“Ni modo… (el puesto) era para ti”

 

Alicia Alvarado, 40 años en el Congreso del Estado

Por Eduardo Delgado

Apremiada por conseguir otro empleo para mantener a dos hijos, le preguntó a una amiga: “¿Sabes de un trabajo en la mañana?”. Unas semanas después recibió una llamada telefónica de su conocida en la agencia del Ministerio Público, donde laboraba por las tardes. “¿Todavía quieres trabajar por las mañanas?… hay una vacante en el Congreso del Estado”, le informó su interlocutora.

Al siguiente día, el 3 de abril de 1976, se presentó. “¿Tu eres la personas que vienes a ver el puesto de secretaria?”, le inquirió el entonces Oficial Mayor, Valentín Martínez. Le pidió antecedentes laborales. La joven de 22 años le respondió que laboraba como Secretaria en la Procuraduría. “¡Perfecto!”.

Ese mismo día se quedó a trabajar. Apenas le explicaban en qué consistían sus actividades cuando llegó otra interesada en la vacante. Desconcertado el Oficial Mayor le inquirió a la chamaca: “¿Usted no es hija de Alicia Langárica?”.

“No. Yo me llamo Alicia Alvarado Martínez”, le respondió la joven, a quien le urgía un ingreso extra para la manutención de sus dos vástagos: uno de cinco años y otro de tres.

El Oficial volteó con la aspirante. “Una disculpa, ella llegó primero y la confundimos”, le dijo. Decepcionada la interesada se retiró. Enseguida el funcionario le comentó a la recién contratada: “Ni modo… era para ti”.

Hace cuatro décadas el Poder Legislativo, entonces integrado por una oncena de diputados, ocupaba un espacio en el Palacio de Gobierno. “Lichita” se convirtió en auxiliar del Secretario Parlamentario, un hombre cuyo apellido paterno era Purata.

La plantilla de personal la completaban Martha Manzanares, Fidel Loza y Bernabé Martínez, de quienes este último acumula 52 años de servicio en el Congreso.

En aquel tiempo “nada más éramos dos secretarias”, quienes redactaban actas, dictámenes y los convenios de Gobierno con las empresas que se instalaban en la zona industrial, cuyos acuerdos eran aprobados en el Congreso.

“Con ayuda de los muchachos hacíamos las leyes de ingresos de todos los municipios. Había una sola copiadora. Copiábamos artículo por artículo y los pegábamos en las de los ayuntamientos donde había mercado o panteón. Los quitábamos donde no tenían. Todo el Congreso era de nosotros. Ahí amanecíamos”.

Aparte el Poder Legislativo se erigía como colegio electoral y el personal contabilizaba voto por voto y casilla por casilla.

 

HASTA QUE DIOS QUIERA…

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Es potosina y dice que siempre ha luchado “por mis hijos, nietos… por ser alguien…”. A la fecha se dice dispuesta a seguir “hasta que Dios quiera… el día que ya no pueda caminar y me falle la memoria me voy”. En el 2004 podría haberse jubilado pero seguro en su interior se dijo: “¡Ni madres!”.

“Estudié al mismo tiempo la secundaria y para taquígrafa secretaria en la academia Isaac Pitman, que estaba en la calle de Arista y que ya no existe”, refirió.

Transcurría la década de los 60´s. Su primer empleo fue en la iglesia de la Santa Cruz, en la colonia Industrial Aviación, donde vivía. “Estaba el padre Ortega. Con él aprendí mucho porque era muy moderno. Nos enseñaba a usar el teléfono con interfono”.

Luego laboró en el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (CEPES) del PRI, presidido entonces por Ramiro Robledo Treviño, papá del político Juan Ramiro Robledo Ruiz.

Un día, la joven de 17 años, llegó a la oficina y le informó a su jefe: “Me voy a casar”. Perturbado el hombre le espetó: “Pero usted es apenas una niña…pero bueno, le deseo la mejor de las suertes”.

Años después regresó a trabajar con licenciado Robledo Treviño, pero ahora en la Junta de Conciliación y Arbitraje. Otros de sus empleos fueron en el Registro Público de la Propiedad y en Registro Nacional de Electores, donde el delegado la acosaba sexualmente y como no cedió un día ya no le fue permitido entrar a la oficina.

