Texto y fotografías de María Ruiz
Entre el sol abrasador y el bullicio cotidiano de la ciudad, un grupo de valientes se hizo notar. No con sirenas ni con el resplandor de las luces de emergencia, sino con su sola presencia, caminando en silencio.
Los bomberos metropolitanos, esos héroes anónimos que siempre corren hacia el peligro cuando todos los demás huyen, recorrieron las principales avenidas, desde avenida Himno Nacional hasta llegar a la Unidad Administrativa Municipal, para luego ir a Salvador Nava rumbo a calle Gránate y regresar a su estación en busca de algo que nunca habían pedido tan abiertamente: justicia, aumento salarial, pago de retroactivos, horarios laborales justos y transparencia de recursos.
A la cabeza de la marcha, Francisco Portillo Fuentes, comandante e integrante de la mesa directiva del Cuerpo de Bomberos, cargaba sobre sus hombros algo más pesado que su uniforme. Portaba las voces de sus compañeros, sus preocupaciones, sus luchas y la amarga realidad de un servicio que, pese a su vital importancia, ha sido ignorado por demasiado tiempo.
“Nos están ignorando, no sólo a nosotros, sino a toda la ciudadanía”, declaró con firmeza.
Su tono no era de rabia sino de cansancio, el cansancio acumulado tras años de esfuerzo sin reconocimiento suficiente.
“El alcalde dice que nos entrega 800 mil pesos al mes, pero ¿dónde están?, ¿por qué no tenemos transparencia por parte del comandante Benavente?”, preguntaba Portillo Fuentes como un reflejo del desconcierto colectivo de sus compañeros.
Calle tras calle, el calor y la fatiga no mermaban el paso de estos hombres y mujeres que, a diario, desafían el fuego, el agua y el peligro por salvar vidas. Su marcha era una metáfora de la labor constante e incansable que realizan en sus estaciones. No era solo un reclamo económico, era la lucha por dignificar su profesión.
El comandante Portillo Fuentes hizo una pausa para recordar una reunión reciente con las autoridades y representantes del Patronato de Bomberos. Se les pidió que no realizaran la manifestación, que no era “el momento indicado”, pero ¿cuándo es el momento adecuado para pedir justicia? Para los bomberos, el momento es ahora.
“Vamos a seguir. La marcha sigue como estaba programada”, afirmó Portillo, dirigiéndose a sus compañeros.
Sabían que su lucha no iba a ser fácil, pero su sentido de responsabilidad y servicio era más fuerte que cualquier adversidad. Ellos, quienes no abandonan a nadie en una emergencia, tampoco abandonarían esta causa.
La marcha continuó y cada paso que daban resonaba con una fuerza silenciosa que, aunque sin sirenas, era imposible de ignorar. Al llegar a la Unidad Administrativa Municipal, ahí ya los acompañaban sus familias, quienes a lo lejos y con consignas de apoyo que entonaban la frase “bomberos callados jamás serán escuchados”, se animaron a exponer las inconsistencias del Patronato y de su comandante Adolfo Benavente Duque, quien prefirió quedarse en la comandancia encerrado en su oficina.
Luego de casi una hora, caminaron hasta avenida Salvador Nava, calle Gránate y regresaron a su estación, en donde los rostros de los bomberos reflejaban no solo la fatiga de la caminata, sino años de desafíos.
“Tenemos alrededor de 60 bomberos operativos y aun así enfrentamos un déficit de personal”, explicó Portillo Fuentes. Ocho estaciones para toda la ciudad y sus alrededores, pero no suficientes recursos ni reconocimiento.
Aun así, con todo en contra, los bomberos no han dejado de cumplir su deber.
“Nuestra ética es lo que nos mantiene en pie. Si alguien nos necesita, ahí estaremos”, dijo Portillo con un tono que revelaba la profundidad de su compromiso. Ese compromiso que no se refleja en los salarios ni en las condiciones laborales, pero que es el motor de su vocación.
El llamado a la ciudadanía fue claro también: “Reconozcan nuestra labor”.
En cada intervención, los bomberos dejan algo de sí mismos. Sin embargo, como Portillo lo expresó, “mucha gente desconoce lo que hay detrás de la vida de un bombero”. La petición de un salario digno no es un lujo, es una necesidad básica para quienes arriesgan sus vidas todos los días.
La marcha terminó, pero la lucha de los bomberos continúa. Hoy más que nunca la voz de estos héroes silenciosos resuena en las calles de la ciudad, buscando no sólo justicia para ellos sino también para la comunidad que sirven.