Por Antonio González Vázquez
Foto: Nahúm Delgado
Misa de siete en el barrio de San Sebastián. Nadie está seguro en ninguna parte, la ayuda de Dios para poco alcanza ante el salvajismo y brutalidad de violadores y criminales. En cosas de la muerte y la violencia, la ayuda divina es solo un consuelo, un bálsamo al dolor que supone haber perdido a una hija hace cinco años y que en vez de justicia, lo que llegue sean las amenazas.
Misa de siete en la parroquia de San Sebastian. Domingo 29 en un atardecer frío, bajo un cielo plomizo. Día de recordar a Karla. Su fiesta en el cielo y en la tierra, aquí con globos revoloteando junto a la fotografía que eternizó su sonrisa. En el cielo, quien lo sabe, seguro también habría fiesta.
Una familia llega a la plaza y va en camino a la iglesia. La liturgia en memoria de Karla, una joven que murió en las instalaciones de un antro denominado “Play” la noche del 29 de octubre de 2012. La plaza luce vacía y ya está en guardia de vigilancia un policía federal. Hay temor por la vida de la familia de Karla. Han sido amenazados en varias ocasiones por levantar la voz y exigir justicia, por no aceptar que la muerte de Karla fue un “accidente”.
Los amenazan porque en la familia, entre sus amigos y ahora en investigaciones hay la certeza de que fue asesinada y agredida sexualmente. Doble crimen de quien la atacó tan salvajemente.
La familia camina tranquilamente directo a la iglesia, van tomados de la mano, unidos, entrelazados, solidarios, cariñosos. Seguro van a buscar en la quietud de la iglesia un momento de paz y tranquilidad asediada por la violencia, pisoteada por los violadores y asesinos.
Andan paso a paso y cuando entren a la parroquia verán, cerca del altar, a doña Esperanza, la mamá de Karla. Cuida que la imagen de su hija luzca bien, adornada con unos globos con forma de estrellas en colores, morado, rosa, azul y plateado. En el cuadro está la fotografía de Karla; una joven hermosa le sonríe esperanzada a la vida.
Desde que Karla fue agredida, su madre no tiene descanso. No hay tiempo para parar, no hay tiempo para nada que no sea exigir justicia. La misa del domingo es parte de esa brega diaria contra la impunidad. Es una lucha ejemplar y valiente. Su activismo ha despertado a los animales y por eso, el cuidado especial de agentes federales que la protegen a ella y a la familia.
Misa de siete en San Sebastian. Pedir a dios por alma y memoria de Karla. Ella descansa en paz y los vivos siguen sufriendo: victimas re victimizadas una y otra vez por un gobierno insensible e incompetente, pero también, presa de amenazas sin nombre de quienes quisieran que Karla quede sepultada en el olvido.
No puede ser así.
En misa de siete en San Sebastián no solo hubo tristeza sino también sonrisas y el renacer de un nuevo impulso para lograr que quienes hicieron daño a Karla, lo paguen, que lo paguen tan caro como sea necesario según la ley.