Gloria Serrato
El amor ha sido una de las formas más inspiracionales que las personas hemos tenido a lo largo de la historia, como parte de esas construcciones que socialmente se han consolidado, creemos siempre que el amor es poderoso para alcanzar todas nuestras metas y nuestros sueños. Hemos dejado a un lado que la mayoría de las ocasiones se trató de un espacio de poder en las vidas personales, de pareja, de familias, de la sociedad.
El amor por supuesto, es el centro de muchos movimientos encabezados por las mujeres, que han centrado sus decisiones para transformar su entorno en el amor, deshaciendo en el imaginario social el amor romántico, que siempre espera que por sí solo cambie a las personas, lo que ha generado que haya una apropiación patriarcal del deber ser del amor, generando relaciones de poder.
En la sociedad aprendemos a través de normas, de creencias, lo que es y debe ser el amor, siempre a la expectativa de que alguien más nos diga cómo deben construirse las relaciones entre las personas, de tal manera que en nuestro referente, permanece la idea del amor como algo incondicional y trascendental.
Nos mueve el Amor “El Amor mueve montañas”
Nos han educado en la idea que el amor debe ser generoso, perfecto, benevolente, por lo que el fin último para alcanzar la felicidad ha sido el amor. En la actualidad, nos han hecho creer que la plenitud se consigue cuando hay personas cercanas que nos hacen felices. Por lo que al amor se le filtró el egoísmo.
Esta forma de concebir el amor fue trastocada con las aportaciones de los filósofos Jean Paul Sartré y Simonede Beauvoir, que le dieron un giro, plantearon que lo más importante es el amor a una misma, que esa generosidad que queremos ofrecer a otras personas, primero tendríamos que ofrecérnosla. Nada sencillo luego de etapas históricas que hemos reconocido el amor como un valor.
De acuerdo a Marcela Lagarde en su texto Claves feministas para la negociación en el amor, advierte que la idea de una perfección amorosa es parte de esa construcción patriarcal, y nos coloca a nosotras las mujeres como seres dadores de amor, el hombre se realiza como persona al contar con una mujer que le ama por encima de todo, incluso por encima de ella, nos trae abiertamente una relación de poder, en las mujeres pasamos a ser desvalorizadas, para solo proveer de amor a todas las personas.
Hemos crecido con una idea individualista y egoísta de lo que es el amor en la relaciones de pareja, las mujeres siempre lo han dado todo y cederlo en nombre del amor a la pareja, a los hijos, a la familia, que ha reafirmado la desigualdad en la relaciones.
Por supuesto que en nombre del amor muchas personas continúan en un círculo de violencia, las mujeres al ser consideradas como seres de amor tienen la obligación social de brindar amor, a pesar de las circunstancias, de la violencia, acarrea el aumento en las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres.
Desmitificar el amor romántico comienza desde las prácticas de enseñanza a las personas cercanas, sobre lo que debe ser el amor o la interpretación que le tiene que dar para evitar dejar su individualidad y transformarse en una parte satelital de la persona que ama. No es tan sencillo deconstruir prácticas ancestrales de estas relaciones de poder amorosas, la construcción de relaciones justas, sanas, equitativas e igualitarias nos debe mover a hombres y mujeres.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es periodista y abogada, doctora y maestra; especialista en atención a víctimas, derechos humanos, transparencia y salud. Actualmente es directora general del Instituto de las Mujeres de San Luis Potosí. Anteriormente se desempeñó como directora de Derechos Humanos en la Fiscalía General del Estado; fue comisionada de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas y presidenta de la Mesa Interinstitucional de Feminicidios. Cuenta con diversas publicaciones entre las que destaca su tesis doctoral Construcción de Personajes: El Subcomandante Marcos y la prensa en México 1994 a 1995.