Enfurecida buscó al Oficial Mayor de Gobierno del Estado, quien se ofreció a platicar con el delegado del Registro Nacional de Electores. Ella le objetó: “No tiene caso…no me permitió ni pasar a recoger mis cosas personales”. Sorprendido, el funcionario le pidió una explicación. “¡Porque no le di las nalgas!”.

El hombre la asignó a una mesa del Ministerio Público. “Fui por un contrato y me dieron mi nombramiento, pero necesitaba ganar más”.

Las sesiones, con 11 diputados, se realizaban en el auditorio Pedro Antonio Santos. “No había debate, porque todos eran del PRI; el licenciado Purata y yo subíamos al pleno a tomar en taquigrafía los acuerdos”.

“Hasta la Quincuagésima Legislatura el Congreso fue pluripartidista. Fue cuando aumentaron de 11 a 20 integrantes. Entraron dos del PAN, uno del Partido Socialista Unificado de México, otro del Partido Popular Socialista y uno más Partido Auténtico de la Revolución Mexicana”, detalló en un acto con el que constató su buena memoria.

 

MAR DE ANÉCDOTAS

Se dice colmada de satisfacciones en su oficio: “Estoy muy contenta. Siento que he tenido mucha suerte aquí. He tenido jefes buenos, malos…más bien con un carácter especial; con la mayoría he aprendido mucho”.

Del cúmulo de anécdotas relató cuando J. Carmen García Vázquez -de Acción Nacional y de los primeros congresistas de oposición en la L Legislatura (1981-1984)-, “estaba sentado en su curul y al pararse para interpelar al diputado Miguel Romero Ruiz Esparza, se le cayó la pistola que traía metida entre el pantalón. “Todo mundo bien asustado, aunque a la vez el incidente se tornó gracioso”.

Romero Ruiz Esparza, priista, leía en tribuna la propuesta de Código Penal enviado por el entonces Gobernador, Carlos Jonguitud. Leyó muy rápido y J. Carmen le pedía que lo hiciera despacio.

A la siguiente, la LI Legislatura, “les aventaron jitomatazos a los diputados”, que esa vez tuvieron que salir por Madero. “No recuerdo por qué, pero había un mostrador donde estábamos parados cuando se metió gente al Congreso a arrojárselos”.

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En 1990 el ex presidente Carlos Salinas de Gortari inauguró el recinto que hoy ocupa el Legislativo Local. Al siguiente año, una horda de priistas furibundos tomó el recinto, molestos por la renuncia de Fausto Zapata Loredo 13 días después de que asumió el cargo de Gobernador.

“Fue emocionante, porque afuera estaba la gente enardecida gritando… aventado piedras y nos decían que éramos unas putas. Nos sacaron por 5 de mayo. Se dieron cuenta y nos alcanzaron para insultarnos”.

“Me acuerdo muy bien de (Aurelio) Gancedo. Chiquito, gordito, que andaba tomado de la mano de su mamá. También recuerdo a Juan José Rodríguez Medina (entonces periodista) en el lobby, sentado sobre el respaldo de un sillón, riendo y escribiendo lo que pasaba”.

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En otra ocasión, rememoró, al panista Mario Leal Campos lo protegió el priista Teófilo Torres Corzo para sacarlo del Congreso, porque una turba quería entrar y sacarlo a la fuerza de la oficina de Gran Comisión.

“El licenciado Teófilo abrazó a una de las mujeres y aprovechó para sacarlo…pero a Mario le alcanzaron a dar un jalón en el saco y en los cabellos”, completó.

Recuerda la amenaza de muerte proferida por Oscar Vera contra Rómulo Garza Martínez. Aquella vez el primero disertaba en la tribuna y frente a él, de pie y recargados sobre el muro que divide la sala de plenos del área pública, Rómulo junto con Carlos Rebolledo, ambos panistas, se burlaban de él.

Rómulo caminó hacia la sala de sesiones previas. Oscar concluyó su intervención, bajo de la tribuna y se fue atrás de él. “Le mentó su madre, se le abalanzó, lo agarró de la corbata y lo arrinconó”.

