Colaboración especial de Alicia García
Roberto, ahora sentado en su mecedora, hace unas semanas fue interceptado por sicarios en su negocio –una cantina ubicada apenas a unas cuadras de la plaza principal de Matlapa–, lo encañonaron y le exigieron vender droga, cristal específicamente.
Aunque él se negó y explicó que en su establecimiento no les iba a funcionar esa distribución –porque principalmente acuden personas de la tercera edad a beber los días de plaza, muchos cuando bajan de la sierra al pueblo–, la “mercancía” le fue dejada a la fuerza.
Ese mismo día, los malhechores visitaron todas las cantinas del pueblo en la zona centro, pusieron a los clientes bajo pecho y con armas imponían la venta de droga con el objetivo de ganar “una plaza” en ese lugar.
“Llegaron con sus armas, me dijeron que aquí yo les iba a vender. Yo traté de estar en calma, no tengo nada que temer porque no he hecho nada ni estoy involucrado; ese día no fue sólo conmigo”, relató el comerciante, a quien al igual que todos los entrevistados en este reportaje, el nombre les fue cambiado para proteger su integridad.
La imposición y guerra por el territorio entre dos de los principales cárteles de México se ha hecho presente en Matlapa a través de sus brazos armados. Uno de ellos argumenta no dañar y acabar con sus contrincantes para llegar a la paz, mientras se permita la distribución de su producto; los otros, ensañados en la crueldad y en demostrar su grado de criminalidad, provocan pánico con sus delitos.
Ambos atrofian la tranquilidad del pueblo, que en los últimos meses ha padecido el crecimiento del consumo de droga, principalmente cristal, nuevos consumidores, mayormente de clase media – baja que, además, tienen que ser parte del negocio para proveer su propia adicción.
En la Huasteca el número de personas desaparecidas ha ido en incremento, hombres de entre los 20 y 40 años. En Matlapa, en lo que va del año, son cinco los desaparecidos con ficha de búsqueda en la Fiscalía General del Estado; el número parece menor, pero no lo es si se compara con el año pasado, su densidad de población, los antecedentes y la manera en la que algunos que sumaban en esa lista han sido localizados.
La crueldad de los cárteles se hizo notoria a principios de año con desapariciones escalonadas, luego, amenazas en las cantinas del pueblo y ejecuciones en los lugares más céntricos de pueblos aledaños.
Con la llegada de grupos delictivos, en Matlapa comenzaron a subir los delitos como robos y extorsiones.
“Estaba ahí en la casa y de pronto se metieron; me sometieron con un arma”, narra Demetrio, a quien entraron a robarle dinero de su habitación por la tarde y con su familia presente en casa.
Matlapa es un lugar donde los tiempos han cambiado con el miedo, lo habitual de tener las puertas abiertas para que entre un poco de aire por el fuerte calor de la zona ha terminado, los niños ya no pueden andar solos como apenas hace unos meses aún ocurría, pues el pánico invade a los padres.
Según cifras oficiales del secretario de Seguridad del Estado, Guzmar Ángel González Castillo, solo el 30 por ciento de la droga que se consume en San Luis Potosí es para las clases bajas, incluso, el consumidor de este sector es el que tiende a integrarse con grupos delictivos para obtener las posibilidades de seguir consumiendo; además reconoció el dominio de dos grupos del crimen organizado en la mayor parte del Estado.
Balaceras y decomisos
El pasado 21 de junio, cerca de las 9:00 de la noche, narra Alma, habitante del pueblo, “estábamos tomando café como parte de la cena, cuando de pronto se escucharon disparos, parecía que estaban aquí cerca de la casa, retumbaron (las detonaciones), el pánico nos invadió y nos tiramos al piso”.
“No sabíamos qué pasaba, solo se escuchaban las ráfagas y ya días antes habían andado en camionetas, habían entrado a negocios. Ha habido cortes de luz en la colonia y el pueblo, todo sólo genera miedo, no poder dormir en paz y no porque uno tenga algo que ver, sino porque no sabes cuándo puede haber una bala perdida, o un ataque en donde uno resulte afectado”, continuó la habitante de una de las colonias más cercanas al centro del pueblo.
