Odalis: no te vamos a olvidar

Antonio González Vázquez

Las flores se secaron. Los claveles, rosas y nubes se han marchitado;  de las veladoras, que son catorce, una se mantiene encendida con una llama breve y trémula. En el suelo, se ha derramado la cera. Junto a la reja, una pequeño ramo de flores que eran rojas y ahora están muertas y yacen envueltas en papel celofán. En la reja aún se sostiene un vestido blanco en cuyos pliegues barridos por el aire se alcanza a leer “justicia, era una niña; no te vamos a olvidar”.

No obstante el bullicio que recorre cada metro de la Estación de Transferencia con el fragor de los autobuses y las correrías de los pasajeros, el aspecto del lugar es lóbrego; se puede sentir la tristeza. Ahí llegó la muerte.

Al mediodía el calor sofocante acompaña a unas personas que se empiezan a reunir en torno al sitio donde acabó la vida Odalis Hipólito. A un par de metros de la reja donde la encontraron sin vida el día 11 de marzo, pasa la gente, voltean a ver el pequeño tumulto. Alguien grita: Justicia, no más feminicidios.

Desde los autobuses urbanos voltean a ver el enrejado transformado en mausoleo de una adolescente que, dice su tía, era muy alegre. Quería ser educadora, por eso iba a la preparatoria. Ella vivía feliz, así la conocíamos todos.

Mientras la indignación se concentraba atrás del Museo del Ferrocarril para iniciar una marcha de protesta, en la Procuraduría decían que Odalis era muy fiestera, que le gustaban las drogas, que andaba drogada, que se metía en problemas, que se deprimía. Bueno, eso es lo que decían en un intento de atenuar su severa incompetencia para resolver un caso tan trágico como el de la niña. Tal vez esté resuelto el miércoles o el jueves… o también el viernes o el sábado.

La verdad es que la niña, dice la tía, tenía golpes en la cara. Ella no se suicidó. Tenía unos golpes fuertes en el mentón; ella era alegre y le gustaba vivir, no tenía porqué hacerse daño.

Al lugar llegó Josefina Cruz Gómez y le dijo a todos que su hija María Guadalupe desapareció desde hace 17 años y que ninguna autoridad le ayudó a buscarla. Ineptos que no protegen a sus mujeres, recriminó.

Una señora descendió de un camión y morral al hombro se acercó y sacó una pequeña cartulina que decía: “las mujeres estamos desprotegidas”. A unos metros, en lo alto de los postes, las cámaras de video que no tienen registro de los últimos instantes de vida de Odalis.

Las mujeres y algunos hombres se formaron y tomaron camino a la Plaza, al Palacio Municipal, al Congreso y al palacio de gobierno. Eran muy pocas y muy pocos, pero eso no es lo que importa, lo que importa es el tamaño de su indignación.

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