Menores migrantes retan a la migra y al desierto: “En México no hay nada”

 

Nogales, Sonora (08 de junio de 2016).- Yael es originario de Pochutla, Oaxaca, donde a su corta edad se ganaba la vida como chalán de albañil, con un sueldo de 900 pesos a la semana.

Harto de la pobreza y la falta de oportunidades, un día el menor decidió buscar a su primo en Estados Unidos, quien vive allá desde hace seis años y trabaja en la pizca de la manzana en los campos de Selma, California.

De esta forma, Yael, huérfano de padre, se convirtió en un niño migrante no acompañado en busca de mejores condiciones de vida para él y el resto de su familia, conformada por su abuela, su madre y dos hermanas menores.

“Casi todos quieren cruzar para allá, no les gusta estar en México; en México no hay nada, nomás se gana para comer, y pues allá se gana un poco más”, lamentó.

Después de pedir prestado y enrolarse solo en una travesía de cinco días en autobús, Yael llegó a Nogales para intentar cruzar del otro lado de la frontera.

“Mi abuelita consiguió dinero, apenas lo pudimos conseguir, y todavía lo debo”, dijo.

La mafia que opera en la frontera de México con Estados Unidos le explicó que después de brincar el muro con la ayuda de una escalera tenía que comenzar a caminar sin parar a través del llamado corredor de la muerte, el desierto de Arizona.

“Pues crucé subiendo una escalera y después bajé con un mecate, y ya”, detalló.

Una vez en suelo americano, Yael recibiría instrucciones mediante llamadas a su viejo teléfono celular.

“Me iban a seguir guiando por dónde iba a caminar, pero ninguna llamada entró a mi celular, nomás me engañaron, creo”, relató.

Luego de deambular durante tres días sin agua ni comida, la patrulla fronteriza lo capturó y lo deportó a territorio mexicano, con lo que tal vez salvó la vida.

“Yo no me entregué, la migra iba pasando por ahí y me alumbraron y ya, me agarraron, eran como las diez de la noche”, comentó.

De acuerdo con el Grupo Beta de Nogales, por lo menos una vez al mes se registra la caída de un indocumentado del muro fronterizo, que mide de seis a nueve metros de altura.

1458966

Los migrantes que logran vivir sufren fracturas de piernas o columna vertebral, en el mejor de los casos, y, después de recibir los primeros auxilios, son devueltos a sus lugares de origen.

En el caso de Yael, conforme al protocolo de atención, el Instituto Nacional de Migración (INM) lo trasladó a instalaciones del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Sonora, donde el año pasado recibieron tres mil 159 niños migrantes no acompañados, y, en lo que va de 2016, la cifra asciende a mil menores, la mayoría entre 12 y 17 años de edad.

Karina Zárate Félix, directora general del DIF Sonora, destacó que del total de niños que viajan solos, 70% es de estados como Oaxaca, Guerrero y Michoacán, mientras que el 30% restante proviene de Centroamérica, de países como Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.

En cuanto la realidad mexicana alcanza a los menores migrantes no acompañados, el albergue “Camino a Casa” del DIF, en Nogales, les brinda apoyo y protección, así como actividades recreativas mientras regresan con sus familias.

“Nosotros les proporcionamos comida, atención médica, en el caso de ser necesario, atención sicológica, un espacio dónde dormir y cómo contactarse con sus familiares”, precisó Zárate Félix.

Cuando se trata de un menor centroamericano se realiza la repatriación vía aérea en un promedio de diez días, aseguró Juan Manuel Hurtado, delegado del INM en Sonora.

El funcionario federal señaló que a estos niños se les ofrece invariablemente refugio en México, “pero la mayoría de los menores de edad buscan devolverse”.

Subrayó que, en caso de que pidieran una visa humanitaria, se tendría que hacer una investigación en conjunto con su país y determinar la situación, “pero, hasta el momento, nosotros no hemos tenido este problema”.

En su primer intento de llegar a Estados Unidos, Yael no tuvo suerte y fue deportado, pero asegura que regresará en unos meses, cuando cumpla la mayoría de edad, para volver a intentarlo, y conquistar el otro lado de la frontera.

“Hasta que tenga mi credencial voy a volver a intentar”, dice.

—¿Cuándo cumplas 18?

—Ya falta poco.

—¿De qué mes eres?

—Cumplo el 5 de agosto.

—¿Y volverás a intentarlo?

—Sí.

Y posa su mirada fijamente en el horizonte, allá, en dirección al norte.

Fuente: Excélsior.
Skip to content