¡No abuses del salero!

 

Ciudad de México (27 de junio de 2016).- Si en ocasiones lamer una cucharada cubierta de sal común te alegra el día, no tienes de qué avergonzarte. No eres la única persona a la que el cloruro sódico –su nombre técnico– le mejora el humor. Hace unos años, Alan Kim Johnson, de la Universidad de Iowa, comprobó que cuando eliminaba ese condimento en la dieta de las ratas, los roedores evitaban realizar actividades que antes les divertían, como beber un refresco o presionar un botón para recibir descargas placenteras en su cerebro. Es decir, las cosas que hasta aquel momento les deleitaban habían dejado de parecerles gratificantes, que es exactamente lo mismo que les sucede a las personas aquejadas de depresión. Y todo porque la comida estaba sosa.

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A los humanos, como a los roedores, la sal nos levanta el ánimo. Un efecto lógico si tenemos en cuenta que evolucionamos a partir de criaturas que vivían en el agua salobre de los océanos. Y que, una vez instalados en tierra firme, seguían necesitando sodio y cloro, los dos componentes de la sal de mesa, indispensables para que nuestras células funcionen correctamente y para que las neuronas se comuniquen.

“La biología nos equipó con un sentido del gusto capaz de detectar dónde hay cloruro sódico, y con un cerebro que nos recompensa con descargas de placer cuando lo consumimos. Por eso, volvemos una y otra vez a él”, explica Johnson. Claro que este efecto estimulante no puede servir de excusa para consumir el condimento a manos llenas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja no sobrepasar los dos gramos de sodio –el elemento más nocivo– al día, que es lo que corresponde a cinco gramos de sal. Pero a nivel mundial se consume, por término medio, el doble.

Fuente: Muy Interesante.
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