Atrás, del lado derecho del muro de honor, donde se coloca la mesa sobre la que se pone la urna a la que los diputados pasan a depositar sus votos cuando los emiten por cedula. “¡Te voy a matar…!” le gritó, “se lo tuvieron que quitar de encima entre varios”, recordó.

No fue el único incidente en ese tono durante la LVII Legislatura. Encolerizado porque no fue aprobada la última cuenta pública del sexenio del entonces gobernador, Fernando Silva Nieto, Jorge Arreola Sánchez entró al Congreso acompañado de seguidores y desde el pasillo en la zona publica le gritó al representante del Partido de la Revolución Democrática, Juan Ramiro Robledo: “¡Chingas a tu madre!”.

El perredista ignoró el insulto. “Reaccionó de manera ecuánime e inteligente, como un político de primera”, juzgó Lichita.

 

“¡ESTÁ DESPEDIDA!”: TTC

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Contó que un día, entre septiembre de 1990 y octubre de 1992, durante el ejercicio legal de la LIII Legislatura, el entonces diputado y presidente de la Gran Comisión, Teófilo Torres Corzo la encontró en un pasillo y molestó le soltó: “¡Está usted despedida!…porque me anda poniendo mal con su sindicato”.

Sin detener su paso el priista subió al salón de sesiones previas. Impaciente ella esperó y al verlo venir le salió al paso.

– ¡Usted a mí no me corre, yo me voy!…pero usted no me va a tachar de traicionera ni desleal. ¡Jamás!”.

– ¡Quítese, voy a la sesión!

– ¡No me quito! Hasta que no me diga quien le dijo que yo hable al sindicato.

– Quítese por favor, luego hablamos.

– No, no me voy, hasta que me diga quien le dijo que yo hablé para quejarme de usted.

A espaldas de Teófilo observaban la diputada Yolanda Eugenia González Hernández, así como los legisladores Jacinto Lárraga Lárraga “Don Chinto” y Bonifacio Argüelles, que le mostraban a “Licha” el dedo pulgar. “Más me envalentone”, recordó.

– Quítese, quítese, porque voy a sesión-, le insistió Torres Corzo.

– No, no. Fíjese que no. Hasta que no me diga no me muevo.

– Ahorita hablamos “Prieta”, ahí viene la prensa.

Se aproximaba José Luis Juárez Díaz, del Canal 7 local con su “camarota”. “Volteé, lo vi y me quite”. El Oficial Mayor, entonces Alberto Ayala Flores, la invito a pasar a su oficina y de camino a esta le cuestionó.

– “Chaparrita ¿qué anda haciendo?”.

– Que ando haciendo de qué…

– Le dijeron a Teófilo que usted anda hablando mal de él en el sindicado.

– ¿Yo?…

– Sí usted.

– No, ni madres…

– Tómese un cafecito.

– ¿Cuál pinche café?…ni madres.

Alicia Alvarado se retiró y sentada frente a su máquina de escribir Olvetti hizo accionar, como de costumbre, las teclas para redactar su renuncia.

Con esta en mano subió al salón de sesiones. Se aproximó a la curul del diputado Teófilo y en cuclillas le dijo:

– Aquí está mi renuncia…

– Ya déjese de pendejadas. Ya supe que no fue usted. Váyase a su lugar. Terminando hablamos.

Concluida la asamblea el priista la mandó llamar a su oficina.

– Ya supe que no fue usted.

– Pero por lo pronto ya me corrió, me tachó de traicionera y desleal, delante de toda la gente. No se vale…

– Ya, ya déjese de chingaderas… cálmese-, le dijo al tiempo que le dio unas palmaditas en la espalda.

Tiempo después, al siguiente día de que el empresario asumió el cargo de Gobernador, tras la dimisión de Gonzalo Martínez Corbalá, la llamó para pedirle que se presentara en Casa de Gobernadores.

– ¿Para qué me necesita?

– Para trabajar…, qué no quiere trabajar conmigo…

– Por supuesto que sí.

“La Prieta” se convirtió en la secretaria privada de Torres Corzo. A todos los miembros de su gabinete les instruía: “Cualquier asunto a tratar conmigo primero con mi Prieta”. Igual a los presidentes municipales.

Se le arrasan los ojos antes de describir el significado de esa distinción, sobre todo después de que la había despedido.

