Carlos Rubio
Emma se formó como abogada en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) y años después regresó como catedrática y funcionaria, llevando a cabo diversos proyectos que contribuyeron a la Facultad de Derecho. Tiempo después de su llegada a la facultad, fue abusada sexualmente en el Edificio Central y todas las autoridades de la UASLP le dieron la espalda y conspiraron contra ella para intentar obtener su silencio. Dos años y medio después, Emma relata su historia.
Ella tenía 27 años cuando entró a trabajar a la Facultad de Derecho, luego de haber estudiado su maestría en Chile. Primero se desempeñó como catedrática, pero al poco tiempo se convirtió también en funcionaria. Se encargaba del área de internacionalización y vinculación, después formó diferentes proyectos y eventos que iban desde la ideación hasta la ejecución del mismo.
Emma le dedicaba su vida a la UASLP. Su única distracción era cuando debía dormir para regresar al día siguiente a continuar la excesiva carga de trabajo que mantenía en la Universidad. “Ni si quiera te puedo decir que lo sentía como un trabajo porque realmente siempre disfruté cada una de las actividades que desempeñé”.
Las primeras dificultades que atravesó fueron propiciadas por Joel Martín González de Anda, actual secretario general de la Facultad de Derecho, y Jesús Monsiváis Cerda, quien fue secretario particular de José Abraham Oliva Muñoz, director de la misma facultad. Según Emma, desde su llegada, “la reacción de ellos fue muy ríspida, muy agresiva, y se caracterizó con los múltiples embates y boicots a todo el trabajo que yo organizaba. Las agresiones que ellos desplegaban eran sumamente violentas”.
Simultáneamente, Emma también tuvo que lidiar con otra figura de la Universidad, el chofer particular de Abraham Oliva Muñoz y su familia. Esta persona, de nombre José Antonio Mendoza Regalado, se encontraba presente en todas las reuniones y eventos, además de los pasillos de la facultad, acechándola. El hombre, a quien también conocen como Toño, comenzó a acosar a Emma, hasta el día en que se llevó a cabo un evento en el Edificio Central de la UASLP, donde abusó sexualmente de ella.
Este hecho llevó a Emma a tener ataques de pánico, crisis de ansiedad y posteriormente tuvo que llevar terapia psicológica y ser medicada para sobrellevar esta etapa de su vida. Luego de eso no supo a quién acudir, no sabía en quién confiar, únicamente el mundo se le vino encima porque, además, comenzaron a bloquear la gestión de sus proyectos. “A partir del momento en que ocurre el abuso sexual empecé a ser congelada al interior de la Universidad”.
Superar esa situación fue complicada para Emma, porque mientras ella intentaba trabajar, era víctima de “abuso en todas sus formas; estamos hablando de acoso, de hostigamiento sexual, amenazas, abusos económicos, académicos, laborales, administrativos, todos ejercidos y liderados por el director de la Facultad de Derecho”.
Cuando Emma por fin se atrevió a contar su situación a Abraham Oliva, él le dijo que resolvería el asunto y le pidió tiempo, pero más importante que eso, él le pidió su silencio y su discreción, que no hablara con nadie más sobre el escandaloso asunto que asediaba a la facultad.
Tiempo después fue llamada por Carlos Enrique Arreola Sánchez, quien es el encargado del despacho jurídico de la Facultad de Derecho. Él le dijo conocer su caso y le ofreció formas de “solucionarle”; entre esas formas se encontraban darle a Emma proyectos y cargos al interior de la Facultad a cambio de su eterno silencio, sin embargo esa nunca fue una opción para ella.
Después de negarse a aceptar llegaron las amenazas por parte del abogado: “La postura fue, entonces, si tú no quieres dejar de hablar de lo que está ocurriendo al interior de la Facultad, tanto con el director como con el chofer, vamos a destrozar tu carrera, tu reputación al interior de la Universidad, no vas a encontrar trabajo en ninguna dependencia”.
“No vayas a denunciar, por la institución”
Emma buscó la ayuda del rector de la UASLP, Manuel Fermín Villar Rubio, y cuando consiguió una cita con él, esta se llevó a cabo una casa utilizada como oficina alterna que se encuentra ubicada a un lado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Durante horas, Emma le platicó su historia y el terror que vivía día a día ante el asedio del chofer y el director de la Facultad de Derecho.
La respuesta por parte de Villar Rubio no fue distinta a la de Abraham Oliva. Se comprometió a resolver la situación y a cambio le pidió tiempo y, una vez más, a Emma le fue pedido su silencio. “Él me dice: ‘solamente te voy a pedir tu discreción, que no vayas a denunciar, por la institución”.
Tiempo después, recibió un oficio por parte de la Rectoría donde se le informaba que se abriría el proceso legal al interior de la Universidad, DDU/031/06/2018. Emma conoce cada número y letra que componen este número de expediente, con dolor los menciona sin dudar, es claro que se ha visto obligada a repetirlo una y otra vez cada que relata su caso. También recuerda cada fecha de reuniones y diligencias, como huellas imborrables en su cabeza.
