Por Eduardo Delgado
“Para que las reinstalen hay que omitir el acoso sexual”, les recomendó hace cinco años la abogada del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio de Gobierno del Estado (SUTSGE), María Esperanza Aguayo Castillo. Hace unas semanas el Sub Procurador de Justicia, Raúl Gerardo Flores Olguín, les dijo que “ya no se puede hacer nada” y supuestamente compadecido les dio unas palmaditas en la espalda a Berenice y Nohemí.
El calvario, para ambas, comenzó con insinuaciones, tocamientos y propuestas del director del Museo del Ferrocarril “Jesús García Corona”, Rodolfo Ariel Acevedo Oliva, que un día le propuso a una: “Si te acuestas conmigo te consigo una base en Gobierno del Estado”.
Incluida la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Delito, “en todas las instancias que hemos recorrido durante dos semanas nos han dicho que ya no se puede hacer nada, porque desde el principio se hizo todo mal”. Ahora coligen que “todo estaba planeado”, porque el director es miembro del SUTSGE y “lo protegieron”.
En represalia a su negativa fueron sometidas a hostigamiento laboral. Del 2009 al 2011 laboraron como guías, con horario de 9:30 a las 18:30 horas. “Nos exigieron más horas de trabajo y cubrir eventos extraordinarios: fiestas, bautizos, quince años y bodas. A veces salíamos a la una o dos de la madrugada”.
No recibían pago de tiempo extra. “Siempre nos tuvieron con el pie en el cuello”, dijo Berenice, a quien el 8 de julio de 2010 una máquina le trozó el dedo índice de la mano derecha.
Solicitaron el servicio de auxilio de la Cruz Roja, pero Acevedo Oliva llamó para cancelarlo con el propósito de evitar un escándalo público.
La trasladó por su cuenta a la Cruz Roja y de allí a la Beneficencia Española, donde la administradora del museo, Eloísa Flores López, firmó como paciente y autorizó el suministro de toda clase de medicamento. “Me inyectaron penicilina. Me sentía muy mal y le dije a la enfermera que yo era alérgica a la penicilina”.
Tras la operación a Berenice la regresaron al museo. Preguntó a sus compañeros porque no avisaron a sus familiares y estos le dijeron que fue orden del director, “porque mi mamá trabaja en la Secretaria de Cultura y según él se iba a hacer un escándalo”.
Enterada, su madre, discutió con el director y Eloísa. “Le dijeron a mi mamá que se va pagar todo y que se va a respetar la incapacidad indicada por el cirujano”.
“A los cuatro días me hablo Eloísa y me advirtió que si no me presentaba a trabajar me acusarían de abandono de trabajo”. Al volver, Eloísa y el director la amagaron; le pidieron no presentar demanda ni queja. Si lo hacía la cesaban.
El acoso laboral se intensificó cuando Berenice reclamó la terapia para recuperar la movilidad en su dedo. “No nos pagaban las quincenas, no nos respetaban la hora de la comida, no nos permitían descansar los domingos…todo eso durante un año”.
VAS A SABER LO QUE ES BUENO…
A la par el director proseguía con sus propuestas: “Permítete estar con un hombre y vas a saber lo que es bueno”. El 29 de junio de 2011, a la salida de una junta, “me llevo hacia la galería, donde hay unos ventanales hacia los andenes, y me dijo que si accedía a acostarme con él me conseguiría una base en Gobierno”. Berenice se retiró.
“El primero de julio el director nos pide entregar los radios y con engaños, él y la administradora, nos llevaron a la Junta de Conciliación y Arbitraje”, recordó.
Ahí las trataron de convencer de firmar su renuncia voluntaria, en la que además admitían como finiquito 10 mil 650 pesos, sin habérseles pagado el salario del mes de junio ni el tratamiento de la terapia.
Mientras esperaban, localizaron en esa dependencia a un amigo, quien les recomendó no firmar nada sino estaban de acuerdo. Doblaron el documento. Lo que Eloísa les reclamó.
- Nosotros no renunciamos, ustedes nos están corriendo.
