¿On tan?

Óscar G. Chávez

No se ha visto hasta ahora un ejercicio real, profundo y reflexivo, sobre los resultados electorales, sólo se escuchan frívolas opiniones, sin substancia y sin sustento, de comentócratas simpatizantes respectivamente de uno u otro bando, que sólo buscan quemar incienso en los altares de los partidos a los que son adictos.

Se dice, por ejemplo, que el único perdedor fue el pueblo potosino, sin embargo no se dan cuenta que fue éste quien decidió. Al igual que en el proceso electoral federal, donde el ganador real fue el presidente de la República, en San Luis Potosí resultó serlo el gobernador, no su esposa que no es más que un apéndice articulado de aquel.  

También hemos escuchado que en algunos espacios conservadores la reacción conservó territorio; ¡vaya novedad!, en San Luis Potosí la mayoría de la población es conservadora. Y si ésta así decidió, su voto es tan válido como el de su contraparte.

Luego de los resultados electorales de 2021, todo hubiera llevado a pensar que la alternancia, la nueva forma de hacer política y el cambio en la geografía electoral y partidista del estado, obligaría a los partidos y a sus actores principales a un replanteamiento y a una reestructuración de sus formas y métodos de hacer política partidista. Pero con todo y eso, aparecieron nuevos vicios en tanto que los viejos se acrecentaron, generando dentro de esa simbiosis partidista, una serie de amorfas ideologías  y corrompidos personajes que acabarán siendo los enterradores de sus propios partidos. 

Simultáneamente otro grupo de corrompidos personajes desideologizados ha sabido aprovechar la crisis del tradicional sistema político potosino, para comenzar a apoderarse de aquellos y convertirse en un todo homogeneizador que aparentemente controlara en entorno por los próximos años. Se insiste en que los únicos que pueden detener a ese grupo son los potosinos, pero no parecen darse cuenta que han logrado cautivar a una gran parte de ellos.

Esto parte de la diversidad de preferencias políticas existentes y, más evidente no puede serlo, de que lo que es bueno o malo para uno, no lo es para el otro. Partiendo pues de esas dos premisas, es fácil darse cuenta quien ha sabido aprovecharlas mejor.

Más allá de si Gallardo es o no un cacique que, como se afirma, corrompió la elección convirtiéndola –siguen diciendo– en una operación de estado, nadie actúa ni propone alternativas encaminadas a frenarlo. Todos, por el contrario, temerosos voltean para otro lado y señalan, mientras lanzan a la distancia toda una cauda de diatribas, a aquel que está más allá del entorno inmediato.

Pareciera entonces, que el responsable del fracaso en el que se han convertido los políticos potosinos, sus líderes civiles (que todavía no sé si los hay), sus cometócratas de escritorio y sus opinólogos de café, acaba siendo el presidente de la República contra quien dirigen todas, absolutamente todas, sus atenciones, indignaciones y hasta ofensas. Lo he escrito en repetidas ocasiones y en diversos espacios, no se ve a uno sólo de ellos señalando de manera directa al responsable de lo inmediato.  

Es decir, y manteniéndome alejado de la opinión adversa o favorable hacia el gobernador, pareciera que para estos furibundos particulares y grupos, quien gobierna San Luis Potosí es el presidente de la República y no el gobernador. 

Ahí radica el problema: mientras buscan responsabilizar a un enemigo irreal e imaginario, prefieren ignorar,  por miedo o componendas, la compleja realidad que tienen en casa. No hay de qué quejarse; después de todo, pareciera que les gusta vivir controlados por un simpático y gallardo rufián.

Dejo una muestra: la legislatura gallardista, cilindreada por el gobernador, se perfila para desaparecer al organismo abastecedor de agua potable en la capital, ¿en dónde están los indignados?, ¿también es culpa del PG? 

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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