“Fue una satisfacción grandísima; me siento muy orgullosa de haber estado con un hombre como él. A mí se me hace muy inteligente y un político de primera. Siento que para mis nietos e hijos es un orgullo saber que fui secretaria del Gobernador”.

Eso a pesar de que apenas fue durante “nueve meses, lo de un parto; pudieron ser seis años pero entró Horacio Sánchez Unzueta y le puso un “candado” a la Constitución”, con el que quedó establecido que quien hubiese ocupado ese cargo bajo cualquier circunstancio no podía volver a asumirlo.

ESPACIOS, PARTE DE UNO

En un centro de trabajo cada espacio se llega a conocer como cada rincón del propio hogar.

– ¿Se convierten en parte de uno?

– Cuando entro al baño de Hidalgo (donde está el Congreso)…, allí me iba a llorar. Cada que voy me acuerdo mucho de mis penas laborales y personales-, dice embargada por el cúmulo de remembranzas que se le agolpan al instante.

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Cuenta que su compañera, a quien llama por su nombre en diminutivo, “Martita” Manzanares, “siempre sintió sombra conmigo, porque ella era secretaria parlamentaria y yo auxiliar”.

A pesar de su rango inferior la mayoría de los diputados la buscaban a ella preferentemente, para solicitarle documentos. “Me odiaba”.

“Como era la encargada del registro de la entrada del personal, porque no teníamos reloj checador, llegábamos y si estaba alguien delante de mí, firmaba su entrada y cuando me acercaba yo agarraba el diario y lo metía al cajón”.

Le reclamaba: “Oye Martha si la compañera acaba de firmar”.

“Olivia vamos a hacer esto”. La ignoraba. Cuando le pedía un expediente le respondía: “Ahorita estoy muy ocupada”. De nada le valía decirle que lo requería un diputado: “Ahorita, ahorita”.

Una vez se iba a tratar un juicio político y le fue a pedir el expediente.

– Martha no te hagas la sorda.

– A mí no me ofendas.

– Discúlpame no te estoy ofendiendo. El expediente yo no lo quiero… ¿yo que?…yo solo recibo órdenes.

Martha Manzanares se paró agarró las llaves, se metió al archivo y allí la encerró:

– Ahora me vas a decir qué traes conmigo, porque ya me tienes hasta la madre. Descuentos y descuentos, por retardos. ¿Por qué?…Yo no sé porque te caigo gorda. Tú sabes que tengo mucha necesidad. Me aplican descuentos y descuentos, y estoy pide y pide adelantos por quincena porque no me alcanza. Y todo por tu capricho. No Martha, que traes conmigo. Siempre buscas la manera de fregarme”.

Un día se enfermó su compañera. En esas circunstancias Marthita Manzanares le habló por teléfono para pedirle perdón.

Sostiene que “la vida es muy bella para tener rencores”, aunque en su momento “sí sufrí mucho, porque le quito el pan de la boca a mis hijos, pero te juro que no le guardo rencor. ¿Para qué?”. Conservar resentimientos “enferma el alma”, advirtió.

– ¿Cómo es su relación ahora?

– Supo lo de mi hijo, me trajo un cirio, agua bendita y una oración. Ese día me dijo: Siempre te he admirado, porque has sufrido muchísimo y eres muy fuerte. Ya quisiera yo tener esa fortaleza. Yo con cualquier cosa me caigo.

LUZ PROPIA

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Luego de que el periodista Juan José Rodríguez Medina protestó el cargo de diputado, a principios de la LV Legislatura, un ex colaborador de este, Omar Javier Gallegos, la encontró y le preguntó.

– ¿Cómo la trata “El Tigre”?

– Ni me pela.

– Al rato Lichita. Usted tiene luz propia. No necesita andárseles poniendo enfrente.

Al poco tiempo el entonces presidente de la Gran Comisión, Rodríguez Medina le pidió presentarse en su oficina, donde la esperaba junto con el diputado Víctor Manuel Pérez.

“La vamos a comisionar a la Contaduría Mayor de Hacienda, porque vamos a iniciar procedimientos contra presidentes municipales, pues sabemos que trabajó en el Ministerio Público y tiene experiencia en levantar actas. ¿Cómo ve?