- Tienen que firmar.
- No.
Berenice traía su teléfono móvil en una mano y en la otra la hoja. Eloísa se abalanzó sobre ella y le gritó: “¡No me grabes!”. Se le fue a los golpes.
El director no supo qué hacer y en cuanto entró en razón le pidió a Eloísa que se calmara y le hizo ver que no era el momento ni el lugar.
La administradora volteó con Berenice y Nohemí para espetarles:
- Acuérdense que el arquitecto conoce muy bien a sus papás y algo puede pasar…
- ¿Nos estas amenazando?…
- No.
- Eso para mí es una amenaza.
- Esto es punto y aparte…este problema es con ellas y si no quieren firmar ni modo-, intervino Acevedo Oliva.
De regreso, en el museo, el directivo y la administradora convocaron a junta al personal para anunciarles que las dos dejaban el equipo de trabajo.
Patrocinadas por el SUTSGE presentaron una demanda por despido injustificado, pero le impusieron la condición de omitir el acoso sexual si pretendían ser reinstaladas.
“Metimos papeles denunciando todo. Nos firmaron de recibido y nos dijeron: No se preocupen… las vamos ayudar”.
La abogada del sindicato, quien a la fecha trabaja en la Oficialía Mayor de Gobierno del Estado, las citó un día para anunciarles su reinstalación. “Ya hablé con Rodolfo y todo está arreglado…denme tres días”.
Pasaron días y semanas. Regresaron con la litigante, quien les dijo que ya no regresarían al Museo. “El director ya lo pensó bien y ya no las quiere”, les arguyó.
Enseguida contactaron con el abogado Enrique Chávez Guerrero, quien después de dos o tres intervenciones les comunicó que la demanda no prosperó. Un día “nos mandó al Poder Judicial de la Federación a preguntar cómo iba nuestro caso, porque él no podía”.
Le llamaban frecuentemente y no les contestaba. Un día le respondió a Nohemí y le pasó a la esposa, Delia Juárez, que les ratificó que el juicio se había perdido y que nada más esperaban la ejecutoria para saber por qué.
TRAS EL CALVARIO
Durante las dos últimas semanas han recorrido diversas instancias en búsqueda de justicia. Berenice habló con Gloria Serrato, integrante de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Delito, quien le aseveró que ya prescribió el plazo de dos años para presentar la denuncia.
El despido y acoso sexual, sostienen, “nos sigue doliendo, porque injustamente nos despidieron, por no dárselas al director” condenó Nohemí.
Buscaron incluso apoyo en medios de comunicación. Un amigo les recomendó y confiadas buscaron a Armando Acosta Díaz de León, directivo del San Luis Hoy y Pulso.
Las recibió el jefe de información, Leonardo Vázquez, a quien le presentaron todos los documentos que amparan su versión. “Ya no me digan nada, eso me está enojando mucho y no puedo tomar parte porque soy periodista, pero déjenme sus papeles. Con todo gusto las voy a apoyar”.
Al otro día salió publicada la nota titulada: “Perdieron pleito laboral; ahora denuncian acoso sexual”.
“Le dijimos que queríamos hacer la denuncia de manera anónima y aparecieron nuestros nombres completos”, condenaron.
“Creo que en cuanto salimos del Pulso este señor le habló al director y le dijo que nosotros acabábamos de ir y le dieron dinero”, sospechan.
Para rematar acudieron a la Procuraduría General de Justicia del Estado, donde se entrevistaron con el Sub Procurador, Raúl Flores Olguín, que “se puso de lado de Rodolfo… nos dio unas palmaditas y nos dijo no se va a poder hacer nada”.
“Se expresó de las mujeres de una manera que yo salí totalmente indignada. Dijo que hoy en día las mujeres se creían independientes y que una mujer así le daba miedo”, refirió Berenice.
Ambas demuestran entereza para proseguir en busca de justicia, lo que ahora procurarán a través de un litigio estratégico en materia de derechos humanos que habrán de interponer ante la justicia federal en los próximos días.