Óscar G. Chávez
“La culpa es del Pollo”, dice el gobernador al asumirse como tal. La “culpa es de la herencia maldita”, sentencia antes y después, por lo alto y por lo bajo, utilizándola como responsable y única salida frente a cualquier adversidad en el ámbito gubernamental. Nadie lo duda, nadie lo discute, nadie lo contradice.
El punto no es que la duda o la contradicción se encuentren fuera del universo absolutista del gobernante; el punto es que no hay elementos ni ánimos para contradecirlo. Pero, además, todos, en la más amplia cobertura del término, saben que no hay lugar para la duda. El pollo es el responsable al ser también la herencia maldita. Consecutiva también su presencia.
Autoculparse para buscar la exculpación que pronto le será otorgada por aquellos que, prestos, están a su servicio. ¿Para qué buscar más, si son los únicos autorizados a opinar? La multitud no importa, una por no tener la capacidad de ejercer la crítica y la otra, la que la tiene, por no estar presente en los intereses del que gobierna. El monólogo de lo absurdo, la sordera del autócrata; el diálogo de los mudos frente al sordo, el lenguaje señas frente al ciego.
Más allá de asumida ficciosa y falsamente culpabilidad, el gobernador lo único que busca es una serie de opiniones que le sean favorables y si bien, no le costará mucho escucharlas en lo inmediato, lo cierto es que con todo y la realidad alterna en la que ejerce como ejemplar estadista, sabe que su gestión va directo al fracaso y, muy posiblemente, a ser considerada la peor de los últimos sexenios (incluidos sus dos antecesores). Por tanto él, se encuentra nominado a ser el peor gobernante.
Lo que en efecto pudo ser un lastre financiero, producto de las desacertadas administraciones que le antecedieron, y que llegó hasta el primer año de la actual administración como una herencia, ya andados los tres primeros años es imposible mantenerla como realidad. El único responsable es el actual gobernador; el lastre no puede ser eterno, aunque si lo fuera también evidenciaría su falta de pericia para deshacerse de él. San Luis Potosí estaría en manos de un incapaz.
Observemos el estado de las finanzas estatales, de las políticas públicas, de la seguridad y por consiguiente de la inseguridad, de la obra pública, de la inestabilidad de los titulares de las diversas dependencias, de la relación con los otros poderes, de la carencia de propuestas, de lo insostenible de los proyectos, de un gobierno estatal de ficción conducido a partir de ocurrencias y caprichos; nada de esto se había visto alguna vez.
La culpa, definitivamente es de la actual administración, en la que no hay más que uno que dirige, dispone, designa, sentencia y ejecuta, pero también de los poderes reales y fácticos, empresarios, cámaras, medios de comunicación, instituciones, organismos independientes, partidos políticos, líderes de opinión, periodistas, y ciudadanía apática e incapacitada para, ya no pensemos en una oposición, sino en ejercer una crítica racional y sustentada, quienes han evitado hasta este momento hacer señalamientos, cuestionar, y actuar; más allá de la culpabilidad del Pollo, ésos son los verdaderos responsables. Ellos y no aquel, son los que en algún momento serán señalados y deberán rendir cuentas.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.