Mariana de Pablos
Entre mitos, prejuicios y negativas, la bisexualidad persiste, y hoy lo hace con más fuerza que nunca. Si algo nos ha enseñado la explosión de colores que inunda las calles de todo el mundo es que la diversidad sexual es amplia y debe nombrarse con todas sus letras, sin embargo, la B de la sigla LGTBIQ+ aún sufre los rezagos de una sociedad que persiste en su intento por rechazarlos, invisibilizarlos y confinarlos a la tierra de la duda, la confusión o la mera transición.
En un día como hoy, pero de 1999, en la conferencia anual de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (ILGA), tres activistas bisexuales de Estados Unidos —Wendy Curry, Michael Page y Gigi Raven Wilbur—, casados de la marginación y discriminación hacia su grupo social, decidieron visibilizar el problema y propusieron que, cada 23 de septiembre, se celebrara el Día Internacional de la Bisexualidad, también conocido como Día de la Visibilidad Bisexual.
Así, este día surge como respuesta a la bifobia, a la invisibilización y al conjunto de prejuicios, estereotipos y planteamientos discriminatorios que, históricamente, las personas bisexuales han sufrido (y siguen sufriendo) tanto por parte de la sociedad en general, como de la propia comunidad LGTBIQ+.
Las personas bisexuales se encuentran emocional, afectiva y/o sexualmente atraída tanto por personas del mismo sexo como del género opuesto. Asimismo, también se considera bisexualidad la atracción hacia individuos independientemente de su género.
Alejandro Ponce, a quien prácticamente toda su vida se le ha catalogado “en automático como homosexual” por su forma de ser, clasificada como “femenina,” llega a la conclusión de que el día que un hombre le hizo sentir lo que ya sentía con las mujeres, fue cuando descubrió que su orientación siempre había sido la bisexualidad.
Desde entonces, para Alejandro, de 23 años, vivir su sexualidad ha sido todo un reto, pues existen concepciones muy cerradas acerca de la bisexualidad, según las cuales se trata de una orientación inacabada, temporal o bien una fase, es decir un periodo de transición hacia la homosexualidad.
“Nos enfrentamos a constantes cuestionamientos sobre lo verídica que es nuestra bisexualidad o si nos seguimos descubriendo y por ello estamos en este ‘paso’. Existe aún el prejuicio que somos infieles por ‘naturaleza’, que si un hombre bisexual sale con una mujer es solo para ocultar su homosexualidad o que tienen que tener cuidado por si ya tuvo relaciones homosexuales anteriormente”.
Hoy Alejandro se muestra y se siente orgulloso de ser quien es. Su experiencia personal de auto descubrimiento ha sido, sobre todo, liberadora. Sin embargo, confiesa, tampoco ha sido sencillo vivir en un mundo de rechazo y negación.
“Yo no comento mi orientación a menos que se me pregunte o salga el tema en confianza. No me siento avergonzado, pero tampoco quiero ser prejuiciado. Entonces sí, ha sido un tanto cansado al vivir en constante cuestionamiento de parte de la mayoría de personas”.
Según la Encuesta Nacional sobre la Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para 2021, del total de la población de 15 años y más de edad en México (97.2 millones), 5 millones se autoidentifican con una orientación sexual e identidad de género LGBTI+. De estos, 2.3 millones son bisexuales, lo cual representa el 51.7 por ciento del total de esta población.
Es frente a estos datos que vale la pena preguntarse ¿Por qué, a pesar de que la gran mayoría de las personas que forman parte de la comunidad LGTBIQ+ son bisexuales, persiste la desinformación, los prejuicios y mitos sobre este grupo?
Lulú Miranda, doctorante en Estudios de Género con especialidad en derechos humanos de las mujeres y énfasis en derechos sexuales y reproductivos, explica que nos han enseñado que los gustos o la orientación sexual “están bien” siempre y cuando “lo tengamos definido”. En cuestión a la bisexualidad, señala, rompe completamente con esta idea.
“Se ha permitido o está socialmente aceptado, por así decirlo, que te guste tú mismo género o que desees una corporalidad igual a la tuya, hablando en relación a hombre-hombre o mujer-mujer, pero ¿Cómo vas a desear dos cuerpos a la misma vez? Es ahí donde ya no nos gusta”.
En respuesta a los prejuicios y la marginación de las personas bisexuales por parte de algunas personas heterosexuales y dentro del colectivo LGTBIQ+, Lulú señala que “queremos seguir viendo la diversidad sexual bajo los lentes de la heterosexualidad. Entonces está bien la diversidad siempre y cuando siga las normas heterosexuales y cisgénero”.
Pone un ejemplo muy claro: mientras las personas de la diversidad sexual tengan un matrimonio, está bien, “porque son personas decentes”. O bien, si existe una persona bisexual que se llega a casar asumimos que “porque se casó, ya dejó de ser bisexual”.
“Queremos que la diversidad se comporte acorde a nuestros estándares de moralidad y construyan sus relaciones sexo-afectivas conforme a lo que nos parece adecuado a nosotros. Por eso decimos “esta en transición” o hacemos estas preguntas de “pero qué te gusta más, los hombres o las mujeres” o “seguro está confundido/a” y no entendemos que la bisexualidad es esa atracción por ambos y no tiene que ser necesariamente el uno o la otra o el otre”.
Pese a las luchas que desde la comunidad LGTBIQ+ se han dado por el reconocimiento y respeto de los derechos de las personas de la diversidad sexual, las identidades bisexuales siguen enfrentándose a una serie de dificultades que suprimen e invisibilizan.
Sin embargo, hoy Alejandro disfruta plenamente de su sexualidad “con respeto y seguridad”, e invita a las personas que aún se encuentran en su proceso de reconocimiento a que “no se conflictúen por encontrar una ‘etiqueta’ que los defina. El sentir de cada persona es válido, cualquier orientación sexual es válida y nadie tiene que cuestionarla”.
Hoy es un día para celebrar la diversidad y la posibilidad que todos, todas y todxs tenemos para vivir libremente nuestra propia sexualidad e identidad de género.