Aceptó. Al frente del órgano fiscalizador estaba Sergio Zapata Loredo, hermano de Fausto Zapata. Organizaron mesas para recabar declaraciones de alcaldes y tesoreros. “Me quedé seis años”.

“Tuve el honor, el orgullo, de que Juan José Rodríguez, una persona tan especial, bien cabrón, reconociera públicamente en la Comisión de Vigilancia mi trabajo y entrega. “Licha” no es abogada y nos están diciendo como se queda hasta las dos o tres de la mañana a trabajar.

“Juan José hasta la fecha me estima. Siempre que me encuentra me dice que soy un talento mal empleado”.

– ¿Se lleva los problemas a su casa?

– No, ¿porque como les voy a ir a platicar a mis hijos todo lo que me hacían?.

– ¿Llega a la casa y se olvida?

– Yo me he de bajar aquí enfrente, mentándole la madre a mi marido y checando se me olvida que me enoje. Después me habla y me dice: “Reina qué pasó…”, pero yo ya ni me acuerdo.

Pero en cambio, a cualquier hora debe mantenerse al pendiente del teléfono. Durante la madrugada “me han hablado para pedirme apoyo porque viene una persona, herida o muy grave, al Hospital Central”.

Ahora que su esposo permaneció internado en el Hospital Central constató las penurias de la gente humilde. “No tienes idea…pobres… tiradas en el suelo, tapadas con cartones, sin comer y esperando una noticia en la antesala de terapia intensiva”.

Un día le hizo notar a su hija: “Tu y yo somos afortunadas, bendecidas por Dios. Porque venimos a ver a tu papá a las diez de la noche, tenemos en que movernos, traemos con que cubrirnos del frío y nos vamos a dormir a la casa”.

DE MAL EN PEOR

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Del cumulo las legisladoras que ha tratado dice tenerle un estima especial a la priista Yolanda Eugenia. “La aprecio y la admiro. Igual a Lupita Castro, con quien trabaje. Es muy humana…muy cabrona. Le enseñe el camino y luego no hallé como pararla”.

Delia Guerrero “mis respetos. Es mi amiga, mi confidente. Lloré con ella, reímos… Delia para mí…, no sé cómo manifestarte el agradecimiento, porque me ayudó mucho. Tiene un gran corazón, pero muy grande. Chingón”.

– ¿Así como hay buenos hay malos?

– Que ni te saludan, groseros. Cada legislatura es diferente, pero creo que vamos de mal en peor.

Durante las legislaturas LIII y LIV, si los diputados tenían un convivio en la sala de sesiones previas, con motivo de la navidad u otras fechas, “nos invitaban a pasar a todos; secretarias e intendentes. De unos años para acá hasta la puerta cierran”, lamentó.

– Nos ven como apestados.

– ¿Por qué?

– Dicen que si quieres conocer a un pendejo dale poder. Entre más pendejos más orgullosos, soberbios. No todos. Hay unos muy educados, que saludan a pesar de que no saben ni con quien están…pero hay otros…

Recordó que hace un par de legislaturas, un diputado procedente de Ciudad Valles, denunció allá, ante periodistas, que en el Congreso había una secretaria que ganaba igual que un asesor y anticipó que cuando él llegara iba a poner remedio.

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El día que tomó protesta lo abordó. “Lo salude y le dije: “Yo soy la persona que gana igual que un asesor y no tengo ningún privilegio. Tengo tantos años y empecé desde abajo”.

El diputado se deslindó: “Yo no quise decir eso, la nota está mal”.

– ¿De los hombres a quienes aprecia?

– Juan Ramiro, Teófilo, Felipe Aurelio Torres, Juan José y Ángel Castillo.

A ellos, asegura, “me da gusto verlos” cuando los encuentra. “Se siente cuando una persona te saluda con agrado y afecto, no por compromiso”.

– Entre políticos ¿se sienten falsos los saludos?

– Los ves venir mejor hazte a un lado…hay viene fulano… no le saludo. Les doy la vuelta. Saludarlos es pérdida de tiempo y para que se los quito.

– ¿Cómo persona que le han dejado estos 40 años?

– Tengo una gran experiencia como secretaría, pero también como madre. He sacado a mis hijos adelante. La vida no ha sido muy fácil; he tenido altas y bajas.

– Hay quienes critican porque meten a trabajar al Congreso a un hijo o familiar ¿También eso se padece?

