No es el adoquín, es la actitud del gobernador

Carlos Rubio

Ricardo Gallardo Cardona puede tener el control de cualquier político, funcionario, medio de comunicación y empresario con cola que le pisen o que se someta por el simple interés económico. Puede dominar cualquier alcaldía presidida por alguien sin convicciones. Puede acaparar los partidos, Poderes y organismos autónomos que quiera, siempre y cuando al frente esté alguien con una amplia variedad de principios para ofrecer. Pero no puede enfrentarse con el ciudadano común, porque se topa con personas que no les interesa más que defender su día a día, su entorno, su futuro.

Desde que entró en funciones (y quizá un poco antes) el gobernador está acostumbrado a que no le sea negado ni el menor de sus caprichos, de ahí la intolerancia que demuestra cada que alguien interrumpe sus planes, ya ni si quiera en busca de frenarlo, sino simplemente de preguntar: ¿qué piensa hacer?

El retiro del adoquín en el Barrio de San Miguelito tomó por sorpresa a sus habitantes. Tan válidas son las opiniones de la gente que se manifiesta a favor, como de las que lo hacen en contra del proyecto, así como del gobernador por tener el interés de llevar a cabo la obra; el principal problema es que el mandatario no estaba dispuesto a escuchar a los vecinos ni a dialogar con ellos, su plan consistía en hacer su evento propagandístico, intervenir las calles e irse al siguiente barrio. Es un error que piense que su visión es la que debe de imperar cuando ni si quiera vive ahí ni tampoco pasa a echarse unos tacos de barbacoa en la mañana y mucho menos un elote en la noche.

Teniendo en puerta el plebiscito sobre la municipalización de Villa de Pozos, el primero a realizarse en la historia de San Luis Potosí, sorprende que el gobernador aún no reflexione sobre la necesidad de consultar a la gente, más cuando estás a punto de modificar su forma de vida y ni si quiera le has explicado de qué modo lo harás.

La postura de los vecinos de San Miguelito es clara: no están de acuerdo con la obra, pero tampoco están en negación total; quieren y están dispuestos a escuchar el proyecto que les fue ocultado por el gobernador y la Secretaría de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras Públicas (Seduvop). La principal inconformidad es por la forma en que las autoridades arribaron, primero a hacer un evento propagandístico con acarreados que aplaudían la obra; luego a abrir el piso sin si quiera haber avisado y con el único fin de que no hubiera vuelta atrás para la realización del proyecto.

Si la Seduvop se reunió con los vecinos ayer por la tarde, no fue por su buena voluntad, sino una reacción ante el bloqueo que se les hizo a las maquinas y la consigna de que no los dejarían trabajar hasta que no transparentaran el proyecto. Sin embargo, dicha reunión ofreció poco y nada de resultados, predominó la opacidad de la autoridad y hasta se hicieron presentes los acarreados del Gobierno del Estado. ¿Cuál será el límite de los gobernantes para denigrar la dignidad humana?

En varias ocasiones se ha elogiado la habilidad de Ricardo Gallardo para hacer política y llegar a donde está ahora, pero a la vez, esto se termina convirtiendo en su principal carencia; no es lo mismo pactar con Mario Delgado, que sentarse a dialogar con los vecinos de un barrio histórico. No es casualidad que el gobernador ya haya hecho lo primero, pero evite lo segundo.

Estar dispuesto a escuchar y dialogar más allá de los periodos electorales son características de las que muy pocos gozan y el mandatario no es uno de ellos. Por fortuna esto es algo de lo que puede aprender y poner en práctica, todo depende de la actitud que asuma de ahora en adelante. La mala noticia es que no es la primera vez que le pasa y no ha aprendido. Ya en una ocasión se opusieron al derribo de árboles en la avenida Himno Nacional y por su terquedad e insistencia lo tuvieron que frenar con un amparo.

Son esos límites a los que se han tenido que recurrir y de los que no habría necesidad si este Gobierno fuera transparente y capaz de entender a la gente, pero es la actitud autoritaria lo que termina por molestar a más de uno.

El dialogo y el debate, tan temidos por muchas personas, no significan una confrontación, una pelea o una disputa, simplemente son la exposición de ideas y la capacidad de llegar a acuerdos, de convencer y de ceder, de entender que vivimos en una sociedad donde cada cabeza es un mundo con la capacidad de expresarse y el derecho a ser escuchada.

El lema “potosí para los potosinos” debe ser más que un simple slogan. Si realmente San Luis Potosí dejó de ser el botín de unos cuantos y se va a compartir con todos los potosinos, eso implica que todos estemos informados y seamos incluidos en la toma de decisiones. No somos potosinos solo en el Teatro del Pueblo o en el Parque Tangamanga. Somos ciudadanos que tienen un hogar en este estado, que disfrutan del Centro Histórico y que caminan libremente por las calles.

Asumir que una persona no tiene el derecho de opinar sobre lo que va a pasar con la calle en la que vive, es una actitud propia de un Gobierno autoritario. Afirmar que todos los que se oponen a tus decisiones son detractores, es una característica de la intolerancia.

Vamos para el segundo año de Ricardo Gallardo como gobernador, aún faltarán otros cuatro. Este no es el primero ni será el último grupo que se le plante firme y le impida entrar a un vecindario a hacer y deshacer. Por ahora ha sido de forma pacífica, pero esto puede escalar y provocar un verdadero conflicto.

Hay que aprender a dialogar.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública.

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