José de Jesús Ortiz
Cuando a la una veinte de la mañana comenzó la pirotecnia, las luces de cohetes multicolores iluminaron el cielo del Zócalo de la Ciudad de México mientras ondeaba en el centro de la plaza la bandera nacional, un grito de júbilo y de emociones contenidas puso fin a una muy larga jornada electoral en la que, de forma avasallante, con más de 30 puntos, las urnas dieron como resultado la elección de Claudia Sheinbaum Pardo como presidenta electa de México, un hecho inédito en la historia del país.
“Es el reconocimiento del pueblo de México a nuestro proyecto de Nación. Por primera vez en 200 años de la República me convertiré en la primera mujer Presidenta de México”, diría Sheinbaum con un tono serio poco después de las 12 de la noche en su primera declaración ante cientos de invitados, seguidores y periodistas reunidos en el Hotel Hilton de la Alameda Central, donde se instaló su centro de operaciones.
Minutos antes, el Instituto Nacional Electoral había dado a conocer los resultados del conteo rápido extrañamente detenidos hasta pasadas las 12 de la noche, algo insólito en las últimas elecciones presidenciales, solo en 2006, el entonces IFE retuvo los resultados del conteo rápido hasta las 11 de la noche cuando Luis Carlos Ugalde, rebasado por completo, salió a decir que no había nada para nadie y los resultados reflejaban un supuesto empate técnico entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador.
Esta noche fue diferente. Vestida con traje color morado —icónico de los movimientos feministas— Claudia Sheinbaum agregaría en su mensaje inicial en el Hilton que no llega sola a la Presidencia: “llegamos todas, con nuestras heroínas que nos dieron patria, nuestras ancestras, nuestras madres, hijas y nietas”. También, reiteraría su convicción de un México plural, diverso y democrático: “Sabemos que el disenso forma parte de la democracia, y aunque la mayoría del pueblo respaldó nuestro proyecto, nuestro deber es y será siempre velar por cada uno de los mexicanos, sin distingos”.
En el Zócalo, miles de personas reunidas seguían el mensaje a través de una enorme pantalla colocada frente a la puerta principal de Palacio Nacional. “El pueblo votó y Claudia ya ganó” o “¡Presidenta! ¡Presidenta!”, eran los gritos que se escuchaban a esas horas de la noche.
Sin embargo, mucho antes de eso, por la mañana de este domingo 2 de junio, la jornada electoral comenzó con la incertidumbre natural de cada elección presidencial. Una elección enmarcada en un contexto de violencia y de acusaciones de todo tipo asegurando que venía una elección de Estado y que, de ganar Morena, México se enfilaría a un régimen comunista, con la abolición de la propiedad privada. La guerra mediática envilecida en las últimas semanas y horas.
Las primeras horas de la jornada electoral
Fue una elección en la que, por vez primera, desde hace 18 años, no apareció Andrés Manuel López Obrador en la boleta presidencial y también, la primera ocasión en la historia del país en que, por la noche, una mujer resultaría electa presidenta de México, desde 1955 en que las mujeres acudieron a votar en unas elecciones federales. Hace apenas 69 años.
Solo por eso es ya un día para la historia, más en un país con enormes resabios machistas y violencia sistémica contra las mujeres. “Nuestro derecho al voto es más joven que muchas de las que hoy votan: apenas 70 años. Hoy elegimos a la primera mujer en la Presidencia de México”, escribió a primera hora en redes sociales Violeta Vázquez, una analista cercana a las posturas de la llamada Cuarta Transformación.
Por la mañana, las casillas comenzaron a poblarse de cientos de personas que salieron de sus casas para hacer válido su derecho al voto. También, como cada seis años, las casillas especiales fueron desbordadas por miles de personas que acudieron a ellas sin éxito para ver si lograban alcanzar algunas de las mil boletas disponibles, como en la casilla especial con urna electrónica ubicada en el centro de la Ciudad de México, en las instalaciones de la Universidad del Claustro de Sor Juana en calle de San Jerónimo. Ahí, a las nueve de la mañana la fila era inmensa, las primeras personas en llegar lo hicieron cerca de las cuatro de la mañana.
En esa casilla hay mucha gente joven formada, muchas mujeres en pequeños grupos, estudiantes universitarios y personas de paso por la ciudad que llegan en Uber que ofrece descuentos a quienes acuden a votar.