“A partir de ese momento todo mi tránsito en busca de esta justicia, todo mi camino fue cimbrado por el terror, las amenazas de muerte; empecé a sufrir múltiples amenazas de muerte, represión, exclusión, humillación, difamación, calumnia al interior de la Universidad”.
Emma pasó mucho tiempo en la incertidumbre, con el rector Fermín Villar desaparecido del caso y Anuar Kasis, el secretario general de la UASLP, intentando dispersar la atención del mismo. Al tiempo que, el secretario académico de la Facultad de Derecho, José Martín Gaytán, la intentaba sobornar para terminar con el asunto, situación a la que nunca accedió.
“Te vamos a dar un ‘aplacón’, en nombre del rector”
Luego, Emma recibió un oficio donde se le citaba a una diligencia donde se le daría a conocer la resolución de la queja que se había emitido ante la Defensoría de Derechos Universitarios. “El trato (en la diligencia) era sumamente agresivo, era intimidante, era violento por parte del abogado general”.
El dictamen finalmente acreditaba la violencia sexual sufrida por Emma, no obstante la sanción para José Antonio Mendoza Regalado por abuso sexual era únicamente de una suspensión de seis meses. Emma fue presionada y amenazada para firmar su conformidad con el dictamen, pero no lo hizo, porque no consideraba justa esa sanción. “Es inverosímil que un caso tan grave, tenga una sanción tan laxa”.
Luego de negarse a firmar, el abogado general de la Universidad, Juan Manuel Reynoso Sandoval, le dijo: “Yo te tengo un mensaje del señor rector, vengo de hablar ahorita con él y él me dice que si no dejas de hablar de las agresiones que sufriste al interior de la Facultad de Derecho, te vamos a dar un aplacón, en nombre del rector”.
Un camino sin rumbo y sin justicia
Emma debía pelear sola contra la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, este gigante ente que le otorgó una profesión y ahora parecía que la quería ver sumergida en un abismo. Sus padres la podían acompañar desde su hogar y ayudarla a progresar con su salud, pero no podían ir más allá; el proceso en busca de la justicia era sólo de ella.
Según comenta, durante el camino, todos los funcionarios que estuvieron involucrados hicieron hasta lo imposible por diluir el caso en el tiempo, además de quebrantar su voluntad. Continuaron pidiéndole paciencia, pero al mismo tiempo le retiraron todas las materias que impartía en la facultad, hecho que ella considera como una represalia por denunciar.
En todo su relato, Emma denuncia una red de corrupción al interior de la UASLP “con pleno conocimiento de Manuel Fermín Villar Rubio y Anuar Abraham Kasis Ariceaga”.
No tenía a ninguna autoridad ni a ninguna dependencia a la cual acudir. En una ocasión que tuvo la oportunidad de ver el expediente de su caso, se dio cuenta de que había actas y citatorios que nunca había visto, además de un testimonio falsificado que estuvo a cargo de la hija del abogado general de la UASLP, Samantha Reynoso Vázquez.
Como última instancia, Emma acudió a presentar una queja a la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), donde se abrió el expediente 1VQU-0325/19. “Te puedo decir que fue la única institución a la que me acerqué donde realmente fui tratada y acogida como lo que soy, como una víctima, fui tratada con respeto, fui tratada con dignidad”.
La CEDH dio cuenta de todos los abusos a los que Emma había sido sometida, así como las violaciones a sus derechos humanos. Ya ha emitido medidas precautorias donde la acredita como víctima con el derecho a una reparación integral del daño, además de que se giraron instrucciones para que se realicen acciones efectivas al interior de la UASLP que garanticen la integridad física y psicológica de Emma en su lugar de adscripción o en cualquier otro espacio que, como resultado de la reparación integral del daño, le pudiera ser asignado.
Para Emma, “la impunidad al interior de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí es transversal, lo que prácticamente nos deja a toda la comunidad universitaria sin autoridad a la cual dirigirnos”.
Este recorrido que aún no ha finalizado, le ha dejado graves secuelas a su salud; durante mucho tiempo presentó desajuste hormonal, fue diagnosticada con prediabetes, dislipidemia, hipertiroidismo y un severo daño estomacal derivado de todos los antibióticos que tuvo que consumir por todos los cuadros infecciosos que ha presentado.
A Emma le ha sido robado tiempo que de ninguna forma podrán pagarle. Está a punto de cumplir 31 años y desde los 27 pasó de “transitar los pasillos de la Universidad y de cargar libros a transitar los pasillos de los hospitales y cargar medicamentos”.
Desde el suceso que cambió su vida, han transcurrido más de dos años y medio, en los que no ha podido realizar su proyecto de vida, académico, laboral ni económico, por centrarse en la resolución de su caso.
Distintas personas a lo largo de este trayecto han querido comprar su silencio, llevarse su dignidad y menospreciar lo que lo ocurrió, y la respuesta de Emma siempre ha sido: “No, no estoy a la venta”.
Hasta ahora, ella se encuentra consiente de todo el abuso y daño del que fue víctima por parte de los funcionarios de la UASLP y es por ello que llegará hasta la última instancia para que se le otorgue aquello que desde hace años se le ha negado: justicia.
“Hoy se dirige a ustedes una sobreviviente, porque debería de estar muerta. Ahí es a donde me querían llevar”.