Animal Político
- A casi una década de la implementación de la Ley General para el Control del Tabaco, se ha logrado tener espacios libres de humo, pero faltan soluciones de salud pública para los fumadores.
México ha fallado en reducir el número de fumadores y también en dar opciones de tratamiento a quienes no han dejado esta adicción.
Tras la implementación de la Ley General para el Control de Tabaco (LGCT), en mayo de 2008, en lugar de reducirse, aumentó el número de fumadores activos y el de quienes intentaron, sin éxito, dejar de serlo.
Para los 17 millones de fumadores que hay en México la única opción que les ofrece la LGCT y la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) es que dejen de fumar. Para conseguirlo ofrece consejos breves, entrevistas motivacionales y terapias de reemplazo de nicotina.
Pero para quienes han decidido seguir fumando no hay opciones. La política pública en México no contempla alternativas menos dañinas como las que potencialmente ofrecen los sistemas electrónicos de administración de nicotina (SEAN), entre los cuales los cigarros electrónicos son el dispositivo más común.
En Reino Unido algunas instituciones como el National Health Service los propone como una alternativa del servicio de salud pública para quienes no pueden o han decidido no dejar de fumar.
A casi una década de su publicación, Éctor Jaime Ramírez Barba, uno de los diputados federales que redactó e impulsó la LGCT, reconoce que entonces el objetivo principal de la ley “eran los espacios libres de humo de tabaco y atajar el problema del humo de tabaco de segunda mano”.
También era importante mantener a los menores de edad lejos del tabaco y para ello se fijaron criterios para el etiquetado, empaquetado, promoción, publicidad, patrocinio y venta de los productos del tabaco.
Ramírez Barba señala que incluir en la ley impuestos o nuevas tecnologías como el cigarro electrónico —que en ese momento en México ni siquiera figuraban— para combatir el tabaquismo solo hubiera polarizado más la discusión y probablemente la ley nunca se hubiera aprobado.
Si bien la LGCT logró su principal objetivo: contar con espacios 100% libres de humo, hay escandalosos casos de dejadez en ciertos aspectos de la implementación (la venta de cigarrillos sueltos es una realidad en cada puesto de periódicos) y una omisión que a estas alturas resulta inaceptable: políticas públicas enfocadas en reducir el daño en la salud de aquellas personas que no están preparadas para dejar de fumar, o simplemente han decidido, en pleno uso de sus capacidades y responsabilidades, no abstenerse.
El año pasado en la conmemoración del Día Mundial sin Tabaco, el secretario de Salud, José Narro, reconoció que las políticas contra el tabaco habían sido ineficaces:
“Tenemos que ser muy honestos y tenemos que reconocer que no somos suficientemente efectivos, que no baja realmente el porcentaje de fumadores en un país y que hay acciones a lo largo de muchos años, que disminuye la edad de inicio para el hábito del tabaco”.
¿Por qué es difícil abandonar el cigarro?
Dejar de fumar va más allá de sustituir la adicción a la nicotina.
Gregor Hens narra, en su libro Nicotine, que el verdadero problema de un fumador no es la nicotina sino lo que cada cigarro representa: “cada cigarro que fumé sirvió a un propósito: era una señal, una medicación, un estimulante o un sedante. Era un juguete, un accesorio, un fetiche, algo para pasar el tiempo, una ayuda para mi memoria, una herramienta de comunicación o un objeto de meditación”.
Para reducir la intensidad y frecuencia del síndrome de abstinencia y la dependencia física, se emplean terapias de sustitución de nicotina (parches, goma de mascar, inhalador bucal, aerosol nasal o tabletas sublinguales).
Mientras que para la dependencia psicológica se trabaja con terapias cognitivas conductuales que permitan ir desmontando las conductas y creencias que el fumador asocia con el acto de fumar, explica la doctora Guadalupe Ponciano especialista en adicciones y ex directora de la Clínica Contra el Tabaquismo en la UNAM.
Pero fumar va más allá de suministrarse nicotina, añade Ponciano, por ello dice, las terapias de sustitución fracasan; además buscar a toda costa que todos los fumadores dejen el cigarro no es un enfoque ni realista ni pragmático.
De acuerdo con el Programa de Tratamiento Integral para la Cesación del Tabaquismo (2001-2006), a los tres años del tratamiento, 43% de los pacientes se mantenía lejos del tabaco, lo que revela que la efectividad de las clínicas contra el tabaquismo es alentadora pero limitada.
La tecnología y los fumadores
En 1988, el médico estadounidense Michael Russell señaló que mientras la nicotina del tabaco causa adicción, el alquitrán era lo que mataba a los fumadores. Con los años la evidencia científica demostró que la nicotina no es la causa principal de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo, ni es un factor de riesgo importante para el desarrollo de cáncer o de accidentes cardiovasculares.