– Por las envidias, que no faltan. Yo tocó puertas y si no me abren tocó la que sigue y si no me abren me meto por la ventana. A veces me dicen que no, pero insisto e insisto. Pido favores y otros cuando ven resultado critican. Pero les dices que pidan un favor y dicen: “Hay no…me va a decir que no”.

A sus compañeros les dice que el “no” es seguro, “¿pero qué tal si te dicen que sí?… Dicen que a ellos no les gusta andar rogando. Como madre pido favores para mis hijos y eso no es delito”.

Además dice haber entregado su vida al Congreso. Si le piden trabajar domingos o días festivos ella se presenta. “Me gano a mis jefes, no con chismes ni otras cosas; con lealtad”.

– ¿La lealtad es muy importante en una secretaria?

– Hace poquito me acaba de decir mi jefe: “Estoy muy contento, porque es muy difícil encontrar una persona tan trabajadora y tan leal como usted”.

– ¿Ha habido diputados que “pelen” por usted?

– En esta legislatura ya tenía el compromiso con Oscar Bautista, porque desde que se fue a la federal me hablaba seguido y me pedía que fuera su secretaria si regresaba.

La priista Marisol Pillado, suplente de Delia Gurrero, le contó: “Lichita se andan peleando por usted en el PRI. La quiere Bautista, Rebeca Terán, Joel Ramírez y otro…pero luego, luego, Bautista les dijo que ya estaba apartada”.

“En anteriores legislaturas Juan Ramiro me mandó llamar. Me dijo: “quiero que me haga favor de asistirme”.

“Con Juan Ramiro aprendí muchísimo. Me dio un lugar mucho muy especial. Un día me dijo. “Mire yo le pido mi café o mi Coca, porque soy muy desconfiado, pero usted no está aquí para servirle a nadie”.

Eso se lo dijo porque en una ocasión, durante una sesión plenaria, le llevó un refresco y Eugenio Guadalupe Govea Arcos le pidió otra.

Juan Ramiro sacó su celular y se lo puso en su escritorio. Govea le preguntó para que y respondió: “Háblale a “Mayrita”, tu secretaria. Licha no está aquí para servirte ni a ti ni a nadie”.

“Yo me quede preguntándome qué hacer. Govea era presidente de la Gran Comisión… y le lleve la Coca. Pero después ya no me pelo en toda la sesión y me dejó de hablar”.

Más tarde Juan Ramiro le explicó: “Usted tiene un lugar muy especial para mí, la estimo mucho porque trabajó con mi papá. Me trae muy buenos recuerdos. Esto que hizo hoy no lo vuelva a hacer, porque hoy fue Govea y mañana cualquiera”.

– ¿El la conoció cuándo trabajo con su papá?

– Sí.

– ¿Qué edad tenía él?

– Juan Ramiro es de 1949 y yo del 1953. Él estudiaba e iba a mucho con su papá. Siempre me preguntaba quién de los dos era más grande. Yo le decía que por supuesto que él.

– ¿Para cuánto tiempo tiene más, después de 40 años?

– No me quiero jubilar, porque me gusta mi trabajo, me encanta. Lo disfruto y aparte me pagan.

– ¿Eso es una chingonería?

– Me siento muy bendecida porque gano bien, tengo buenos jefes y compañeros.

– ¿Pero nunca se acaban las envidias?

– No soy monedita de oro y sé quiénes son mis amigas; se cuentan con los dedos y a lo mejor sobran. Con todos trato de sobrellevarme y si me piden un favor a todos les digo que sí. Si puedo hacerlo porqué no…, ¿qué me quitan?

NO VAN A VOLVER NUNCA

Desde Guillermo Fonseca Álvarez hasta Juan Manuel Carreras, ha conocido a un número importante de gobernadores.

Conserva una foto en la que aparece a espaldas de Fausto Zapata al momento que este rindió protesta.

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El Poder Legislativo, como anfitrión, organizaba la toma de protesta de los gobernadores, pero después de Horacio, el Ejecutivo se ha encargado de todo.

Trató con Jonguitud, cuando el Congreso tenía su sede en Palacio de Gobierno. “A veces iba a que me firmara las iniciativas o a recoger documentos y me decía pásele. “Organizaba comidas con los diputados, donde es ahora turismo, e invitaba al personal del Congreso”.

