Por Victoriano Martínez
El 13 de octubre de 2022, quienes transitan por la carretera a Rioverde, sea porque viven en la zona o circulan por ahí por razones de trabajo o cualquier otra, fueron sorprendidos por un gran caos vial por un templete que obstruyó totalmente el tráfico a la altura de Quintas de la Hacienda, colocado desde muy temprano, para después enterarse que fue por el inicio de la construcción de un puente.
Casi dos meses antes, 16 de agosto, unas 80 mil personas que acudieron al Teatro del Pueblo de la Feria Nacional Potosina para presenciar el concierto de J. Balvin lo único que consiguieron fue el riesgo de un fuerte resfriado al tener que caminar para salir del lugar con el agua hasta la cintura por el tremendo aguacero que inundó las instalaciones feriales.
En las últimas dos semanas, los vecinos de la Glorieta Revolución en las avenidas Himno Nacional y Tatanacho han visto bloqueados los accesos a sus viviendas por la destrucción sin ton ni son del pavimento del circuito vehicular sin aviso previo ni alternativas de circulación ni información sobre el plazo en el que verán concluida la obra.
Desde hace unos cuatro días aparecieron en los cruces de la Avenida Industrias montículos de diversos tipos de piedra y se dan cierres sorpresivos de la circulación –incluso en horas pico– para que una brigadas pinten la señalética sobre el pavimento y las guarniciones, y otras limpien los camellones y esparzan las piedras en ellos. Cada cierre con el consecuente caos vial.
¿Qué tienen en común esos cuatro casos enumerados?
Una falta de planeación que permita que las obras se realicen con la menor afectación a los vecinos y usuarios.
En el caso del puente en la carretera a Rioverde con efectos tan negativos que prácticamente condenan a la desaparición a un importante número de negocios que pasaron de aguantar los inconvenientes de una obra por 68 días a que la ampliaran por un año, durante el que tendrían que dedicarse a sacudirse el polvo en lugar de atender clientes que difícilmente pueden llegar.
“Ni la pandemia nos había pegado tanto”, dijo uno de los afectados. “Lo que pasa es que son varias compañías y no hay coordinación”, dijo uno de los ingenieros a cargo por parte de una de esas empresas participantes.
En el caso de las renovadas instalaciones de la FENAPO, la deficiencia en la planeación exhibe no una herencia maldita sino herederos despistados que se lanzan como el Borras porque al final las consecuencias las pagan otros.
Los vecinos de la FENAPO lo saben muy bien y describen claramente la razón por la que el 16 de agosto se dio la inundación que impidió el concierto de J. Balvin: realizaron el reacomodo de los espacios sin tomar en cuenta que la distribución obedecía al paso de las corrientes de agua.
Una situación que incrementa los riesgos de inundaciones graves para las colonias vecinas de la FENAPO, no sólo porque dentro de las instalaciones se encuentra la antigua presa La Cruz –que no es un pequeño lago–, sino porque la construcción de la Arena Potosí incrementará los riesgos de correntías con mayor fuerza.
“Cambian las administraciones y no se informan, nosotros como vecinos conocemos nuestro territorio, nada más vemos las tarugadas garrafales que hacen, y no nos hacen caso”, señaló una de las vecinas.
Con una fracción menor de lo invertido en la Arena Potosí bien aplicados en obras en la zona resolvería los riesgos en que ponen a los habitantes de la zona. Pero a la falta de planeación de esa obra se le suma su carácter de capricho infantil gubernamental que –totalmente fuera de toda lógica– avasalla cualquier prioridad y legalidad.
Además de la falta de planeación, en las situaciones en la Glorieta Revolución y la Avenida Industrias también queda expuesta no sólo la falta de coordinación en los trabajos que realizan, sino también la falta de coordinación entre las autoridades para no afectar la movilidad.
¿Será tan difícil que quien está a cargo de las obras se ponga de acuerdo con las autoridades de tránsito para facilitar el tráfico vehicular?
Una falta de planeación y coordinación a la que se suma anteponer el protagonismo de servidores públicos para encabezar ceremonias de arranque e inauguración de obras, que dan cuenta de que, antes que atender al interés general de la población y facilitar sus actividades, los tiene sin cuidad ser reales obstáculos con tal de promoverse como hacedores… aunque sea de algo mal hecho.