La cosificación como el punto de partida de las violencias contra las mujeres

EFE

Fernanda Durán

Frente a todas las violencias contra las mujeres como la trata, prostitución y pornografía, las cuales parten del fenómeno de la cosificación, solo cabe la abolición de la violencia y explotación, así lo señalaron abogadas y académicas feministas durante la Jornada de Feminismo y Derecho “Deudas y frentes abiertos en el reconocimiento de los Derechos de las Mujeres y el Acceso a la Justicia”, realizada en la Facultad de Derecho “Abogado Ponciano Arriaga Leija” de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).

En el panel de violencia y explotación sexual y reproductiva, la abogada feminista y maestra en Política Criminal y Derecho Procesal Penal Acusatorio, Claudia Espinosa Almaguer, alertó que una de las consecuencias de la cosificación a las mujeres es la diferencia generacional, ya que las mujeres más adultas tienen claro el tipo de violencia sexual que han vivido al momento de denunciar un delito, mientras que las generaciones más jóvenes no tienen claridad o conciencia en cuanto al tipo de violencia que sufren.

Espinosa Almaguer expresó que esta problemática obstaculiza la construcción de una acusación penal, en la que inciden factores como la pornografía, que afecta la percepción de las victimas acerca de la violencia que padecen, pues se trata de formas de violencia sexual “que estamos dejando pasar” e incluso se venden como empoderamiento, tal es el caso de la explotación reproductiva.

En cuanto a las sanciones, señaló que existen dos extremos: la promesa punitiva, es decir, el castigo que va desde el neoliberalismo de cuestionar las penas a los violentadores, hasta las que son irascibles en un estado constitucional, como la castración química.

Por su parte, Núria González López, abogada y activista feminista española por los derechos de las mujeres y de las niñas, apuntó que el antipunitivismo en el que convergen conceptos como el consentimiento y el altruismo han logrado disminuir las penas a violadores como ha ocurrido en España.

Asimismo, aseguró que este fenómeno generalmente va orientado hacia los delitos de la violencia contra las mujeres a nivel mundial, y no para delitos contra la propiedad u otros cuyas penas han aumentado a lo largo de los años.

La sociedad y las mujeres como un objeto

Durante el panel se destacó a la par que el Estado mantiene una deuda sobre aquellos delitos ya tipificados en la ley, y los ámbitos escolar, familiar y político.

“La impunidad está ahí” porque en México solamente se denuncia uno de cada 10 delitos contra las mujeres y solo el 1 por ciento acaba en una sanción, resaltó una de las especialistas.

Aunado a esto, las activistas manifestaron que el sistema normaliza el hecho de que las mujeres reciban un pago por complacer, hacer o por cumplir con el papel de complacencia hacia los hombres bajo un empoderamiento basado en el poder económico.

“El estereotipo que el sistema y los hombres nos colocan: ‘A mí no me complace que seas científica, pero si me complace que me complazcas’, y te doy ejemplos constantes de que a las mujeres que les va bien son las que tienen un sugar daddy o un only fans”, ejemplificaron las ponentes.

Sandra Ramírez Rave, activista en procesos de comunidades de mujeres vulnerables, víctimas de violencia sexual y trata, explicó que desde el contexto de Colombia en un ambiente de guerra, narcotráfico, necesidades económicas y migración desde Venezuela, la sociedad ha expuesto a las mujeres a una enseñanza que las orilla a la explotación sexual.

En este sentido, detalló que hay generaciones de jóvenes que para ellos el valor de la vida es relativo sujeto a trabajos que les den el sustento económico, “lo que sea que dure la vida”.

De acuerdo con la activista, en estos contextos se hace toda la pedagogía de la hipersexualización que empieza con el acoso sexual y las violaciones de las mujeres jóvenes, ejemplo de ello es que un amplio porcentaje de las mujeres que se han asumido como “trabajadoras sexuales” fueron víctimas de violencia sexual en su infancia y en su adolescencia.

De esta manera se introduce la idea de qué lugar ocupan las mujeres en la sociedad y se agrava cuando las víctimas reciben pagos por su silencio, por lo que consideran estos como los momentos en los que se empieza a ver la violencia sexual como una supervivencia.

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