Sharon Romina Moreno Montes, de 11 años, murió atropellada por un imprudente conductor que se dio a la fuga en Mexquitic de Carmona.
Carlos Rubio
El sol casi estaba en su punto más alto del día cuando cargaron el ataúd de Romina y lo subieron a la camioneta que la llevaría a dar su último recorrido por el pueblo de San Marcos Carmona, acompañada de sus amigos y familiares, luego de que pasaran la noche entera velando su cuerpo y rezándole a su alma. Toda persona que conoció a Romina en sus 11 años de vida le preparó una despedida de la manera en que creyeron que la harían más feliz.
“Hermosa niña. Hermoso cielo. Hermosa luz del mundo entero”, le cantaba una melodiosa voz a Romina, que minutos antes de emprender su viaje descansaba en el patio trasero de una casa, en una bella caja de madera con una Virgen de Guadalupe en la cima, rodeada de flores blancas, velas y grandes coronas con su nombre escrito. Varios niños la miraban de lejos, asombrados: era su amiga, su prima o tan solo una compañera de clases, y para la mayoría de ellos, Romina era el primer ser del que se tenían que despedir a su corta edad.
La comunidad de San Marcos Carmona está de luto desde la noche del 24 de diciembre, día en que Romina murió atropellada por un imprudente conductor que circulaba a exceso de velocidad por la calle Reforma en Mexquitic de Carmona. Ella caminaba de la mano de su madre, Tania Montes, y se dirigían a la casa donde harían el último rezo de diciembre para después disfrutar de una cena en familia, sin embargo, en su camino, ambas fueron embestidas por detrás por un automóvil que huyó, dejando atrás a la pequeña Romina y el corazón destrozado de una madre.
Tania apenas alcanzó a levantar la mirada y observar cómo se alejaban a gran velocidad las luces rojas del automóvil que lanzó a su hija al menos a cinco metros de distancia.
Romina estudiaba el sexto año de primaria y, además, entrenaba taekwondo en la academia Inat de Mexquitic; hace apenas unas semanas había hecho su examen que la convertiría en cinta verde avanzada. También formaba parte del grupo de danza azteca “Huehuetonatiu” de la comunidad. Todas aquellas amistades que formó en su vida, caminaron con ella hasta la parroquia de San Marcos Carmona, cargando flores y globos; al frente de la peregrinación, los danzantes le abrían el camino con sus ayoyotes vibrando en el suelo, mientras que el sonido del atecocolli les llenaba de energía los pies para caminar descalzos sobre la tierra caliente en la que bailaban. Atrás, sus compañeros de taekwondo portaban su dobok (el uniforme que utilizan para entrenar) y caminaban en compañía de su maestro.
El fuerte olor a incienso que se desprendía de la danza, penetraba las casas de los habitantes de San Marcos Carmona, quienes salían y se unían a la marcha. Bajo el sol, decenas de personas llegaron a la iglesia donde se bendeciría el camino de Romina hacia el cielo. El sonido de los tambores que acompañaban la danza retumbó tan fuerte en las paredes del templo, que parecían anunciar la llegada de un ángel.
Los padres de Romina permanecieron durante toda la ceremonia de pie junto a su cuerpo; también sus compañeros de taekwondo le montaron guardia en todo momento. Una vez que la misa terminó, Tania pasó al frente y tomó el micrófono para agradecerle a todos por su apoyo. Después, le pidió a la Virgen de Guadalupe que cuidara de su hija, mientras que todos los presentes la observaban con atención, tratando de cargar el peso de la ausencia de la pequeña con la mirada. Finalmente, Tania sentenció su sentir en pocas palabras: “Me duele el alma” y le llovieron aplausos en reconocimiento de alguien que es capaz de estar de pie luego de haber perdido a una hija.
Cuando Tania se vio sola en la calle con su hija inconsciente, lo único que pudo hacer fue gritar por ayuda. Los vecinos salieron en su auxilio e intentaron llamar al 911 para pedir una ambulancia, sin embargo nunca les respondieron. La que debía ser una agradable y feliz víspera de Navidad, se convirtió en una noche de angustia y desesperación. Minutos después la familia optó por subir a Romina a un automóvil y llevarla al Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, donde al poco tiempo los médicos declararon que había llegado sin vida.
La noche del 24 de diciembre el pueblo de San Marcos Carmona se sumergió en la tristeza. La música y la fiesta se apagaron, y no quedó más que un amargo sabor que perdurará hasta que se encuentre a quien le arrebató la vida a la pequeña de 11 años. Hoy Tania lamenta la ineficiencia del número de emergencias de San Luis Potosí, porque aquellos minutos perdidos se vuelven vitales para luchar por la vida de un ser amado.
Afuera de la iglesia, un mariachi ya esperaba a Romina para cantarle hasta su llegada al panteón. El recorrido fue similar, a diferencia de que ahora se entonaba Amor Eterno en las calles de Mexquitic que conducían al camposanto.
Una vez en el panteón, se abrió la caja donde descansaba el cuerpo de la pequeña y se le dio oportunidad a los presentes de verla por última vez; portaba la vestimenta que utilizó durante los días en que le danzó a los dioses, un bello traje blanco con detalles en colores rosa y negro. Su maestro de taekwondo le colocó una medalla que la pequeña ganó en una competencia, mientras en una mano cargaba el dobok que utilizaba Romina para entrenar. Sus amigos y familiares la vieron sin poder guardar las lagrimas que emanaron de quienes compartieron algún agradable e irrepetible momento con ella.
Cuando todos se despidieron, los danzantes comenzaron a golpear sus tambores y uno a uno se acercaron a Romina, se quitaron su penacho del cual desprendieron una pluma y la colocaron sobre su cuerpo, otorgándole las alas que necesitaría para emprender el exhaustivo viaje hasta el cielo.
Aquel sábado el sol brilló como en ningún otro día de diciembre. Las lágrimas no pararon de regar la tierra donde el cuerpo de Romina descansará de ahora en adelante. Niños y niñas le dijeron adiós a una amiga que guardarán por siempre en sus recuerdos. El pueblo de San Marcos Carmona le rindió tributo a una pequeña que formaba parte de su comunidad y de sus familias. Y Romina fue testigo de la gran cantidad de personas que la apreciaron en algún momento de su vida.
Tania recibió fuertes golpes en la cara producto de su impacto con el piso luego de ser atropellada, también utiliza un collarín porque se lastimó las cervicales, pero todo aquello será pasajero en comparación con el deceso de su hija.
La denuncia del homicidio de Romina ya fue interpuesta en la Fiscalía General del Estado. Es por ello que Tania espera que la justicia llegue pronto y que quien las arrolló la noche del 24 de diciembre en Mexquitic de Carmona pague por haberle quitado la vida a su única hija. Los habitantes del pueblo ya han dado con el presunto responsable, por lo que, para Tania, no hay razón para que las autoridades tarden mucho tiempo en esclarecer los hechos y llevarlo ante la justicia.