Ciudad de México (12 de diciembre de 2015).- ¿Qué se supone que debe uno hacer con el cuerpo de su compañero más cercano y más fiel? Si vives en Los Ángeles, no lo puedes enterrar en tu patio, es ilegal. Pero sí puedes enterrarlo junto con los otros 40 mil perros, gatos, hámsters, caballos, pájaros, cerdos, ovejas y dios sabe qué más en el cementerio y crematorio de mascotas de Los Ángeles.
Fundado en 1928 por un veterinario célebre, el cementerio de mascotas de Los Ángeles en realidad no está en Los Ángeles (de hecho, está en Calabasas, en el Valle de San Fernando, donde viven las Kardashians) pero su lista de clientes refleja la proximidad de los mismos: el león del logo de MGM, el perro de los Little Rascals, el caballo de Hopalong Cassidy y Kabar, el perro mestizo de Rudolph Valentino (que obviamente asusta en el cementerio, o eso se rumora). Todos ellos se descomponen dentro de los muros de ese cementerio.
Este cementerio es uno de los más antiguos de la costa oeste de EU y alberga el equivalente a un siglo de mascotas muertas. Al caminar entre las tumbas, se nota la diferencia entre las décadas, en especial por los nombres. Por ejemplo, en los años 20, a nadie le causaba gracia que un perro se llamara “Big Dick”. Y en la década de los 30 las mascotas se llamaban “Spook”, “Nig”, “Tar Baby” y —no puedo creer que esté escribiendo esto— “Swastika”.
La gente ya no le pone nombres racistas a sus mascotas. Y si lo hacen, no las entierran en Calabasas. Ahora les ponen nombres como “Gucci”. Por lo visto, nombre de una marca y una frase racista en los años 30 representan lo que la gente se siente cómoda gritando en público.
Las tumbas más recientes están muy bien cuidadas y cubiertas de juguetes para masticar o fotografías. Los epitafios dicen cosas como “Mi mejor amigo. Mi corazón. Mi vida. Mi todo” y “Si te hubiera podido salvar con amor, habrías vivido para siempre”.
“Tú me comprendías más que cualquier persona”, decía el epitafio de un perro que vivió apenas siete años. Mientras más nos alejamos de los humanos, más nos acercamos a nuestras mascotas. Tal vez no sepamos cómo se llaman nuestros vecinos pero sí sabemos que Brownie Mama es “la bebita de mamá”. Este apego hace que su pérdida sea mucho más difícil de soportar y explica por qué las tumbas modernas de las mascotas son mucho más emotivas que las tumbas vintage. Los nombres de las mascotas no son lo único que refleja cómo cambian los tiempos.
Nadie le lleva flores a la tumba del perro llamado Sambo; sus dueños ya fallecieron. No hay una mujer con un velo negro bañada en lagrimas que le lleve rosas al perro de Rudy Valentino una vez al año. ¿Te da miedo que se olviden de ti cuando mueras? Dile eso a Sir William Shakespeare el gato, que murió en 1953 y la ultima vez que lo visitaron fue en 1954. Por otro lado, Gucci el perro lleva muerto casi cinco años y a él todavía le llevan dulces. Sin embargo, los dulces se van a acabar cuando muera su dueña. Me pregunto si habrá alguien que lamente su muerte.
Fuente: Sin Embargo.