Por Antonio González Vázquez
En la cuarta fila del auditorio principal del Centro Cultura Bicentenario se sentó a escuchar y ver. Sentada entre uno que otro político, entre uno que otro funcionario de gobierno y entre uno que otro burócrata universitario. Ahí estaba junto a su bodyguard, es la doctora María Luisa Ramos, la mujer más poderosa del anterior sexenio del grisáceo, anodino y olvidable Fernando Toranzo Fernández. Reapareció públicamente en el informe del rector de la UASLP, Manuel Fermín Villar quien tuvo a bien invitarla a su ceremonia de unción por cuatro años más como jefe de jefes de la universidad. La doctora tan temida ayer y hoy tan criticada. La doctora tan odiada por muchos y tan amada por sus más cercanos que se hartaron de poder, influencias y de recursos públicos durante seis años. Ahí estaba el sábado, sentada, quizá sintiendo el susurro de los que la veían y solo cuchicheaban en voz baja, mírala es la doctora. Pero como no iba a salir a la calle sin que pase nada si el gobierno de Juan Manuel Carreras la exculpó de presuntas irregularidades millonarias a su paso por el DIF estatal. Y como no la iba a proteger si fue precisamente la doctora Ramos la que le anunció a Carreras, “güero, tu vas a ser el candidato”. Ahí estaba el sábado, sentada, ya no en primera sino en cuarta fila, pero con el mismo talante adusto y endurecido, el gesto de una mujer que sabe para qué sirve la política, que sabe cómo se hace la política para destruir a los enemigos o a los críticos contumaces. Observa como con cautela, medita y piensa. No tiene nada que agradecerle a nadie, ella ayudó a que Carreras y no otro sea actualmente el gobernador y sabe que eso es suficiente para presentarse en público sin que sobrevenga una lluvia de abucheos. No, eso no puede ser, ella siempre fue mucho más que su esposo. Que las compras infladas, que las compras no licitadas, que los proveedores preferidos, que el negocio de las cocinas y las malas artes de los hijos, que su despotismo, que su sobrada soberbia y al final, hasta que sus viajes y sus escoltas. Es la Doctora Ramos, una ex primera dama cargando el saldo rojo de un pésimo gobierno. A la Doctora Ramos Segura se le vino el mundo encima durante los últimos meses del anterior sexenio, pero no se dejo atrapar en las ruinas del toranzato, por eso estaba ahí, en el informe del rector, escuchando ahora a otro gobernador, al que ella palomeó. Cuando se fue del recinto, unos reporteros quisieron entrevistarla y a las preguntas que le lanzaron contestó con un silencio frío. No hay nada que decir ya, si alguien tiene algo que decir, que lo diga el gobernador y en su caso el Procurador. Ellos, sin duda, también sabrán guardar sepulcral silencio.