Óscar G. Chávez
Los silencios dicen más que los estruendos y en los últimos dos días ha imperado el sonido del silencio. Una vez más, frente a lo irrebatible de la evidencia es conveniente y recomendable poner en práctica la estrategia del avestruz. No será la primera ni la última ocasión que ocurre dentro de la administración estatal.
De momento no hay distractores que puedan desviar la atención de la opinión pública. Simplemente no se veía venir y mucho menos llegar. La precisión del dato y los alcances de lo revelado no fueron para menos y nada de qué echar mano para ocultarlo o al menos para matizarlo.
No es el temor al juicio de la opinión pública, que es la que menos le importa, es el miedo a que se conozca que no las tiene todas con él, que su prestigio y sus relaciones son como él las describe y se ufana de presentarla frente a la ciudadanía. Una farsa más de entre tantas que gusta mostrar.
El reciente golpe mediático a Ricardo Gallardo, más allá de lo periodístico que de por sí es inobjetable, muestra los intereses de la Fiscalía General de la República y los verdaderos alcances del gobierno federal. No olvidemos que siempre se mencionó, o al menos desde su llegada a la gubernatura, que las carpetas de investigación abiertas no dormían el sueño de los justos ni se encontraban sobreseídas u olvidadas en cajas de archivo muerto, sino que se encontraban quizá no sobre un escritorio, pero sí en uno de sus cajones, muy al alcance de quien los necesitara en el momento que se le diera la orden de actuar.
No es lo mismo ser útil que aliado imprescindible; pudo ser este último, pero la soberbia lo perdió, y desestimó la reacción del centro.
En el lenguaje político los mensajes fueron muchos, sin embargo los desestimó y continuó, obcecado, fomentando el culto a su personalidad, y buscando imponer a su esposa al frente de su proyecto político personal a costa de los intereses supremos. Nadie, ninguno, en cualquier partido político y en cualquier época, con todo y que nos encontremos en una democracia, estará por encima de los intereses del presidente de la República. Queda demostrado.
Posiblemente no lleguen a ejercer ninguna acción en contra del gobernador potosino, sin embargo luego de lo publicado y difundido queda demostrado que se llega hasta donde se permite y muy posiblemente Ricardo Gallardo y su proyecto hasta ahí llegaron. No más, aunque desde un inicio debió ser menos.
El aviso no sólo fue para el gobernador, su general de Gobierno también se encuentra en la mira; es lógico, ha sido uno de los testaferros incondicionales en contra del partido oficial. Es él, finalmente, el ejecutor de las órdenes y, buscando siempre agradar al jefe, quien repite o articula nuevas peroratas.
Se comprueba lo que siempre se supo y que siempre supieron desde el poder central (y ahora se comprueba y lo demuestran), Ricardo Gallardo y sus colaboradores cercanos son una cepa mucho más nociva que las anteriores de políticos que llegan al poder para servirse de él, para enriquecerse a costa de lo que sea y por encima de quien sea. No hay un interés real de beneficiar al pueblo, pero sí de beneficiarse a costa de él.
Para el diputado morenista Cuauhtli Badillo (uno de los más serviles y acomodaticios) hay que “tener certeza que [la información] sea de una fuente oficial” para solicitar una aclaración al gobernador, sin embargo, conociendo su abyección y la de toda la legislatura ¿se atreverán a pedirla?
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