“No estamos aislados del miedo”: imágenes para nombrar el peligro y el cuidado en Soledad

Texto: María Ruiz

Fotografías: Aída López/Semillero Creativo

En la colonia 21 de marzo, al oriente de Soledad de Graciano Sánchez, hay un centro comunitario que por años ha sido refugio de juego, de arte, de expresión. Es el lugar donde niñas y niños se encuentran para explorar la imagen, disparar cámaras y no armas.

En diciembre pasado, ese espacio fue atravesado por la violencia. Ahí dentro del centro comunitario, asesinaron al policía que hacía guardia. Una mañana cualquiera. La puerta seguía abierta. El eco del miedo quedó adentro.

Aída López Castro, fotógrafa documental y maestra del Semillero Creativo de Fotografía y Artes Visuales, recuerda el silencio posterior. No fue metáfora, fue físico.

“Fue un hecho decisivo… Nos dimos cuenta que estábamos expuestos. Que el centro comunitario, aunque lo intentemos proteger con todo, no está aislado del contexto”, dice.

Entonces se preguntaron: ¿qué hacer cuando la violencia se mete hasta el salón de clases? ¿Qué se puede hacer con las emociones de quienes apenas están creciendo, cuando el entorno los grita?

La respuesta no vino desde los adultos. Vino desde las cámaras y las palabras de las infancias. Surgió una guía de cuidados colectivos construida en imágenes, sentipensares, recortes y dibujos. Un fan zine, pero en realidad es más: un mapa sensible para navegar el miedo.

Las preguntas que guiaron el ejercicio eran simples pero abismales:

—¿Qué pasa en mi comunidad que no me gusta?
—¿Cómo me hace sentir eso?
—¿Qué puedo hacer ante esas problemáticas?

Las niñas y niños respondieron con imágenes de árboles talados, animales maltratados, rostros de tristeza. Con recortes de notas policiacas, dibujaron armas, calles vacías, una vaca sola en un terreno baldío.

En medio de todo eso, respondieron también con gestos de ternura: dibujaron personas abrazándose, escribieron “hablar con alguien”, “buscar ayuda”, “decírselo a una persona de confianza”.

“Ya habíamos trabajado con temas históricos, con la revolución, con imágenes de archivo. Pero esta vez queríamos mirar lo que pasa ahora, lo que nos está atravesando”, explica Aída. “Queríamos hablar con las semillas —así les decimos a las niñas y niños del semillero— sobre eso que está pasando y que ellos sí ven, sí comentan, sí sienten”.

Las imágenes del fan zine son potentes. Algunas muestran cabezas de nota roja, otras combinan retratos intervenidos con crayones, collages hechos con recortes de periódico y pequeñas frases escritas con letra infantil: “Siento tristeza cuando hay balaceras cerca de mi casa”, “Me da miedo que alguien me siga”, “Si pasa eso, debo correr a un lugar seguro o contarle a una persona adulta”.

La propuesta no busca soluciones adultocéntricas; no es un manual de seguridad, ni una guía institucional. Es una guía afectiva, construida desde lo que pueden hacer las infancias con lo que les duele. Hablar, dibujar, fotografiar; resistir desde lo pequeño.

Aída dice: “Yo sé que estoy hablando muy mecánicamente… Pero en realidad todo esto nos sacudió. Porque ya lo habíamos escuchado antes: niñas que cuentan que vieron una balacera, que encontraron una bala cerca de su casa, pero que maten al policía justo ahí, en nuestro espacio… nos obligó a tomar postura, a no silenciarlo”.

El Semillero Creativo de Soledad existe desde 2019 como parte de un proyecto federal que apuesta por los derechos culturales de la infancia. Se reúnen en ese centro comunitario para explorar la fotografía, la pintura, el video, pero no se trata solo de enseñar técnicas.

“Trabajamos con el derecho al arte. Eso significa que no es una clase más, es un espacio para procesar, para imaginar, para pensar de forma crítica, para cuidarnos entre todos”, así lo describió Aída.

Ahora, después de este fan zine, algo cambió. “Las niñas y niños ya están hablando. Lo están haciendo con una cámara en las manos”.

Skip to content