Por Victoriano Martínez
La inseguridad en San Luis Potosí ha convertido a la mayor parte del Estado en territorio de atrocidades, pero especialmente a la capital, donde los asesinatos múltiples cada vez se vuelven más cotidianos.
Hace una semana fue en la colonia Las Piedras. Cuatro hombres fueron acribillados y después le prendieron fuego.
Este fin de semana, fue en la colonia Mayamil, al borde de la Carretera 57 en dos antros, “Maderos” y “Calígula”, donde ambos establecimientos fueron rafagueados con un saldo de cuatro jóvenes de 20 años de edad, tres hombres y una mujer, muertos y otras siete personas heridas de gravedad.
La organización Causa en Común publicó hace diez días un recuento de lo que llamó Galería del horror, en el que, mediante un monitoreo de los reportes de homicidios en prensa, clasifica los casos en los que considera que los crímenes se cometen con extrema violencia, al grado de que los califica como atrocidades.
De acuerdo con los criterios de esa agrupación, los hechos ocurridos los dos últimos fines de semana caen en esa categoría.
A la atrocidad que esos hechos representan se suma una respuesta indolente, y hasta negligente, de las autoridades que, si la ocurrencia de los crímenes deja ver las fallas en las medidas preventivas, la reacción tardía ante los llamados de auxilio revela el margen de maniobra que dejan a los delincuentes para cometer sus fechorías: testigos afirman que las primeras patrullas llegaron a los antros una hora y media después de la llamada al 911.
Hace una semana, a propósito de los datos revelados por Causa en Común, se escribió en este mismo espacio:
Si uno de los riesgos de la inseguridad es que la población cada vez vea como normal la proliferación de homicidios, la gravedad de la desatención de las autoridades y la impunidad en que deja a los homicidas no será sólo que la población normalice conocer cada vez más de atrocidades, sino que los criminales asuman que cada vez pueden ser más crueles.
Lo que muestran los atentados en los antros la noche del sábado es que a la crueldad de los criminales la acompaña la posibilidad de que primero baleen un establecimiento y, aunque se esperaría una rápida presencia policíaca en la zona, ésta no se da al grado de que, el mismo grupo u otro, atentan contra otro establecimiento cercano.
Las señales de la autoridad para los criminales son claras: no sólo cada vez pueden ser más crueles, sino que pueden tomarse su tiempo para cometer los delitos.
Las señales de la autoridad para la población también son claras: o se reacciona con indignación ante la falta de resultados y se les exige mayor seguridad o habrá que resignarse a vivir cada día en un mayor clima de atrocidades.