Por Victoriano Martínez
En el tema de la inseguridad, las autoridades libran dos batallas sin que quede claro a cuál le dan mayor prioridad. Por un lado, el obligado combate a la criminalidad con el objetivo de disminuir los índices delictivos. Por el otro, la innecesaria propaganda para convencer a la población de presuntos avances, por muy marginales que resulten.
Por mucho afán que le impriman un mes, y al otro también, en afirmar que bajó “un poquito” el número de asesinatos, la percepción de inseguridad se mantiene. Basta observar que en los últimos 17 años la sensación de falta de seguridad poco tiene que ver con el número de ejecuciones y sí mucho con el impacto por la impresión de impunidad que deja la forma en la que ocurren.
La ejecución de Guillermo Amado Camarena Dávila, coordinador de la Unidad Mixta de Atención al Narcomenudeo de la entonces PGR, el 13 de agosto de 2007, en la colonia Dalias, marcó el inicio de crímenes de alto impacto en el Estado, no sólo por tratarse de un funcionario que combatía al crimen, sino por la forma de la ejecución y la impunidad en la que quedó.
Justo un mes después fue ejecutado Jaime Flores Escamilla, director de Seguridad Pública del Estado, sobre la calle Alejandrina a unos pasos de la avenida Rutilo Torres. La violencia extrema y la posterior impunidad fueron la característica una vez más.
El 29 de noviembre de ese mismo año, se desató una balacera en el cruce de las avenidas Independencia y Carranza, a unos 250 metros del Palacio de Gobierno, que terminó con una persecución hacia el sur de la ciudad y saldo de al menos un policía y dos civiles muertos.
Tres hechos de alto impacto que dieron paso a la sensación de inseguridad que desde entonces no ha cedido. En aquel 2007 se registraron 153 homicidios dolosos.
Si del número de asesinatos dependiera la percepción de inseguridad y desde entonces surgió el temor entre la población, los 399 asesinatos que reporta el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) en los primeros nueve meses de este año tendrían que ser causa de pavor, de no ser porque también se ha normalizado ver ejecuciones sin sanciones.
La diferencia entre los datos que dan a conocer el SESNSP y el INEGI puede resultar significativa… para los intereses propagandísticos de la autoridad. Para la percepción de inseguridad que vive en el día a día la población, lo más probable es que no.
¿Qué tanto puede impactar en la percepción de inseguridad que de 2021 a 2022 se hayan registrado 38 asesinatos menos, según el INEGI, si las cifras totales se ubican entre los 797 y 759 casos? ¿Qué tanta diferencia puede darse en ese mismo sentido, si con las cifras del SESNSP, de un año a otro haya disminuido el número de casos de 740 a 648, es decir 92 asesinatos menos?
Las diferencias entre los datos del INEGI y los del SESNSP siempre se han dado, aunque no en la proporción que ocurrió con las cifras de homicidios dolosos de 2022. En 2015, e INEGI reporto 9 casos más que el SESNSP; en 2016, uno menos; en 2017, dos más; en 2018 la cifra se disparó al reportar 36 más que el SESNSP.
Para 2019, los excedentes fueron 28; en 2020, 71 casos más; en 2021, 57 casos más, y para 2022 la cifra del INEGI superó en 111 al número de asesinatos reportados por el SESNSP. Porcentualmente, en el último año representa el 17.13 por ciento más, la proporción más alta en los últimos ocho años.
La discrepancia en las cifras es un tema que resulta necesario ajustar entre las dos instituciones, de manera que uniformen criterios para que la información que se publique sea confiable, punto de partida obligatorio para comenzar a generar confianza en los resultados, antes que tratar de conseguirlo por el uso propagandístico de estadísticas a modo.
Si esas diferencias se ilustran gráficamente, la impresión sobre los niveles de violencia homicida no varía mucho desde un primer vistazo, es decir, para comunicar confianza en los resultados más vale informar con datos precisos, antes que intentar una propaganda que difícilmente compite con la impresión que causa la frecuencia de los asesinatos, en muchos casos atroces.