, el juego ha cambiado desde un momento crucial: cuando Claudia Sheinbaum Pardo se sentó en la powerfull Silla del Águila. Sin embargo, la oportunidad de reforzar la alianza también está ahí, si se atiende a una sola premisa: ser un personaje histórico es más difícil que ser un buen gobernador. Esto último depende de tener un buen plan de desarrollo, un excelente equipo de trabajo, y la venia de quien suelta el billete desde las arcas del Gobierno de la República -léanse aquí las sigilosas siglas CSP.

Lo primero, sólo depende de una inteligencia y una sensibilidad lo suficientemente sagaz como para entender que los héroes salvan a sus pueblos de la ignominia, a sus amigos de la cárcel, y a sus historiadores del desempleo.

De este lunes al siguiente, que todo sea lo mejor para nosotros, para San Luis Potosí y para México. Oremos por la paz, y que haya buen Gobierno.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.

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