Óscar G. Chávez
La mayor frustración de la llamada oposición potosina debe ser que en San Luis Potosí no pueden actuar como tal; centran sus atenciones en cuestionar y denostar el desempeño presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Sobre las causas y los motivos pueden elegir los más diversos, los primeros que se les ocurra o los que más les acomoden, según el caso; no obstante la realidad es irrebatible y cada vez un número mayor de potosinos comienzan a percatarse del miedo que les inspira el gobernador Ricardo Gallardo Cardona.
Esquivos y buscando jugar al ensabanado sólo se atreven a cuestionar lo menos importante; ningún señalamiento de trascendencia, ninguna acusación en firme (no sé si por carecer de pruebas o porque simplemente no se atreven) lanzan contra el ejecutivo. Apenas, por el contrario, opinan sobre terrenos, el estado del transporte urbano, y el agua que habrá o no habrá frente a la emergencia. Lo demás es lo de menos, el silencio siempre resultará conveniente.
Hace apenas unos días renunció a su militancia en el partido Acción Nacional la presidente municipal de Real de Catorce. Para nadie con dos dedos de frente es un secreto que las presiones del propio gobernador son las que han logrado que algunos alcaldes abandonen sus partidos para incorporarse al Verde, sin embargo desaprovechando la oportunidad de lanzar un enérgico reclamo al gobernador, la presidente estatal de Acción Nacional evadió cualquier reclamo que, en un acto de verdadera responsabilidad civil, pudiera confrontarlos –a ella o al dueño de la franquicia en el estado– con Ricardo Gallardo, lanzándose de plano contra el ejecutivo federal a quien, olvidando que se hallaba en el supuesto trance agónico, responsabilizó de las deserciones.
Su caso no es el único, ahí está por ejemplo el “combativo” diputado Xavier Azuara, quien aunque dice luchar por su estado (más bien su estado de bienestar) no ha cuestionado hasta el momento nada de lo que en él ocurre, al igual que el desertor del blanquiazul Salazar Sáenz, quien un día sí y al otro también a través de sus publicaciones lanza arengas antilopezobradoristas como si todo aquí marchara a la perfección. De Marco Gama ni qué decir, pareciera más ocupado en rescatar las sobras que le dejó Eugenio Govea.
No es que me centre en Acción Nacional o el cascajo que han soltado por allí, pero parecía la única oposición decente y combativa, porque del PRD ni para qué hablar cuando ni siquiera se sabe si todavía tiene oficias en el estado, y del PRI imposible siquiera imaginarlo como oposición, los que no están refugiados en el Congreso o la alcaldía hallaron guarecimiento dentro de cualquier colector pluvial.
Quien ya (al igual que Xavier Nava en el pasado) rompió el silencio, fue Octavio Pedroza, pero más pareciera por dolor y resentimiento que por una crítica razonada a la gestión municipal de Enrique Galindo. Mucho habló del problema de la seguridad pública, olvidando que él, al igual que el actual alcalde, fueron los principales promotores de la comercialización de una estrategia de seguridad que ahora está diciendo que no funciona; es decir, fue cómplice en la promoción de una mentira. Con razón calladitos se van más bonitos.
De los líderes empresariales ni qué decir, traen a un antipejista furibundo como Gustavo de Hoyos a que repita la tarabilla que, de cualquier líder de opinión, todos los días escuchamos en la radio y vemos en la televisión o en redes sociales: “Andrés Manuel sigue siendo un peligro para México”, “la gestión de Andrés Manuel como presidente ha sido la más nociva en toda la historia de México”, “la corrupción…”, “la opacidad…”, “la militarización…”, “la inseguridad…”, ¿pensarán que aquí no pasa nada?, ¿vivirán en un San Luis distinto al que otros vivimos?
Tampoco es que me encuentre obsesionado con los que ya mencioné y con otros que no he mencionado (pero que tampoco sirven para nada más que para vivir del recurso público o del membrete) sino que son quienes se asumen como cabezas visibles de una oposición trasnochada, desarticulada e inoperante, tan absurda como todo lo que cuestionan, y que en algún momento volverá a enfrentarse al fantasma del 2021, cuando desaforados como si en ello les fuera la vida repetían a todo el que quisiera escucharlos o leerlos –y a los que no también– que no se debía otorgar ni un voto a Morena, sin ver que el verdadero peligro en el estado, en lo inmediato, era el Verde. Mientras éste lo sigue siendo, aquellos siguen sin aprender.
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