De ahí que una opción para combatir el tabaquismo sean los sistemas electrónicos de administración de nicotina (SEAN). El estudio Nicotine without smoke.Tobacco harm reduction. A report by the Tobacco Advisory Group of the Royal College of Physicians, realizado por el Royal College of Physicians de Reino Unido y publicado en 2016, señala que si bien en el vapor de los cigarros electrónicos se detectaron algunos de los carcinógenos y otras toxinas presentes en el humo de tabaco, el riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con el tabaquismo es muy bajo. Y afirman que aunque aún no es posible cuantificar con precisión los riesgos a largo plazo asociados con los cigarros electrónicos, los datos disponibles sugieren que es poco probable que superen 5% de los asociados con los productos de tabaco tradicional.
La OMS ha aceptado que el desarrollo de nuevos productos de tabaco, incluidos los SEAN, que sean menos tóxicos y/o adictivos podría ser parte del enfoque integral para reducir las enfermedades y muertes provocadas por el tabaquismo, particularmente entre los usuarios que no están dispuestos a dejar de fumar o son incapaces de romper su dependencia.
Pero también ha señalado que si estos productos echan por tierra los esfuerzos por desnormalizar el consumo de tabaco, aumentan el riesgo de exposición o incentivan su consumo podrían causar un mayor daño al individuo y a la población en su conjunto. Por ello y ante la innegable evidencia de que estos productos ya se encuentran en el mercado se ha pronunciado a favor de su regulación.
Para Miguel y su esposa el cigarro electrónico significó dejar el tabaquismo y tener más tiempo de vida.
Ambos fumaban desde los 16 años unos 30 cigarros diarios. A los 29 años ella tuvo un primer infarto intestinal y tras una serie de operaciones y con un intestino cada vez más corto el médico les dio un ultimátum: tenían que dejar de fumar.
Para ese entonces ya habían intentado los parches y el chicle de nicotina con poco éxito, pero fue hasta que dieron con los cigarros electrónicos que finalmente pudieron dejar el cigarro tradicional.
Los meses de vida que le habían pronosticado a su esposa se convirtieron en un año y medio. Ella murió, pero Miguel está convencido de que ese tiempo extra solo fue posible gracias a que empezaron a vapear (inhalar el vapor de los cigarros electrónicos y tan difundido está este nuevo término que en 2014 fue la palabra del año del Diccionario de Oxford).
Los SEAN representan al mismo tiempo una promesa y una amenaza para el control del tabaco. Que se conviertan en una u otra depende de cómo interactúen las industrias que los comercializan (fabricantes independientes y reconocidas tabacaleras), los consumidores y la comunidad médico científica (críticos y defensores), pero estas interacciones solo se pueden dar dentro de un marco regulatorio sensato y proporcional.
En México, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris) no ha entrado a la discusión del tema, por lo que los cigarros electrónicos son ilegales pese a que no hay ninguna regulación que específicamente los prohíba.
De acuerdo con la Cofepris, el fundamento de la prohibición se encuentra en el artículo 16.6 de la LGCT, que impide: “Comerciar, vender, distribuir, exhibir, promocionar o producir cualquier objeto que no sea un producto del tabaco, que contenga alguno de los elementos de la marca o cualquier tipo de diseño o señal auditiva que lo identifique con productos del tabaco”.
Bajo esa misma interpretación es que se desterraron los cigarros de chocolate. Vale la pena decir que los cigarros de chocolate ha sido lo único que la autoridad sanitaria ha logrado restringir con éxito bajo esa interpretación de la ley, porque actualmente no solo 95% de la demanda de cigarros electrónicos se cubre a través de tiendas online, sino que prácticamente en cualquier centro o zona comercial.
Durante años, la Cofepris se negó repetidamente a proporcionar los estudios, análisis, dictámenes o peritajes técnicos en los que basaba su prohibición. Fue hasta 2013, cuando, obligado por un recurso de revisión interpuesto ante el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, que aceptó que ellos no habían realizado ningún tipo de estudio o análisis: la prohibición se basaba en una interpretación de la LGCT y en las dudas que tenía la OMS hace un lustro.
Un año después, en abril de 2014, José Armando Contreras Neri se amparó luego de que la Cofepris le impuso una multa de 62 mil pesos por vender cigarros electrónicos. El amparó terminó dirimiéndose en la segunda sala de la Suprema Corte de Justicia (SCJN) y los Ministros fallaron a favor de Contreras Neri dejando sin efecto la multa.
Además determinaron que la estrategia antitabaco y prosalud de la LGCT partía de la premisa de luchar legalmente contra los efectos del tabaco, lo cual “no podía traducirse en la prohibición absoluta para vender productos que no derivan del mismo, especialmente porque el comercio de productos del tabaco, que son los que efectivamente inciden en la salud de las personas, sí está permitido bajo ciertas condiciones”. La SCJN concluyó que el trato dado a los cigarros electrónicos era desigual e incongruente con el fin que la LGCT pretendía alcanzar.
La lucha contra el tabaquismo no solo debe velar por los no fumadores, sino por los fumadores que genuinamente quieren liberarse de su adicción y por aquellos que no quieren o pueden dejar de fumar. El enfoque integral para controlar el consumo de tabaco pasa necesariamente por abrir el debate de los SEAN y terminar con el mercado negro de cigarros electrónicos en el que todos los días se arriesga un vapeador.