Una corresponsal extranjera de una televisora estadounidense comentaba por la mañana que la elección, de acuerdo a sus informes, estaba decidida, ni siquiera en las posiciones parlamentarias veían una competencia real que pusiera en riesgo la hegemonía de Morena. La duda estaba solamente en la posibilidad de lograr o no el “Plan C”, para que Morena pudiera contar con una amplia mayoría parlamentaria para impulsar las reformas que no pudo lograr el presidente López Obrador, y quizá también en los resultados de la Ciudad de México.
Por la mañana, en el Zócalo de la ciudad la bandera nacional ondea en todo lo alto, ofreciendo una vista hermosa. En la esquina izquierda de la plaza, maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) mantienen el plantón iniciado el pasado 15 de mayo en demanda del cumplimiento de diversas demandas laborales. Son decenas de pequeñas casas de campaña e improvisados campamentos.
“Unidos y organizados venceremos”, dice la consigna en una lona que abarca gran parte del costado de un autobús, acompañado de imágenes de Lenin, junto a Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, maestros normalistas e íconos de la lucha social y revolucionaria en México. “Gobierne quien gobierne los derechos se defienden”, proclaman los maestros, representantes de estados del sur del país. El México más empobrecido que algunas voces furiosas de la derecha más ultramontana quisieran que no pertenecieran al país para ser “una potencia media”.
De una tradición de izquierda distinta a la de la CNTE, Claudia Sheinbaum también proviene de la lucha social: su madre, Annie Pardo, bióloga celular por la UNAM, fue parte del movimiento estudiantil de 68, cercana a las principales figuras de aquella lucha reprimida de forma inclemente por el viejo régimen. Ese fue el entorno en el que creció. “Madre e hija solían visitar a sus amigos presos en Lecumberri, la prisión política a la que el régimen del PRI envió a los líderes estudiantiles, como a Raúl Álvarez Garín y a Salvador Martínez della Rocca, El Pino. Eran los héroes de su madre, también lo eran de ella”, reseñó Zedryk Raziel en un perfil periodístico sobre Sheinbaum publicado en El País apenas la víspera de la elección.
Cerca de las nueve de la mañana, vestido de traje azul marino y corbata guinda (el color de Morena), el presidente Andrés Manuel López Obrador, acompañado de su esposa la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, sale a votar en una casilla colocada a un costado de Palacio Nacional sobre la calle de Moneda. Con semblante serio, no hace ningún comentario al salir de la casilla, solo muestra la credencial de elector y alza la mano.
Más tarde, en sus redes sociales publica un breve mensaje: “En la democracia verdadera es el pueblo el que manda. Todo lo demás es accesorio. Hoy por la noche sabremos lo que decidieron libremente los mexicanos”. “La democracia somos todos… tu voto tiene el mismo valor que el del más rico o el más poderoso. Participa, el pueblo manda. El poder está en nosotros”, escribe por su parte Gutiérrez Müller.
En las inmediaciones de Palacio Nacional además de turistas y paseantes, se congregan muchos simpatizantes del presidente con su último libro Gracias. “Apoyamos siempre al presidente López Obrador y ahora lo haremos con Claudia”, dice Pedro Martínez, un señor de 67 años, quien junto a un grupo de siete personas permanece tras las estructuras metálicas que protegen los accesos a Palacio Nacional. Acudió a temprana hora para ver de lejos al presidente cuando salió a votar. Es apenas el inicio de la jornada electoral.
El encabezado principal de la primera plana del diario Reforma — contrario por completo al obradorismo y a la llamada 4T— resume en tres palabras lo que a su juicio está en juego: “SEGUIR O VIRAR”, así en mayúsculas; en la trinchera opuesta, el periódico La Jornada señala: “Hoy 98.3 millones a las urnas”, junto a un cintillo en el que completa “México elige a su primera presidenta”.
En el Zócalo, desde temprana hora frente a la puerta principal de Palacio Nacional, apenas divido por la valla metálica que protege el acceso, se coloca sistema de audio y un templete frente a Palacio Nacional donde Claudia Sheinbaum dará su mensaje, minutos después de que el INE difunda los resultados del conteo rápido.
Pero no todo es dominado por la política, también por ahí pasean como siempre decenas de turistas nacionales y extranjeros, como una ciudadana francesa que frente a la Catedral Metropolitana lee una reseña del edificio histórico; lo mismo en muchos centros comerciales, bares y restaurantes abarrotados de comensales, alejados del bullicio electoral.
