Por: Diana López.
“Misas dominicales de 12:30 y 1:30”, se alcanza a leer en el letrero que se encuentra antes del atrio de la iglesia, protegido por una reja y cercado a su alrededor.
Ahí existen pequeñas plantaciones de maíz, en medio de un ambiente tranquilo, donde el viento hace acto de presencia en las tardes que acompañan cada estación. Los árboles, algunos de ellos mezquites, mecen sus ramas, mientras fuera del lugar, se mantienen estructuras de puestos que cobran vida cada domingo, cuando los fieles acuden hasta aquí para celebrar la misa.
Dentro, el Santuario del Desierto conserva algunos de los tesoros de la fe y el arte de San Luis Potosí.
Un lugar de soledad.
Entre 1613 y 1625, el Padre Juan Barragán Cano, construyó una pequeña ermita en honor a San Juan Bautista. Una vez construida, se refugió en soledad en este lugar, practicando la meditación y contemplación hasta su muerte, ocurrida en 1665; pero poco antes de su deceso, recibió un óleo de la Virgen de Guadalupe, allá por las últimas décadas del siglo XVII.
Con el tiempo, la devoción que provocó la imagen de la virgen, hizo que la orden religiosa encargada de la ermita (los Carmelitas Descalzos), tomara la decisión de colocar la imagen en el sitio central, sustituyendo a la de San Juan Bautista.
Pero poco a poco, el número de peregrinos que acudían a visitar la ermita, a pesar de las distancias, hizo que el espacio fuera insuficiente, por lo que una nueva edificación comenzó en 1735, finalizando el templo actual en 1755.
Devoción en medio de la nada.
El Santuario del Desierto de nuestra Señora de Guadalupe es en sí, un oasis, tanto para la fe, como para el viajero que la descubre. Aparece de repente casi en medio de la nada, como una construcción a la vista, de la cual sobresalen sus dos torres. Un lugar para aquellas personas que encuentran un sitio de descanso para el cuerpo y el alma, tras un largo camino.
El 12 de diciembre de cada año, las peregrinaciones en honor a la Virgen de Guadalupe en el Santuario del Desierto llegan a ser de miles de personas, que desde muy temprano llegan al desierto. Afuera, la fiesta continúa, acompañándose de comida y bebida típica del estado.
El resto del año, la iglesia por lo general sólo abre los domingo para celebrar las misas de medio día; aquí es cuando se aprovecha para visitar y admirar el altar, así como comer en los puestos que ofrecen pan, quesadillas, gorditas, tamales, atole, pulque y aguamiel.
Para llegar…
Se ubica a unos 10 kilómetros de la ciudad de San Luis Potosí. Se llega tomando el libramiento poniente con dirección a la carretera San Luis Potosí – Zacatecas. Unos minutos antes de llegar a la carretera, existe una desviación del lado izquierdo, donde incluso existe un anuncio sobre el templo. Ese camino lleva a los poblados de Capulines y la Cruz. Ahí se sigue todo el camino a la derecha, hasta pasar estos poblados, después, se encuentra un encuentro de caminos, donde se toma el de la izquierda y de ahí, todo derecho hasta llegar al Santuario.
Cantera, esculturas y estilo barroco.
La sencilla, pero interesante fachada que se encuentra al acercarse a la Iglesia destaca por sus antecedentes y por lo que alberga. Primero, porque puede imaginarse lo difícil que fue traer la cantera a este lugar, y en segunda el significado de cada detalle labrado en este material.
En la parte superior del arco de entrada, se observan las iniciales “MRV” con una corona, que significan “María Virgen y Reina del Cielo”; en la enjuta, que es el triángulo que se forma a los lados del arco se aprecian unas hojas con flores, así como flores talladas, símbolo de que dicha iglesia está dedicada a María.
En los nichos de la fachada están las estatuas de San Luis Rey de Francia, de San Miguel Arcángel y San Nicolás Tolentino; hasta arriba, la de la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, ésta esculturas no son las originales, que se perdieron durante la revolución.
Una vez dentro, se encuentra uno de los tesoros del arte de San Luis Potosí: el único retablo barroco que se encuentra completo, pues muchos se destruyeron para convertirse en retablos del estilo neoclásico. En él, las pinturas referentes a la Virgen muestran etapas de su vida como su nacimiento y la anunciación. Abajo al centro se encuentran las esculturas de Joaquín y Ana, los padres de la virgen, y justo en medio de ellas, otro tesoro artístico y de fe. El óleo pintado por Lorenzo de Piedra en 1625, es la pintura más antigua de la Virgen de Guadalupe que hay en el estado de San Luis Potosí, y probablemente está situado entre los dos o tres óleos más antiguos, después de la el Tepeyac, en todo México.
También resulta interesante ver el púlpito de cantera tallada con su tornavoz de madera.
Sin duda, el desierto y el hecho de que exista un lugar así en medio de la nada, da a los viajeros una sensación de asombro y paz. Se pueden recorrer los alrededores acompañado de un silencio que permite encontrarse con uno mismo, momentos tan complicados de encontrar cuando el ajetreo de la vida diaria consume a la persona.
¿Será que el desierto es un lugar que nos obliga a acercarnos y escucharnos a nosotros mismos? Quizá por eso los carmelitas, siendo una orden contemplativa, decidieron tener este lugar, completamente alejado de la civilización…
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