Antes de las detonaciones que cimbraron en el pueblo dirigidas a un negocio de cerveza ubicado cerca del arroyo de Matlapa, la policía estatal anunció el decomiso de armas y camionetas, donde los involucrados –según narra el boletín oficial– lograron escapar corriendo entre los pastizales en la comunidad de Pitzotello, perteneciente al pueblo de Matlapa, solo hubo aseguramiento de armas y equipo táctico, ningún detenido.
A estos hechos se suman asesinatos crueles de personas del lugar, uno de los ejecutados y desmembrados fue torturado y videograbado para circular la saña en la localidad, lo que contribuyó a acrecentar el terror de las familias al conocer la crueldad de estos grupos que prácticamente hacen pedazos a sus víctimas.
Los grupos criminales están logrando sus objetivos impunemente y al parecer sin ninguna barrera: causar temor a los ciudadanos y con ello hacer su voluntad.
Autoridades sin acción
En Matlapa, San Luis Potosí, el cuerpo policiaco está conformado por 20 elementos, de ellos, solo cuatro policías tienen autorizada la portación de armas. Cuentan con cuatro armas largas y cuatro cortas, informó un exelemento de la corporación que trabajó ahí hasta enero de 2022.
No hay manera de que los policías quieran si quiera intervenir, pues la desventaja es grande en preparación, armamento y cantidad de elementos policiacos.
El Gobierno estatal solicitó apoyo de la Federación. A Matlapa llegaron algunos autos de la Guardia Nacional, pero solo unos días estuvieron ahí, custodiaban un par de calles principales, sin embargo, no se dio a conocer alguna acción o estrategia para combatir el narcomenudeo en la zona.
Los grupos del crimen organizado dejan cartulinas aludiendo acciones y “marcando espacios”, amenazando a los comercios e incitando una nueva red de mercadeo entre los pobladores.
La única esperanza de los pobladores, narró uno de los entrevistados, es “que alguien gane la guerra, para que esta lucha termine, que uno de los dos grupos quede al frente, porque son meses de ya no tener una vida normal, todo nos parece riesgoso, incluso ir a comprar pan por las noches, no nos vaya a tocar vivir una mala experiencia, hay quienes tenemos hijos jóvenes y tememos por ellos”.
Los peores meses que vivieron los pobladores fueron entre mayo y julio –coinciden– ya que fue cuando los grupos se ensañaron con mostrar su poder a través de cartulinas en los cuerpos desmembrados de personas, las ejecuciones subieron a la par de los desaparecidos, que a la fecha, siguen en las carpetas de investigación de la Fiscalía.
No es la primera vez que el pueblo vive la angustia del crimen organizado, en marzo del año pasado la policía estatal anunció el aseguramiento de armas en una casa de seguridad ubicada en el centro del municipio.
Entre 2010 y 2011, aterrizó un grupo delictivo en las calles del pueblo y el término “halcón” se hizo popular entre la población para señalar el trabajo de algunos de los integrantes.
Actualmente y según información emitida por la Secretaría de Marina, en San Luis Potosí dominan dos grupos delictivos, sin embargo, otros cuatro tienen presencia y al menos hay 12 organizaciones delictivas más entre las que disputan el territorio.
Aunque el estado no es considerado un sitio violento por la disputa del crimen organizado, por el territorio opera el contrabando, tráfico de armas, narcotráfico y robo de combustible que busca en sitios como la Huasteca la expansión territorial de su dominio, desarrollar un mercado de drogas y actividades ilícitas, esto según información de la Secretaría de Marina documentada en un informe del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) publicado en septiembre de 2022.
Matlapa es solo un ejemplo de la crueldad y temor que se expande en varios de los municipios de la región Huasteca y el estado de San Luis Potosí a cargo de grupos del crimen organizado que pelean una guerra para dominar las vías de tránsito y consumo de droga entre la población, sin embargo, no es de los lugares más afectados, pero sí el reflejo de cómo un pueblo es sometido por el narcotráfico en total impunidad.