– ¿Lo que ahora ya no es posible?

– Esos tiempos creo que no van a volver nunca. Don Carlos, imagínate, ese señor, todos los diputados y el personal que éramos seis. Allí nada de que váyanse y cierren la puerta. Comíamos, tomábamos lo mismo que ellos; no había diferencias.

– Decía que después de las LIII y LIV ya no es lo mismo.

– ¡Uuuy sí!. Se dice que esta es la peor y luego otra la supera. Uno dice a ver si la siguiente mejora y no.

Añora aquellos tiempos cuando “había oradores que se subían a tribuna a defender una iniciativa o dictamen, pero con bases y bien informados. Hasta los de oposición tenían otro nivel”.

ABUELITA

– ¿Ninguna de sus hijas o nietas quiere ser secretaria?

– Mi hija, cuando estaba chiquita, jugaba y me decía: ¿Qué paso Martita? Ahora es abogada. Mis nietas dicen que ellas quieren ser como yo cuando estén grandes. ¿Cómo?…(les pregunta)… “pues bien chingonas”. Siento bien bonito. Les digo que no, que ellas sí van a hacer una carrera.

– ¿Se arrepiente de no haber hecho una carrera?

– ¡No, qué putas…!

– ¿Lo que ha vivido le ha compensado?

– Sí. Claro que me hubiera gustado ser abogada. Veo muchos abogados aquí en el Congreso y en muchas partes que están atrás de un escritorio haciendo funciones administrativas. Yo si fuera abogada sería la presidenta del Poder Judicial, magistrada o juez de Distrito, pero bueno no se me dio esa oportunidad. Muchos jefes me dijeron: ¿Por qué no estudia leyes?

– ¿Y por qué no estudió?

– Porque estaban mis hijos chiquitos, aquí regresábamos en la tarde y por desidia. A lo mejor si me hubiera decidido si lo hago, pero me entregué a mi trabajo y a mis hijos y hasta que el cuerpo aguante.

– ¿Llego a arrepentirse de esto, por incidentes como los que me comentó?

– Le entro con más ganas, ah chingao…no me rajo.

– ¿Se habría ido de no haberse aclarado el incidente con Teófilo?

– Muy dentro de mi algo me decía que Teófilo me iba a valorar… que él sabía que no había sido yo, pero también sabía que Teófilo es de arranques. Le llenaron la cabeza de humo y me corrió. Pero yo sabía que no, que me iban a buscar. Pero tampoco le pensé. En ese ratito dije: “Chingue a su madre, meto mi renuncia y me voy a trabajar…le dije: saliendo de aquí yo tengo trabajo aquí enfrente, con el PAN”.

– ¿Podría escribir un libro?

– Sí. Tengo mucho que contarle de mi vida a las mujeres que como yo trabajan para sostener a su familia y sacarla adelante. No es fácil, pero tampoco es difícil. Nada más es que uno quiera y lo hace.

– ¿Entonces para cuando el libro?

– Cuando tú me ayudes. Como me pedía J. Carmen que hiciéramos ese libro. Inclusive me hizo unos poemas. Me estimaba mucho, mucho.

– ¿Se acuerda que siendo diputado él no aceptó un carro?

– Va y me dice. Estaba con Juan José Rodríguez y me dice: ¿Qué cree? Que nos van a dar a todos carros, pero yo les dije que yo no. “¿Por qué no licenciado?” “¡Qué tal si me lo roban en mi colonia!”. Él vivía en la UPA… Fue el único que no lo aceptó, porque dijo que allí había muchos pandilleros.

– ¿Que usted fue fundamental para que le otorgaran la presea Plan de San Luis… ¿así fue?

– ¡Ah, claro! Pero desgraciadamente se la dieron en un momento de su vida que él ya no supo. A mí me dio mucha tristeza porque yo me le acerqué y no me conoció. Yo le preguntaba: ¿Usted porque es panista? Si allí hay puros ricos, bien elitistas. Usted debería ser priista. Y él decía que estaba muy contento y que comulgaba con su partido. Yo le decía, usted no es rico, no estuvo en un colegio de paga, no fue violado por un padre. No es panista.

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