Un resultado previsto, aunque avasallante
Televisa anuncia a las 6.59 de la tarde de este domingo, casi una hora después de cerradas las casillas en la mayor parte del país, que de acuerdo a los resultados de sus encuestas Claudia Sheinbaum será la nueva presidenta de México.
Denise Maerker y Enrique Acevedo no precisan datos, solo informan del resultado general de su proyección estadística que marca una tendencia inexorable, algo que coincide con los resultados de diversas casas encuestadoras como Covarrubias y Asociados que arroja 60.5 para Claudia, 27.4 para Xóchitl y 11.2 para Jorge Máynez; o la realizada por El País que arroja 57.8 y 29.1 respectivamente, una ventaja de casi 29 puntos.
En la misma transmisión de Televisa, el rostro desencajado del analista Héctor Aguilar Camín lo dice todo: “Estas elecciones no estuvieron bien, estuvieron cargadas por el presidente y los recursos que puso el presidente para hacer una elección de Estado… estas elecciones son las más sesgadas, de la cancha más dispareja que hemos tenido”. Dice también que la elección está sujeta a una impugnación, a una “revisión histórica y jurídica”.
En esencia, es parte del discurso opositor de las últimas semanas que pareciera mantenerse durante buena parte de las horas posteriores al cierre de la elección. “Está claro que ya ganamos”, anuncia Xóchitl Gálvez poco después de las seis de la tarde, sin aportar evidencia alguna.
Seis años antes, en la elección en que se impuso Andrés Manuel López Obrador, poco antes de las 9 de la noche los candidatos del PRI y del PAN habían ya reconocido su derrota y aceptado los resultados de la elección. Este domingo, todavía a las 10 de la noche no sucede nada así.
No obstante, frente al Hotel Hilton todo es una fiesta. Cientos de simpatizantes de Sheinbaum se arremolinan para apoyar a la candidata concentrada en ese hotel. La vieja consigna de “Es un honor estar con Obrador”, es transformada —lo fue desde la campaña— y hoy se escucha con más fuerza “Es un honor estar con Claudia hoy”. Signo de los tiempos por venir. “Uno dos tres ganamos otra vez”, apostillan personas de todas las edades ahí reunidas.
A esas horas las diversas encuestas parecen indicar con mucha claridad que el de este domingo es un triunfo avasallante de la llamada 4T y sus aliados. Un triunfo histórico con el que llegará a la Presidencia Claudia Sheinbaum, la hija del 68 y exdirigente del movimiento articulado en los años 80 por el Consejo Estudiantil Universitario de la UNAM en defensa la gratuidad de la educación universitaria.
Pero también, se quiera o no, es una victoria de López Obrador. Poco después de las 12 de la noche, cuando apenas el INE ha dado los resultados del conteo rápido, el presidente aparece exultante en un video de poco más de dos minutos: “el pueblo de México decidió libre y democráticamente que Claudia Sheinbaum se convierta en la primera mujer presidenta en 200 años de vida independiente de nuestra República”, señala.
Es ya la una de la mañana cuando en el Zócalo se anuncia la llegada de Claudia Sheinbaum y el equipo que la acompañó a lo largo de esos meses. Son miles de personas las que siguen ahí congregadas. La virtual presidenta electa llega acompañada de su esposo y su madre, junto con personajes y dirigentes de los partidos que la postularon, además de Clara Brugada, la candidata de Morena a la jefatura de Gobierno en la Ciudad de México, que también resulta triunfadora.
Sheinbaum luce cansada, aunque feliz. Su discurso es breve, de poco más de 10 minutos. “No los voy a defraudar. Hoy hemos hecho posible la continuidad y avance de la cuarta transformación y también que por primera vez en 200 años las mujeres lleguemos a la Presidencia de la República”.
Es el fin de una jornada muy larga que concluye hasta las altas horas de la noche ya del lunes 3 de junio con el discurso de Claudia Sheinbaum y las luces multicolores iluminando el cielo sobre el Zócalo en la Ciudad de México. En las calles del centro de la ciudad sigue la fiesta y consignas en favor de Claudia, “no estás sola”, repiten. Un nuevo tiempo por venir en un país que será gobernado por una mujer. No los voy a defraudar, el compromiso que queda.