Las necesarias advertencias sobre la inseguridad

Por Victoriano Martínez

En el tema de la seguridad que debe proporcionar el Estado a la población, dos cadáveres emplayados tirados en una plaza en Tamuín y un muerto más tras la explosión de una granada en Guadalcázar (versión no desmentida) necesariamente contribuyen a una mayor percepción de inseguridad… más, si la autoridad advierte a los suyos de una escalada en la violencia.

De poco sirve que se aprovechen convenencieramente de manera parcial estudios en los que se ve una “mejoría” en algún aspecto de la inseguridad, en tanto que se ocultan otros que, si por ellos fuera, preferirían que no se conocieran.

Un esfuerzo inútil de tratar de reafirmar la proyección de una imagen que no corresponden con una realidad que se impone a golpe de hechos criminales que ya no sólo son cada vez más atroces, sino que además involucran una sofisticación en el uso de los artefactos utilizados para causar daño, que incluyen explosivos.

¿Cuántos habitantes de Tamuín fueron testigos de la atrocidad de que en su plaza principal hayan aparecido dos cadáveres emplayados? Hayan sido pocos o muchos, para los 36 mil 968 habitantes del municipio y quienes viven en municipios vecinos el acontecimiento es la noticia principal y les infunde temor, es decir, una sensación de mayor inseguridad.

¿Hasta los oídos de cuántos de los 25 mil 119 habitantes de Guadalcázar llegó el sonido del estallido de la granada que se reportó en diversos medios y causó la muerte a una persona? Pocos o muchos, también tuvo el efecto de un estruendo que advirtió sobre una violencia ya no sólo más sofisticada, sino más frecuente.

Apenas el 23 de junio vivieron la indignación de saber que tres integrantes de una familia de la comunidad de Ábrego fueron acribillados, dos semanas después ya son testigos de la llegada de artefactos explosivos para agravar el clima de violencia que desde hace tiempo los mantiene entre el temor y la indignación.

Un uso de explosivos que no puede ser considerado como caso fortuito o aislado a la luz de la circular número 104 de la Comandancia de la Guardia Civil Estatal (GCE), fechada el martes 4 de julio y dirigida a directores, subdirectores, jefes de área, de región y áreas administrativas.

“En las últimas fechas se ha venido observado una escalada en la violencia y capacidad de las organizaciones criminales mediante el uso de explosivos a través de drones, vehículos y minas terrestres para agredir tanto a grupos rivales como fuerzas del orden”, advirtió a su personal José Luis Urban Ocampo, comandante de la GCE.

¿Hasta dónde sólo el personal de seguridad tiene derecho a conocer ese tipo de advertencias y cómo se justifica que el resto de la población no conozca esos riesgos? ¿Qué provoca más pánico, que se informe de la posibilidad de ese tipo de riesgos o de pronto verse sorprendido con un hecho como el que reportan varios medios ocurrió en Guadalcázar?

Carros bomba en Guanajuato o empleados de seguridad secuestrados en Chiapas difundidos profusamente por prácticamente todos los medios resultan un referente que, combinado con hechos como el de este viernes en Guadalcázar, necesariamente marcan la necesidad de una mayor reflexión sobre el alcance que deben tener advertencias como la hecha al personal de la GCE.

¿Cuántas cosas más ocurren en torno a hechos tan graves, por atroces y cada vez más violentos, que no hay semana que no se presenten y que esta correspondió a cuerpos emplayados y otro deceso por una explosión?

La explosión se da apenas tres días después de que se le advirtió al personal de la GCE sobre esa posibilidad. ¿Qué más se puede esperar y qué información le debe proporcionar la autoridad a la población para que pueda evitar en lo más posible exponerse a ese tipo de riesgos?

Combatir la inseguridad no se da en el terreno de los comunicados optimistas con información manipulada porque al ser la percepción el factor principal que establece su nivel, es importante que la población cuente con datos que le generen confianza y no sospechas de que los responsables de garantizarle su seguridad lo tratan de engañar porque la realidad se impone implacable.

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