Texto y fotografías: María Ruíz
Entre el ánimo de los charros y el polvo levantado por los caballos, la Arena Potosí se convirtió en el escenario del LXXX Congreso y Campeonato Nacional Charro, un evento que honra la memoria de don Esteban González Ortiz.
Sin embargo, esta justa deportiva que comenzó el pasado 14 de octubre y culmina mañana, 3 de noviembre, ha tenido su propio camino de espinas.
No solo se vio envuelta en la controversia por la millonaria construcción del recinto, sino que también cargó con la triste noticia de la muerte de un trabajador durante las obras y uno más durante este evento.
Aun así, el ambiente charro prevalece y la esencia de la charrería, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, parece resistir cualquier adversidad.
Entre el vaivén de los sombreros de ala ancha y los trajes bordados con delicadeza, las y los participantes de la competencia han demostrado la fuerza y elegancia de esta tradición.
Equipos de toda la República Mexicana como “Tres Potrillos” de Jalisco y “Hacienda de Guadalupe” de Nuevo León, ofrecieron sus mejores suertes ante un público reducido, pero apasionado.
La ausencia de una multitud fue evidente; la arena, recién inaugurada, lucía áreas vacías en sus gradas a pesar de la puntualidad y entusiasmo de los verdaderos amantes de este deporte nacional.
Cada jornada fue una oportunidad para ver el impresionante despliegue de habilidades en la arena, desde la cala de caballo hasta el paso de la muerte.
Las escaramuzas, en particular, dejaron boquiabiertos a los asistentes, quienes observaban en silencio el sincronizado y elegante baile de las amazonas charras al compás de la música tradicional.
Las integrantes de estas agrupaciones, con sus faldas largas y coloridas, y una precisión impecable en cada giro, lograron robarse los suspiros y los aplausos más encendidos de quienes presenciaban su desempeño.
Estas mujeres demuestran que la charrería no solo es cuestión de destreza y fuerza, sino de gracia y delicadeza.
La charrería tiene un lugar especial en el corazón mexicano, pues sus orígenes se remontan a las actividades ganaderas de la época colonial.
Lo que comenzó como una serie de habilidades necesarias para el trabajo con el ganado, evolucionó hasta convertirse en un espectáculo lleno de cultura y tradición.
Hoy, frente a una Arena Potosí casi vacía, queda claro que este deporte debe incentivarse por su propio valor cultural y no como una herramienta política.
Para muchos de los asistentes, la charrería es un recordatorio de las raíces de México y de la importancia de preservar estas costumbres.
Si bien algunos podrán cuestionar la necesidad de un recinto tan costoso, quienes han asistido a este campeonato saben que el verdadero valor del evento reside en la pasión de los charros y sus familias.