Por Victoriano Martínez
Cada vez son más las obras que se realizan, o se frenan, como consecuencia de persistentes presiones ciudadanas, con algunos casos combinada con efectos fatales de la negligencia de la autoridad y, aun así, los altos funcionarios tienen la indecencia de presumirlos como algo meritorio en su costosa propaganda con cargo al erario.
De no ser por la protesta ciudadana, por ejemplo, hoy existiría un puente a desnivel junto al templo de El Saucito pero no hay certeza de que éste se mantuviera en pie, hoy ya no existirían árboles en la avenida Himno Nacional, hoy las calles del Barrio de San Miguelito serían de concreto estampado, hoy habrían desaparecido algunas ciclovías, hoy un Cristo monumental habría dañado el Área Natural Protegida de Joya Honda, hoy…
La lista puede seguir y seguramente se incorporarán más casos porque si algo se refleja en todos ellos es que la autoridad actúa conforme a lo que le interesa –o se le ocurre–, al grado de creerse magnánimos benefactores… con dinero ajeno, nuestros impuestos.
No se dan cuenta de que la perspectiva de la población, sus necesidades y, dentro de éstas, sus prioridades, son la verdadera guía que deben seguir en su calidad de mandatarios. El pueblo vota y paga impuestos, el pueblo manda.
Pero ante mandatarios que confunden ganar una elección con volverse dueños del erario, la ciudadanía se ve obligada a presionar para no ver afectados sus derechos (obras frenadas) y para ver atendidas sus necesidades y derechos (obras exigidas por la población).
Sobre obras frenadas ya se enumeró una serie de casos, en tanto que sobre exigidas por la ciudadanía también se pueden enumerar casos, aunque son menos frecuentes por la resistencia de los servidores públicos a reconocer el papel de mandante a la población que se traduce en meses y hasta años para hacer que la autoridad reaccione, con una agravante, cuando reacciona lo hace mal o incompleto. Y hay que hacer acopio de más perseverancia.
Este domingo, el alcalde Enrique Galindo Ceballos presumió la pavimentación de la calle Sebastián Elcano en los fraccionamientos Valle de Bravo, Valle de Bravo II y Rinconada Valle de Bravo.
“Esto es posible gracias a la confianza ciudadana, cuyos impuestos se traducen en mejoras tangibles”, reza la gacetilla (propaganda disfrazada de noticia) que el Ayuntamiento distribuyó en no se sabe cuantos medios (la transparencia no se les da) para arrogarse el mérito de la obra como si se tratara de una graciosa concesión.
El hecho es que la obra es producto de dos años cuatro meses de perseverante exigencia a la autoridad para la reparación de esa calle y dos vialidades más en la zona. ¿De verdad la ciudadanía confía en quien la obliga a movilizarse por tanto tiempo para que finalmente entregue una obra incompleta?
Por lo pronto, los residentes de la calle Prolongación Humboldt, en la colonia Del Valle, quienes han solicitado la reparación de un drenaje colapsado desde 2021, hoy ven en el caso de la calle de Sebastián Elcano que antes que confiar en la autoridad hay que presionarla como ciudadanía.
“Está colapsado el drenaje aquí en la prolongación. Desde 2021 nos prometen solución tras solución, pero aún salen aguas negras en la mañana y en la noche, incluso cuando no llueve. La tubería sigue rota y la reja que debería evacuar el agua está llena de basura. Nos están dejando en una situación insostenible”.
“La experiencia en Sebastián Elcano nos motivó a los residentes de Prolongación Humboldt a recurrir a la presión ciudadana, para pedirle al alcalde una solución”, fueron expresiones de quienes retoman ánimos para perseverar en la solución a un problema que enfrentan desde 2021, todo el periodo que lleva como alcalde Galindo Ceballos.
Ante mandatarios que están muy lejos de asumirse como tales, la población se ve cada vez más obligada a pasar de mandante a exigente… ¿algún día los funcionarios aceptarán que no tienen ningún mérito por el cual presumir obras que son su obligación y cumplen a regañadientes?
Si lo hicieran se abriría paso a una democracia más participativa en la que la población establecería las prioridades y las autoridades actuarían en consecuencia. La carga cae del lado de la ciudadanía, porque tiene enfrente a personajes de politiquería para quienes democracia se limita a votaciones cada tres años para tomar el erario como botín.